29 de diciembre de 2007

FOTOS VARIAS

EN LA SACRISTÍA DE LA PARROQUIA CON MONS. AZCONA, PEDRO, MIGUEL Y YO















MOSN. FRANCISCO AZCONA















EN MI HABITACIÓN



















SACRISTÍA



















TAPIZ DEL MISTERIO DE BELÉN

SAGRADA FAMILIA, DIECIEMBRE 2007

Es Navidad, el Nacimiento del Hijo de Dios por amor al hombre. Dentro del tiempo de la Navidad celebramos hoy la Fiesta de la Sagrada Familia. Y, junto con esta Fiesta, celebramos en toda España la Jornada de la familia y de la vida. Porque fue en el seno de una familia, la Sagrada Familia de Nazaret, donde fue acogido con gozo, nació y creció Jesús, el Hijo de Dios, hecho hombre.
Este Niño, nacido en Belén, es el Verbo, la Palabra de Dios. Él nos muestra el rostro amoroso de Dios y, a la vez, el verdadero rostro del hombre, nuestro verdadero origen y destino, según el proyecto de Dios. En Jesús queda renovada la creación entera; el hombre y la mujer, todas las dimensiones de la vida humana han sido iluminadas, sanadas y elevadas por el Jesús, el Hijo de Dios, hecho hombre. Él muestra también el verdadero sentido del matrimonio y de la familia, y el valor de toda vida humana, don de Dios, llamada a participar sin fin de su amor.

Nuestra mirada se dirige esta tarde a la Sagrada Familia de Nazaret, formada por José, María y Jesús. Un padre carpintero que cuida de Jesús y le inicia en las artes de su oficio; una madre generosa, que guarda en su corazón los tesoros silenciosos de su vida, basada en Dios; y un hijo que crece en sabiduría, amor y gracia ante Dios y ante los hombres.
La Familia Sagrada es un hogar en que cada uno de sus integrantes vive su propia vocación, el designio amoroso de Dios para con cada uno de ellos, atentos en todo momento la voluntad del Padre-Dios: José, su vocación de esposo-padre; María, la de esposa-madre y Jesús, la de Hijo, enviado para salvar a los hombres. El de Nazaret es un hogar donde Jesús pudo formarse y prepararse para la misión recibida de Dios: un hogar en el que Jesús se desarrolló humana y espiritualmente, donde creció en sabiduría, en estatura y en gracia, ante Dios y los hombres. La Sagrada Familia es una escuela de amor recíproco, de acogida y de respeto, de diálogo y de comprensión mutua y una escuela de oración. Un modelo donde todos los cristianos y las familias cristianas podemos encontrar el ejemplo para vivir de acuerdo con la voluntad de Dios, acogiendo y siguiendo la propia vocación recibida de Él.

En la carta a los Colosenses (3,12-21), Pablo nos muestra la unidad y comunión en el amor que ha de darse en la familia cristiana; un amor que es siempre recíproco y fiel, entregado y respetuoso; un amor, que para ser verdadero, incluye necesariamente el perdón: ‘Sobrellevaos mutuamente y perdonaos’. Este es el verdadero amor, que es, a su vez, el único vínculo capaz de mantener unidos a los esposos y a la familia más allá cualquier dificultad o problema. Este amor es el verdadero alimento de la familia, que ayuda a crecer a los esposos y a los hijos y preserva a la familia de la desintegración. Este amor no es mera simpatía, no es un sentimiento volátil o una pasión pasajera, no es búsqueda de sí; porque el verdadero amor es donación y entrega mutua y desinteresada, de modo que ‘todo lo que de palabra y de obra realicéis, sea todo en nombre de Jesús y en acción de gracias a Dios Padre’.
El Apóstol recomienda a los esposos un amor auténtico. El esposo ha de amar a la esposa y cuidarla como Cristo ama a la Iglesia y da la vida por ella. A las mujeres les pide la docilidad correspondiente, pero ‘como conviene en el Señor‘; es decir, no como esclavas, sino como la Iglesia está sometida a Cristo, es decir en el amor entregado y fiel. El amor mutuo entre padres e hijos se fundamenta en la obediencia de los hijos a los padres, porque así ‘le gusta al Señor’, que ha dado ejemplo de esta obediencia (Lc 2,51). A los padres les pide el Apóstol: ‘No exasperéis a vuestros hijos, no sea que pierdan los ánimos’. La autoridad paterna incontestada es la que se basa en el amor, que busca en todo momento el bien de los hijos según el plan de Dios, para que así cada uno siga su propia vocación. La Palabra de Dios habla de sometimiento recíproco en el amor. Y en la relación de los padres con los hijos nos habla de educación de los hijos, una educación que es servicio para que afloren sus valores y sus capacidades y una ayuda a seguir la propia vocación con libertad y responsabilidad personal.

No celebraremos bien la Navidad, hermanos, si no acogemos al Niño-Dios y la buena nueva que este Niño-Dios, la Palabra definitiva de Dios a los hombres, nos ofrece sobre el matrimonio, sobre la familia y sobre la vida.
La Iglesia nos invita en esta Jornada a reconocer en toda vida humana un don de Dios, a acogerla con gozo y a trabajar por el respeto y la defensa de toda vida humana en cualquier momento de su existencia. En su Mensaje para la Jornada Mundial por la Paz, el día 1 de enero, centrado en ‘la persona humana, corazón de la paz’, el Papa Benedicto XVI, nos indica que “es preciso denunciar el estrago que se hace de (la vida) en nuestra sociedad: además de las víctimas de los conflictos armados, del terrorismo y de diversas formas de violencia, hay muertes silenciosas provocadas por el hambre, el aborto, la experimentación sobre los embriones y la eutanasia. ¿Cómo no ver en todo esto un atentado a la paz? El aborto y la experimentación sobre los embriones son una negación directa de la actitud de acogida del otro, indispensable para establecer relaciones de paz duraderas”. Nos urge suscitar en las conciencias, en las familias y en la sociedad civil el reconocimiento del sentido y del valor de toda vida humana en todos los momentos y condiciones de su existencia y, especialmente, al inicio y al final de la vida denunciando sin complejos la gravedad del aborto, de la manipulación y muerte de los embriones -no importa con qué fin- y de la eutanasia.
El Niño Dios nacido en Belén es el motivo de nuestra alegría navideña, como lo debería ser también la concepción y el nacimiento de todo niño. Con harta frecuencia, sin embargo, ocurre todo lo contrario. Desciende la estima y la acogida de la nueva vida humana entre nosotros, a la vez que crece la indiferencia social y la permisividad legal y judicial ante el crimen abominable del aborto, un verdadero infanticidio. Ello denota la debilidad o falta de la fe en Dios, creador de toda vida humana, cuando no es signo explicito del rechazo del Dios creador. El matrimonio no es vivido ya por muchos como llamada de Dios a ser signo de su amor también en la transmisión de la vida.
La Fiesta de la Sagrada Familia nos urge también a acoger, vivir y proclamar la verdad y la belleza del matrimonio y de la familia, según el plan de Dios. Y hemos de hacerlo sin miedos ni complejos en un contexto social, político y legislativo contrario al verdadero matrimonio y poco propicio, cuando no contrario, para la familia. La familia, célula básica de la sociedad, no recibe el apoyo económico, social, político y mediático que en justicia se merece. A la familia no se le trata como es debido en las políticas de vivienda, de conciliación entre vida laboral y familiar o de educación. No podemos guardar silencio ante el ataque frontal a la familia como se ha hecho en la reforma del Código Civil, que ha eliminado las referencias al padre y a la madre, al esposo y la esposa para equiparar las uniones de personas del mismo sexo con el matrimonio, o mediante el llamado ‘divorcio expres’, que ha acabado con la estabilidad del matrimonio y de la familia.

En el mes de julio en el V Encuentro Mundial de las Familias celebrado en Valencia, el Santo Padre anunciaba en su mensaje de acoger, vivir y proponer a todos el Evangelio del matrimonio, de la familia y de la vida así como por su invitación especial a transmitir la fe en la familia. La transmisión de la fe a las nuevas generaciones en la familia es especialmente urgente en nuestra Iglesia en un contexto social cada vez más secularizado y laicista, que prescinde de los valores religiosos y los quiere excluir de nuestra vida y de nuestra sociedad. Sé que no es fácil transmitir la fe a las nuevas generaciones y a los propios hijos. Pero hemos de ofrecerles nuestra ayuda, nuestra experiencia como creyentes y como miembros de la Iglesia, para que ellos, por sí mismos y desde su propia libertad, accedan a la fe movidos por la gracia de Dios. En eso consiste la transmisión de la fe en preparar o ayudar a otros a creer, a encontrarse personalmente con Dios mediante el encuentro con Jesucristo.
El Niño Dios nos ayuda a descubrir el corazón del hombre, su deseo de amor y felicidad, que sólo en Dios tienen su cumplimiento definitivo. Quien vive la Navidad, anuncia a Jesucristo, desde su nacimiento en Belén a su misterio pascual. Es un anuncio que no se agota en la propuesta de unas verdades y unas normas morales: es la invitación a una amistad personal con Jesucristo. Acoger a Cristo como nuestro Salvador, como la luz que ilumina la oscuridad de nuestros corazones, nos lleva a reconocer a Cristo como Salvador, que salva y libera, que ilumina nuestra vida.
Los padres sois los primeros educadores y evangelizadores de los hijos. En virtud del sacramento del matrimonio, los padres cristianos estáis llamados a ser los primeros responsables de la transmisión de la fe a vuestros hijos mediante el testimonio de vida, mediante la escucha de la Palabra de Dios y la oración en familia, mediante vuestra inserción en la vida de la Iglesia en la propia parroquia y vuestro compromiso en la iniciación cristiana de sus hijos en el proceso de la catequesis, mediante vuestra implicación para que en la escuela reciban la enseñanza acorde a la fe y moral cristianas. La Eucaristía, centro de la vida de la Iglesia, lo es también de la familia cristiana. Os invito a todas las familias cristianas a celebrar con gozo el Domingo y, en particular, a participar en la Eucaristía dominical, a ser posible en familia. Hablad a vuestros hijos de Dios y Jesucristo. Ningún otro anuncio es tan importante para su vida. Introducid a vuestros hijos en su misterio a través de la celebración litúrgica y la oración familiar.
Encomendemos hoy a la Sagrada Familia de Nazaret a todos nuestros matrimonios y familias para que se mantengan unidos en el amor, acojan las nuevas vidas que Dios les dé y produzcan abundantes frutos de santidad. Pidamos por nuestras familias para que, dejándose evangelizar, sean evangelizadoras y trasmitan la fe a sus hijos. A María y a José, que vieron amenazada la vida del hijo, apenas nacido, les encomendamos la causa de la acogida, respeto, cuidado y defensa de la vida, especialmente de los más débiles e indefensos como son los no nacidos. ¡Que nosotros sepamos responder a la tarea urgente de anunciar la Buena Nueva del matrimonio, la familia y la vida!. Amén.

21 de diciembre de 2007

NAVIDAD EN EL CMH

NOCHE DE NAVIDAD, APERITIVO














DON RAÚL CHAU Y YO


COMIDA DE NAVIDAD



Mil momentos que recordar
Otro año y mil sueños más
Hechos realidad

Los problemas vienen y van
Y al final todo sigue igual
No hay montaña que pueda más
Que el calor del hogar

Alzo mi copa aquí
para brindar por ti
Y desearte lo mejor

Navidad feliz navidad
Vuelve a casa vuelve al hogar
Navidad, dulce navidad
El calor de hogar

VEN A CANTAR, VEN A CANTAR
QUE YA LLEGO LA NAVIDAD
VEN A CANTAR, VEN A CANTARQUE YA ESTA AQUÍ LA NAVIDAD

20 de diciembre de 2007

COMIDA DE NAVIDAD Y COMPATIR SACERDOTAL EN EL COLEGIO MAYOR DE HUMANIDADES

PBROS. ENMANUEL Y YO




























SACERDOTES DE DISTINTAS PARTES DEL MUNDO
CANTANDO Y TOCANDO EL SHOW


PRESBÍTEROS MARCELO, ENMANUEL, RAÚL Y YO





DEVORADORES DE DULCES

26 de noviembre de 2007

LOS CRISTIANOS Y LA POLÍTICA

En noviembre del año pasado la Congregación para la Doctrina de la Fe, con expresa aprobación del Papa, publicó una Nota Doctrinal sobre algunas cuestiones relativas a la intervención de los católicos en la vida política. El texto de la Santa Sede se centra en la clarificación de algunas cuestiones de orden general.

-1º. La fe cristiana extiende su influencia a todas las áreas de la vida, también a las actividades políticas. Éstas, en la medida en que son acciones humanas, tienen que estar reguladas y justificadas por unos criterios morales. Cuanto se pueda hacer en política, tiene una dimensión moral, arraigada en la naturaleza misma de las cosas y regida por la ley suprema del respeto a la dignidad y a los derechos de las personas. La vida política de un país no puede fundarse únicamente en el consenso de los diferentes grupos, sin ninguna referencia moral superior y objetiva. Un pueblo sin convicciones morales absolutas es un barco a la deriva.

-2º. Cualquier actividad política, concebida desde una visión cristiana de la vida, ha de entenderse y realizarse como un servicio efectivo a la comunidad, con el fin de proteger y favorecer el bien común de todos los ciudadanos. La búsqueda sincera del bien común es la indispensable justificación de cualquier institución o iniciativa política. Este bien común consiste en la promoción y garantía de las condiciones necesarias para que los ciudadanos puedan desarrollar su vida y disfrutar de los bienes comunes en las mejores condiciones posibles. En cualquier situación, las instituciones políticas deben garantizar a todos los ciudadanos el derecho a la vida y a la educación, a la sanidad, al trabajo y a la vivienda; la libertad de expresión, la capacidad de iniciativa y responsabilidad en el proyecto y realización de su propia vida.

-3º. La fidelidad a las exigencias de la moral social cristiana suscita unas características y obligaciones comunes en la acción política de los católicos, independientemente de las preferencias políticas que tengan o de los partidos en que militen. En el momento presente, las principales exigencias éticas para el voto y la actividad política de los católicos son: la defensa de la vida humana desde el momento de su concepción hasta la muerte natural; la defensa y protección de la familia en todas sus implicaciones económicas, sociales, culturales y morales, sin equipararla a otras formas de vida posibles; la defensa de los menores y de los más débiles o necesitados, como pueden ser los inmigrantes, los sin trabajo, las mujeres amenazadas, los enfermos crónicos y terminales; la defensa de la libertad, de la convivencia y de la paz contra todas las agresiones, discriminaciones y amenazas; la protección de la libertad religiosa; la promoción de la justicia y la solidaridad entre los pueblos, las religiones y las diferentes culturas; el respeto y la defensa de las enseñanzas morales de la ley natural y de la fe cristiana en la inspiración de las relaciones y actividades sociales en los diferentes órdenes de la vida. Los católicos tenemos derecho a promover una política que esté de acuerdo con nuestras convicciones antropológicas, sociales y morales, siempre por métodos democráticos y de acuerdo con las exigencias del bien común y de las libertades civiles. Negarnos este derecho sería tanto como querer instaurar una política restrictiva y discriminatoria. Los políticos católicos tienen obligación de favorecer sincera y eficazmente estos objetivos. Dejar de hacerlo voluntariamente sería una grave omisión. Criticarlos por hacerlo sería intolerancia y discriminación.
-4º. A partir de unas convicciones morales comunes, los católicos tienen verdadera libertad para actuar en política según su mejor saber y entender y bajo su estricta responsabilidad personal. En estos asuntos, aun respetando las mismas normas morales, hay situaciones diversas y no pocos elementos opinables que dan lugar a opiniones distintas y a proyectos diferentes, todos legítimos, aunque no todos tengan el mismo valor. No conviene confundir la libertad y diferencia de opiniones y proyectos con el relativismo o indiferentismo moral. En el orden moral, como en el técnico y profesional, no todo es igual. Hay unas referencias objetivas y comunes, y las diversas iniciativas valen más o menos según respondan mejor o peor a los valores morales comúnmente reconocidos como garantía del bien personal y social. La idea de que la democracia necesita desarrollarse en un clima laicista y moralmente relativista no tiene un fundamento intelectualmente serio y esconde graves peligros prácticos. La política y los políticos tienen que sentirse guiados y regidos por unas referencias morales objetivas, superiores a ellos y respetadas por todos. Lo contrario abre el camino a la arbitrariedad y al autoritarismo civil, cultural y moral.

-5º. Estos criterios no valen sólo para los dirigentes políticos, sino que iluminan también la intervención de los ciudadanos en la vida política y en la gestión de los asuntos comunes mediante el ejercicio del voto y su intervención en la opinión pública. Los votantes tienen que apoyar con su voto a quienes mejor garanticen los diferentes elementos del bien común, en sus dimensiones materiales, culturales, morales y religiosas, según su propia importancia y las urgencias de cada lugar y de cada momento. Al votar, cada uno podemos defender nuestros derechos y buscar nuestros legítimos intereses, pero teniendo también en cuenta el bien de los demás y de todo el conjunto de la sociedad. El respeto a la verdad, la voluntad sincera de favorecer el bien general, la defensa decidida de la libertad, la justicia y la convivencia, en el marco del Estado de derecho, valen más que las agrias polémicas. Cuando la política se enreda en discusiones partidistas, dejando en segundo lugar las verdaderas necesidades de los ciudadanos, entramos en un proceso de deterioro que desprestigia las instituciones políticas y empobrece la vida de la comunidad social.

-6º. La Iglesia tiene la obligación y el derecho de instruir y animar a los cristianos para que ejerzan sus derechos y actúen en los diferentes momentos y niveles de la vida política en conformidad con las exigencias sociales y morales de la fe cristiana, sin perjuicio de la libertad y del legítimo pluralismo de los cristianos en materia política, en colaboración con los demás ciudadanos y sin instrumentar en ningún momento las instituciones o realidades eclesiales y cristianas a favor de sus ideas o intereses políticos. A la vista de estas consideraciones, cada uno tiene que ver qué ideas, qué líderes y qué instituciones políticas se acercan más y atienden mejor al bien común de todos los ciudadanos según la moral social de la Iglesia católica. Hay valores de orden moral que afectan al bien de las personas, de las familias y de los diferentes sectores de la vida social, cultural y económica, en donde los católicos tenemos que hacernos escuchar sin miedos ni titubeos, como puede hacer cualquier otro grupo. Y todo ello, no para provecho propio sino para el bien integral de nuestra sociedad. Estos mismos valores tienen que aparecer en la gestión de todos los políticos cristianos. En definitiva, la fe y la moral cristianas tienen que ser operantes en todas las esferas de la vida, también en las opiniones y actuaciones políticas.

"ESTAD PREPARADOS"

Primer Domingo de Adviento 2 de Diciembre de 2007
“Estad vosotros preparados….”
Comenzamos el Adviento y el Año litúrgico. En este tiempo, cada acontecimiento de la vida de Cristo que celebramos cultualmente se actualiza por la fe en el marco de la comunidad cristiana. Es una actualización sacramental, pero real, y constituye un encuentro vivo, comunitario y personal con el Señor en cada paso de su vida y misterio. El culto litúrgico cuenta con tres elementos básicos: la asamblea, la Palabra y los signos de la fe que son los sacramentos, estando Cristo presente para hacer efectiva su obra salvadora aquí y ahora.
La primera etapa del año litúrgico es el Adviento con sus tres facetas: la celebración de la primera venida histórica de Cristo en carne mortal, su última venida en poder y gloria, y las continuas venidas de Dios en los acontecimientos diarios de la historia personal y comunitaria.
El tema central del texto evangélico es la invitación a la vigilancia: “Estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor”. “Estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del Hombre”. Es una llamada urgente, es un toque de atención a sacudir todo lo que pueda haber de rutina y costumbre: ¡otra vez el Adviento, lo de siempre! De aquí que hemos de preguntarnos que es lo que estamos descuidando en nuestra vida, qué es lo que hemos de cambiar, a qué hemos de dedicar más atención y más tiempo.
En el susurro de la brisa es donde se manifiesta Dios a Elías como leemos en 1Re 19,11. La venida de Dios no es espectacular ni ruidosa. Será en la sencillez y pobreza de Belén, en lo cotidiano de la vida, y al final en poder y gloria, no como sinónimos de grandeza, sino de completar la obra de salvación desde el amor. Por eso la insistencia de Jesús: “estad en vela”, “estad preparados”. La brisa se nos puede escapar.
Por otra parte el Adviento es una nueva oportunidad para actualizar, en nuestra vida cristiana, la realidad de que la salvación, ya iniciada por Dios, todavía no la poseemos en plenitud. El Adviento es tiempo de esperanza, que es un estilo de vida cristiana en proceso permanente de liberación siempre en marcha hacia Dios, hacia los hermanos y hacia el mundo como lugar teológico de la presencia y acción salvadora de Dios.
Es también, el Adviento, iniciativa constante de Dios que viene a nosotros y nos encomienda la tarea de la construcción del mundo y del hombre nuevos. Es realidad presente y esperanza futura, es razón para vivir, amar y esperar a pesar del desencanto y cansancio de la vida. San Pablo, en la segunda lectura, no exhorta: “Daos cuenta del momento en que vivís: ya es hora de espabilarse, porque vuestra salvación está más cerca que cuando empezamos a creer… Dejémonos de las actividades de las tinieblas y pertrechémonos con las armas de la luz” (Rom 13, 11-12).
Nada de temor, nada de sentirse sorprendidos, sí saber que todos tenemos unos momentos transcendentales de encuentro con el Señor que se acerca en su Hijo no para condenar, sino para salvar (cfr. Jn 3, 17-28), porque estamos llamados a vivir en el amor de Dios, es decir, a vivir en la luz, apartándonos de los obras de las tinieblas.

25 de noviembre de 2007

PAMPLONA JULIO 2007






MALAGA

EN LA CATEDRAL

ALGATOCIN










GIBRALTAR

JUBRIQUE

VERANO 2007







La Navidad y los símbolos religiosos

Ya está aquí la Navidad. Se acabaron las clases hasta el 8 de enero, una vez que los Reyes Magos hayan dejado su cargamento de ilusiones. Es la fiesta de los niños, de los padres, de los abuelos, de los tíos y los primos, de los amigos. Todos disfrutamos poniendo el árbol y el viejo Belén, que es siempre nuevo, con sus pastores guardando los rebaños, los Reyes Magos montados en su camello, y el Portal con la mula y el buey, san José, la Virgen y el Niño en el pesebre.
Hace unas semanas estaba en una papelería y alguien entró a comprar tarjetas de Navidad. -¿Las quiere con tema cristiano o «navideño»?, preguntó el dependiente. -No, deme unas de tema «navideño», respondió el comprador. Y se llevó tan contento unos tarjetones con abetos cargados de estrellas, paisajes nevados y luminosos, algún Santa Claus, y varios niños sonrientes de distintas razas jugando juntos, para felicitar las fiestas a sus amigos. Enviar christmas con el portal de Belén hace presente una Navidad «confesional» y si, por los motivos que sean, no se busca ofrecer esa imagen, siempre es posible elegir otras ilustraciones que se consideran más neutras.
Sin embargo, el abeto luminoso tiene un simbolismo cristiano: el árbol del Paraíso que está en el origen del mal y la muerte en el mundo, por el pecado de Adán y Eva, fue sustituido por el árbol de la auténtica vida, al nacer el segundo Adán, Cristo. La luz que acompaña al nacimiento del Mesías esperado, está simbolizada por las velas o luces encendidas y la estrella en lo alto. La luz de Cristo Salvador es la que envuelve los paisajes navideños. El Niño de Belén es el que integra a toda la humanidad, hombres y mujeres, niños y ancianos de todas las razas, en una sola familia, la familia de los hijos de Dios. Santa Claus (es decir, San Nicolás) fue un obispo de Asia Menor del siglo IV, famoso por defender a los niños y, sobre todo, por dar generosos regalos a los pobres. De modo que todos los tarjetones «navideños» que se llevó también eran de tema cristiano.
Un símbolo es una representación sensorialmente perceptible de una realidad. La captación de su valor simbólico supone una asociación de ideas entre lo que se percibe con los sentidos y esa otra realidad a la que remite. Esto hace que un mismo objeto pueda ser percibido por alguien como un símbolo, mientras que, quien no asocia esos conceptos, se queda en la simple imagen sensible. Así sucede con muchas tarjetas «navideñas». Pero la cuestión de los símbolos, o de aquello que se percibe incluso de un modo provocativo como símbolo, va más allá de la simple anécdota de los christmas.
En estos últimos días se ha hablado mucho acerca de la presencia de símbolos religiosos en las escuelas públicas. La decisión del Gobierno francés de prohibir símbolos religiosos como la kippa judía, el velo islámico o el crucifijo cristiano en las escuelas públicas ha merecido el apoyo de alguna plataforma ciudadana, y ha suscitado la perplejidad de la mayor parte de los ciudadanos corrientes que piensan por sí mismos. Una batalla legal contra los símbolos religiosos en los lugares públicos carece de sentido en una sociedad pluralista y abierta, en donde conviene evitar todo brote de intolerancia. Porque intolerancia es el intento de imponer ¿hasta en el modo de vestir y en los complementos! el dogma del laicismo.
Pero es que, además, los símbolos no pueden ser reprimidos por decreto-ley. Escapan a las luchas ideológicas. Quien se incomode ante un símbolo religioso se pondrá nervioso el día que un maestro cuente el cuento de Caperucita Roja en el colegio, no vaya a ser que a alguna niña se le pase por la imaginación ponerse un pañuelo en la cabeza. No podrá salir al campo, porque, en el vuelo majestuoso de las aves, sus alas y sus cuerpos dibujan cruces que se deslizan por el aire, ni podrá mirar al cielo en una noche clara, porque lo verá plagado de estrellas de David. La educación para la convivencia no es cuestión de sombreros, pañuelos, ni trozos de madera cruzados, sino de mente clara y afecto sincero a todos, respetándolos tal y como son, permitiéndoles reflejar en su porte externo su personalidad y sus convicciones.
En el portal de Belén son bien recibidos los pastores –judíos-, los magos –extranjeros- y todos los que se acercan con buen corazón.
Por Francisco VaroProfesor de Sagrada Escritura

CRISTO REY

La solemnidad de Cristo Rey, en cuanto a su institución, es bastante reciente. La estableció el Papa Pío XI en 1925 en respuesta a los regímenes políticos ateos y totalitarios que negaban los derechos de Dios y de la Iglesia. El clima del que nació la solemnidad es, por ejemplo, el de la revolución mexicana, cuando muchos cristianos afrontaron la muerte gritando hasta el último aliento: «Viva Cristo Rey». Pero si la institución de la fiesta es reciente, no así su contenido y su idea central, que es en cambio antiquísima y nace, se puede decir, con el cristianismo. La frase «Cristo reina» tiene su equivalente en la profesión de fe: «Jesús es el Señor», que ocupa un puesto central en la predicación de los apóstoles.
En nuestro breve relato de hoy se condensa de manera especial toda la realidad de los seres humanos. Del desprecio a la súplica, de la burla al insulto, de la justicia a la misericordia. Todo encuentra cabida en las líneas de este último Evangelio del año litúrgico.
1. Hay un primer momento de desafío a Jesús: "Salvó a otros; ¡que se salve a sí mismo ahora, si de veras es el Mesías de Dios y su escogido!" Llegado el momento del dolor y de la muerte, la gente y las autoridades piden la última prueba: que se salve a sí mismo.
Muchas veces también nosotros ponemos a Dios en este reto. ¿No hemos seguido a Dios? ¿No hemos creído en Él? ¿Por qué tarda tanto en solucionarnos los problemas...? Ante la prueba en nuestras vidas Dios parece que muchas veces calla y no actúa. En algunas ocasiones somos como aquella gente y aquellas autoridades. La enseñanza de Dios es que tenemos que pasar por las pruebas para ahondar en la confianza en Él. Creer en el Dios que no se quiere salvar del suplicio de la cruz es por lo menos una provocación a nuestra razón y a nuestra comodidad. Tardamos en comprender que la salvación no es librarse del suplicio. La salvación es unirnos a Él incluso en la tortura y la muerte.
2. Ahora son los soldados quienes le retan. La cuestión es la misma que la anterior: "¡Si eres el Rey de los judíos, sálvate a ti mismo." Si los primeros buscaban la respuesta a la mesianidad de Cristo, éstos buscan la respuesta desde su realeza. Un rey es poderoso, tiene ejércitos que no le abandonan en los momentos más duros. ¿Qué rey puede dejarse matar? ¿Acaso no es el rey quien dicta sentencias de muerte? ¿No es el rey quien condenaba? Ni en la cabeza ni el corazón de aquellos soldados entraba tal extraña realeza.
Cuando pronunciamos el "Venga a nosotros tu reino..." quizá no valoramos el alcance de lo que decimos. La realeza de Jesús es la de la misericordia y de la compasión. Buscamos en cambio la eficacia más que la contemplación de su reino.
3. La tercera pregunta se la hace uno de los bandidos que estaba colgado a su lado: "¡Si eres el Mesías, sálvate a ti mismo y sálvanos a nosotros!"
Tres afirmaciones con trasfondos bien distintos:
- La gente y las autoridades cuestionan a Jesús sobre su divinidad.
- Los soldados le cuestionan sobre su poder.
- Los bandidos lo hacen desde un punto de vista mucho más práctico: la salvación no individual sino también la de ellos.

Tres actitudes que se dan con mucha frecuencia en nuestros ambientes:
¿Si Dios existe por qué hay tanto mal en el mundo?
¿Si Dios tiene poder por qué permite las guerras, las miserias, el hambre...?
¿Si Dios me quiere por qué no me saca de este apuro en el que estoy?

4. La respuesta la da un cuarto personaje que está en el mismo suplicio que Jesús. Es el que llamamos "el buen ladrón" (Dimás). Este hombre recuerda a su compañero que Jesús no ha hecho nada mal, y reconoce como Dios y como Rey a Cristo. Pero hay que notar que él no ve un Cristo en la Transfiguración, mostrando su divinidad, ni ve un Cristo Resucitado mostrando su poder infinito, sino que está al lado de un Cristo fracasado, humillado, moribundo, en la misma situación que él. ¡Qué Fe más grande! Lo que lleva al arrepentimiento verdadero, a un “arrepentimiento perfecto”, por el que reconoce sus crímenes. Y en esa situación se atreve a pedirle, un tanto temeroso una súplica al Maestro: “Señor, cuando llegues a tu Reino, acuérdate de mí”. Es la única frase llena de ternura que escuchamos en el Evangelio de hoy. Sólo Jesús supera con compasión la petición angustiada de aquel hombre.
En esta perspectiva, el interrogante importante que hay que hacerse en la solemnidad de Cristo Rey no es si reina o no en el mundo, sino si reina o no dentro de mí; no si su realeza está reconocida por los Estados y por los gobiernos, sino si es reconocida y vivida por mí. ¿Cristo es Rey y Señor de mi vida? ¿Quién reina dentro de mi, quién fija los objetivos y establece las prioridades: Cristo o algún otro? Vivir «para uno mismo» significa vivir como quien tiene en sí mismo el propio principio y el propio fin; indica una existencia cerrada en sí misma, orientada sólo a la propia satisfacción y a la propia gloria, sin perspectiva alguna de eternidad. Vivir «para el Señor», al contrario, significa vivir por Él, esto es, en vista de Él, por y para su gloria, por y para su reino.
Los Colosenses (2ª Lect) habían comenzado a flaquear en su Fe, pensando que Cristo no era suficiente, que había que “complementarlo” con otras creencias (erróneas, heréticas parecidas a la New Age de nuestros día) ¿No se parece eso a nuestra situación actual?
La actitud de los dos malhechores refleja la postura de la humanidad entera ante la prueba y la muerte: La de uno es la rebeldía ante Dios; la del otro es la petición serena y confiada en el Señor. Todos los seres humanos somos uno u otro. ¿Cuál eres tú?
Termina el Evangelio con una promesa: "Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso." Y ese Rey bondadosísimo que es Jesucristo le promete mucho más de lo que él se atrevió a pedirle, pues Cristo le asegura que no sólo se acordará de él, sino que lo llevará consigo a ese Reino en que él cree. Y que esto sucederá, no en un futuro lejano, sino que ese mismo día estará con El en su Reino. ¡Qué grande es la Misericordia Divina con el pecador verdaderamente arrepentido!
Dice el Génesis que el primer ser humano perdió el paraíso por el pecado. Hoy un pecador entra de nuevo en el paraíso. Se cierra así el ciclo de dolor y de muerte que el ser humano había inaugurado. Empieza el reinado de Cristo con la obediencia y la comprensión de aquel malhechor compañero de suplicio de Jesús. Todo comenzó cuando le reconoció como rey.
Pedimos al Señor que venga a nosotros su reino pero muchas veces queremos estar en nuestras pequeñas comunidades, en las comunidades de mi "yo". Necesitamos descubrir la realeza de Jesús en nuestras vidas no como un nuevo desafío que le hacen aquellos que están a los pies de la cruz, sino como aquél buen ladrón que quiere que su vida sea recordada por Él en el reino de la eternidad.
En el Prefacio de hoy rezaremos que el Reino de Cristo es un Reino de Verdad, pues Cristo nos revela la Verdad que es El mismo. Es un Reino de Vida, pues Cristo vive en nosotros por medio de la Gracia Divina, que recibimos especialmente en los Sacramentos. Es un Reino de Santidad, pues por medio de esa Gracia -debidamente recibida y acogida por nosotros- Dios nos santifica. Es, además, un Reino de Justicia, Amor y Paz, en la medida que nosotros los seres humanos, siervos de ese Rey, busquemos y hagamos su Voluntad. De esa manera las relaciones entre los hombres serán guiadas por ese Rey que nos comunica su Verdad, su Vida, su Gracia, su Santidad, su Justicia, su Amor y su Paz.
Precisamente ese fue el propósito que tuvo el Papa Pío XI al establecer esta Fiesta. Ese es el propósito que persigue la Liturgia de la Iglesia al colocar esta Fiesta importantísima al final del Año Litúrgico: Que el Reinado de Cristo – comenzando por cada uno de nosotros los Católicos – se extienda de cada individuo a cada familia, de cada familia a la sociedad, de la sociedad a las naciones, de las naciones al mundo entero.

12 de noviembre de 2007

Exhortación del Episcopado Venezolano sobre la propuesta de la Reforma Constitucional

"LLAMADOS A VIVIR EN LIBERTAD" (Gl 5, 13)
A todos los católicos y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad
I- INTRODUCCION
1. Los Arzobispos y Obispos de Venezuela, como ciudadanos y como legítimos pastores de la Iglesia, compartiendo con el pueblo las angustias y esperanzas de cada momento histórico, hemos decidido dirigirnos a todos los venezolanos, a los residentes en nuestro país y, en particular, a los fieles católicos, ante la propuesta de Reforma Constitucional presentada a la nación el pasado 15 de Agosto por el ciudadano Presidente de la República, a la cual se agrega ahora lo propuesto por la Comisión Mixta de la Asamblea Nacional.
2. Nuestra contribución tiene el propósito de iluminar, desde una valoración ética, el juicio y la decisión que sobre el proyecto de Reforma corresponde asumir a los venezolanos en asunto de tanta importancia para el presente y el futuro del país. Fundamentamos esta iluminación en los principios y criterios del Evangelio, de la Doctrina Social de la Iglesia y de los numerosos documentos emanados de nuestra Conferencia Episcopal. Nos impulsan la convicción de que la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela ha de seguir siendo patrimonio de todos los venezolanos, sin exclusión, y nuestro compromiso de fomentar la convivencia pacífica de todos los ciudadanos y la concordia entre los diversos sectores e instituciones para la construcción de un destino común como nación.
3. En nuestra fraterna y solidaria reflexión y discernimiento pastoral de la situación del país y, como portadores del clamor y preocupación de muchas comunidades y personas, hemos examinado la relación entre el contenido de la Reforma con las exigencias de la persona humana, su conciencia, su libertad, sus derechos, su dignidad, y con la concepción cristiana de la mayoría de la sociedad venezolana. Hemos considerado también los cambios más relevantes que plantea la propuesta, así como algunas de las consecuencias de índole ética y social que se seguirían de dicha Reforma.
4. En los países democráticos una Constitución es un pacto social, el resultado de las deliberaciones, discusiones y acuerdos de una Asamblea Constituyente, u otro cuerpo políticamente plural que represente al pueblo, y de una consulta electoral libre, confiable y pacífica; su finalidad es garantizar el Estado de Derecho para todas las personas, la estabilidad jurídica de las instituciones y el bienestar integral del conjunto de los ciudadanos. Su legitimidad radica en que acoja la pluralidad de posturas que tienen derecho a convivir en una sociedad democrática. En su articulado quedan claramente establecidos la definición del Estado y sus órganos, siempre al servicio del pueblo, el modelo de país y los principios y valores esenciales por los que el pueblo soberano quiere regir su vida y la de sus instituciones. En consecuencia, el verdadero sujeto de la Constitución es el pueblo, no el Estado y menos aún el gobierno; por eso ella debe expresar el acuerdo de todos los sectores, corrientes e ideologías. No puede ser la consagración de las ideas o propósitos políticos de un determinado grupo partidista. Consiguientemente, una modificación de la "Carta Magna" debe apoyarse en el mayor consenso posible.



II.- NUESTRAS PREOCUPACIONES ANTE LA PROPUESTA
5. La Reforma ha sido presentada como un instrumento para dar mayor poder al pueblo, especialmente a través del denominado "Poder Popular". En ella se ofrece la reducción de la jornada laboral, y a los trabajadores independientes la tan deseada seguridad social. Sin embargo, se acentúa la concentración de poder en manos del Presidente de la República y se favorece el autoritarismo. Punto central de esta Reforma es que Venezuela pase de "Estado democrático y social de derecho y de justicia" (Art. 2 de la actual Constitución) a ser un "Estado Socialista" (art. 16 de la propuesta). Algunos artículos condicionan la participación del pueblo y la actividad de los ciudadanos a la sola construcción del socialismo (Art. 70) y de la economía socialista (Art. 112). Esto limita la libertad de los venezolanos; se incrementa excesivamente el poder del Estado, se elimina la descentralización, y el gobierno controla muchísimos espacios de la vida ciudadana. En ese modelo socialista, el Estado y el gobierno estarían dirigidos por un Presidente que puede ser reelecto - sólo él - continuamente, con un poder amplísimo que le permitiría disponer constitucionalmente de las instituciones, propiedades y recursos. Esto es verdaderamente grave y modificaría la estructura fundamental del Estado democrático.
6. Un modelo de Estado socialista, marxista-leninista, estatista, es contrario al pensamiento del Libertador Simón Bolívar (Cf. Discurso ante el Congreso de Angostura), y también contrario a la naturaleza personal del ser humano y a la visión cristiana del hombre, porque establece el dominio absoluto del Estado sobre la persona. Experiencias de otros países demuestran que en tal sistema, el Estado y su gobierno se convierten en opresores de las personas y de la sociedad, coartan la libertad personal y la expresión religiosa, y causan un gravísimo deterioro en la economía, produciendo una pobreza generalizada. Ejemplo de ello han sido los países de Europa Oriental, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, y, más cerca de nosotros, la República de Cuba. En ese escenario se establecería una discriminación con quienes no participen de la ideología socialista, se reducirían los derechos políticos de muchos venezolanos, y la noción de "pueblo" tendría un carácter restringido y excluyente identificado sólo con las personas y grupos que adhieren al socialismo.
7. El pluralismo político es uno de los valores fundamentales consagrados por la actual Constitución (Art. 2). La implantación de un Estado Socialista es excluyente, e implica el cese del pluralismo y de la libertad política y de conciencia de los ciudadanos. Es un hecho comprobado que dentro de un Estado democrático pueden existir partidos socialistas y gobiernos socialistas. Abundan ejemplos en el mundo actual como Chile y Brasil. En cambio, en un "Estado socialista", tal como se propone en Venezuela, toda la actividad política, social, económica y cultural se encuadra dentro de una única opción, un pensamiento único.
8. Con respecto al capitalismo y al socialismo, los Obispos nos hemos manifestado en diversas ocasiones. La solución al drama de la pobreza, de las injusticias sociales, de las hirientes desigualdades, no está en el capitalismo salvaje ni en el socialismo marxista, sino en la práctica de la justicia social y de una efectiva caridad (Cf. Juan Pablo II, Encíclica Centesimus Annus 33, 48 y 49).
9. Otros cambios propuestos restringen derechos ya consagrados en la actual Constitución, lo que atenta contra el principio de progresividad de los derechos humanos garantizado en el Art. 19 de la actual Constitución. En este campo de los derechos humanos y constitucionales, algunas disposiciones representan una patente involución, como los artículos 337, 338 y 339 de la Reforma sobre los estados de excepción, que suspenden el derecho al debido proceso (Art. 49) y a la información (Art. 57 y 58). El nuevo poder del Estado, el "Poder Popular", no nace del sufragio ni de elecciones (R. Art.136), y su promoción, organización y registro es competencia del Poder Nacional (R. Art. 156, 35). Se vulnera de este modo la libertad de asociación (Art. 52), poniéndola en manos del Estado, lo cual quebranta el carácter democrático y electivo de todos los niveles de gobierno, previsto en el artículo 6 de la Constitución, y le quita poder al pueblo. Además, ya el pueblo es sujeto del poder y lo que necesita es tener el pleno ejercicio de sus derechos y libertades y que le presten servicios eficientes quienes han sido elegidos libremente para esas funciones. La genuina democracia no consiste sólo en la elección de las autoridades; "no basta una democracia puramente formal, fundada en la limpieza de los procedimientos electorales, sino que es necesaria una democracia participativa y basada en la promoción y respeto de los derechos humanos. Una democracia sin valores (…), se vuelve fácilmente una dictadura y termina traicionando el pueblo" (Documento de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, Aparecida 74).
10. Esta propuesta de Reforma más que enfrentar y superar la problemática vivida en el país, profundizaría la polarización entre los venezolanos, dificultaría la convivencia social con el peligro de generar nuevos odios y conflictos, que queremos evitar. Los obispos renovamos el llamado, que repetidas veces hemos hecho, al diálogo y a la reconciliación y ratificamos nuestra disposición de seguir acompañando al pueblo venezolano con el anuncio valiente y decidido del Evangelio y el compromiso de compartir sus alegrías, temores y esperanzas.

III. PERSONA Y LIBERTAD
11. Dios nos ha creado como personas libres con capacidad de organizar la vida personal y la vida social. Vida y libertad son inseparables. Dios libera, porque es el Dios de la vida; se revela en la historia liberando a su pueblo, no quiere que ninguna nación esté esclavizada o dominada por otra, ni por sus propias autoridades. La libertad no es una condición abstracta del ser humano y de la sociedad. La libertad es un derecho fundamental innato en cada ser humano, que no tiene otros límites que la libertad y los derechos de los demás. Todo lo que se opone a la libertad, se opone a la vida. La supresión de la libertad no corrige las injusticias sino que agrega otras, asfixiantes e insoportables.
12. Conforme a la enseñanza de la Iglesia, la persona humana, el pueblo, y no el Estado, son el centro de toda la vida social. El Estado existe para la persona y para el pueblo, y no al revés. En esta línea el Concilio Vaticano II declara: «El principio, el sujeto y el fin de todas las instituciones sociales es y debe ser la persona humana» (GS 25). El Catecismo de la Iglesia Católica expresa: «Cuando el Estado no pone su poder al servicio de los derechos de todo ciudadano, y particularmente de quien es más débil, se quebrantan los fundamentos mismos del Estado de derecho» (CEC 2273). Y Juan Pablo II en la Encíclica Centesimus Annus nos dice que el «Estado totalitario tiende, además, a absorber en sí mismo la nación, la sociedad, la familia, las comunidades religiosas y las mismas personas» (C.A. 45 b).
13. La doctrina de la Iglesia en este aspecto tiene una específica incidencia en el campo político. El principio de subsidiaridad debe aplicarse para construir una auténtica democracia. Esto es, que el Estado debe ayudar pero no absorber ni suplantar las iniciativas, la libertad y la responsabilidad de las personas y de los grupos sociales. En su Encíclica «Dios es amor» el Papa Benedicto XVI advierte: «Lo que hace falta no es un Estado que regule y domine todo, sino que generosamente reconozca y apoye, de acuerdo con el principio de subsidiaridad, las iniciativas que surgen de las diversas fuerzas sociales y que unen la espontaneidad con la cercanía a los hombres necesitados de auxilio» (28 b).

IV- DECISIÓN QUE MIRA AL FUTURO
14. La Constitución y la Reforma planteada no son un asunto sólo de partidos o de un determinado sector de la población. Es algo de interés nacional que nos afecta a todos. Nadie debe desentenderse, ni dejar de participar en su discusión, ni negarse a asumir una posición ante la propuesta de Reforma. Eso sería un gravísimo error.
15. El debate sobre la Reforma, no puede considerarse como un simple conflicto entre "oficialismo y oposición", entre "ricos y pobres". Es algo que concierne al futuro de todo el pueblo venezolano. Y en este debate, nadie debe discriminar, ni excluir, ni ofender a quienes sustenten una opinión contraria a la suya.
16. En síntesis, nuestra posición en cuanto al proyecto de Reforma puede formularse así:
- el proyecto presentado a la consideración del pueblo venezolano, debido a la radicalidad y profundidad de los cambios introducidos en la estructura del Estado, va más allá de una Reforma.
- la proposición de un "Estado Socialista" es contraria a principios fundamentales de la actual Constitución, y a una recta concepción de la persona y del Estado.
- la propuesta de Reforma excluye a sectores políticos y sociales del país, que no estén de acuerdo con el Estado Socialista, restringe las libertades y representa un retroceso en la progresividad de los derechos humanos.
- por cuanto el proyecto de Reforma vulnera los derechos fundamentales del sistema democrático y de la persona, poniendo en peligro la libertad y la convivencia social, la consideramos moralmente inaceptable a la luz de la Doctrina Social de la Iglesia.

V -CONCLUSIÓN: ESTAMOS LLAMADOS A VIVIR EN LIBERTAD Y A SER CONSTRUCTORES DE PAZ
17. Solamente quien es libre, construye la paz. "Felices los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios", nos dice Jesucristo (Mt. 5, 12). Cada uno de los cristianos está, pues, llamado a descubrir y promover caminos de justicia y reconciliación en la familia, en cada comunidad, en toda la nación:
"Venezuela quiere y reclama a gritos (…), que se termine con los odios, los insultos y las descalificaciones y que sus hijos e hijas se reconcilien, se respeten y vivan en paz" (Exhortación de la CEV, Julio 2007)
18. Como pastores de la Iglesia invitamos a todos los fieles a orar intensamente por nuestra Patria e invocamos las luces del Espíritu Santo sobre todos los ciudadanos en esta difícil toma de decisión e imploramos el auxilio de Nuestra Señora de Coromoto, Patrona de Venezuela, a cuyos pies en su "Basílica Menor" de Guanare, título con que el Santo Padre Benedicto XVI ha honrado y enaltecido su templo, nos postraremos en confiada súplica por el bien de la República.
Con nuestra afectuosa bendición episcopal,
Firman, los Arzobispos y Obispos de Venezuela
Caracas, 19 de octubre de 2007