13 de diciembre de 2012

¡QUÉ TESTIMONIO TAN ADMIRABLE! LA ALEGRÍA EN EL SEÑOR


¡Qué testimonio tan Admirable! La alegría en el Señor

Pensado en la celebración del próximo domingo, tercero de adviento, conocido también como domingo Gaudete, por la expresión paulina: “Alégrense en el Señor siempre” (Flp 4, 4), se me vino a la mente, aunque ella todos los días está en mi oración: mi querida y apreciada Pili Berrio.
Aquel día 09 de septiembre, cuando apenas yo estaba celebrando el domingo día del Señor, y a su vez mi sexto (6°) aniversario de ordenación sacerdotal, recibía un mensaje de texto de mi gran amigo Juan Morales con la noticia del fallecimiento de Pili. Recuerdo que estaba con mi mamá y algunos amigos, a quienes les pedí se unieran conmigo haciendo un responso por su descanso eterno.
Mi oración de gratitud a ella fue: «Querida Pilar. Dios te lleve a gozar de la Bienaventuranza Eterna. Gracias por los momentos gratos que compartimos en nuestra Bella e inolvidable Pamplona. Gracias por tus cuidados en mi tiempo por San Nicolás donde trabajaste con total entrega y amor. Gracias por tu Alegría, motivo para batallar. Tu batallaste con tu enfermedad, y la llevaste con todo el gozo, abandonada en el Señor. El te conceda el descanso eterno. Ve a Reina junto al Padre…y si crees que por irte al cielo me voy a olvidar de ti, Dios me ha dado también la gracias de celebrar en una misma fiesta mi aniversario de ordenación y tu nacimiento para Dios. ¡Qué regalo! Gratia Tibi dómine».
¡Qué testimonio tan admirable el tuyo! Pues con ello nos estabas diciendo que si es posible vivir la alegría cristiana. Dios está cerca, está conmigo en la alegría y en dolor, en la salud y la enfermedad, como amigo y esposo fiel. Y esta alegría permanece en la prueba, en el mismo sufrimiento, y no se queda solo en la superficie, sino que está en el fondo de la persona que a Dios se confía y en Él confía.
Así era Pili, y yo tuve la experiencia en dos años que compartimos grandemente, de palpa su sonrisa (siempre le decía no la pierdas). Ella para mí fue (y lo es) como una madre. Cuántas atenciones de cariño. Y todo sin ningún interés, pues es la tonalidad de un alma que ama. Su alegría fue un signo presente en su vida de cristiana, hija predilecta de Dios. Su alegría fue testimonio de su unión al plan divino.
Todos estamos llamados al apostolado, al anuncio del Evangelio en primera persona, según nuestras capacidades y posibilidades. El Evangelio es un mensaje de alegría. El mismo Señor Jesús es el Evangelio, la Noticia Feliz que colma nuestras existencias. Nuestra querida Pili bebió de ese manantial de vida: "Señor dame siempre de esa agua..." (Jn. 4, 15) y se nutrió del pan para la vida eterna (Cf. Jn. 6, 54-56), como bien señaló Don Santiago Cañardo: "El viático le acompañó hasta la víspera de su muerte."
Por ello nuestra acción apostólica debe estar informada por la alegría. Un anuncio apagado, triste, sin vida ni entusiasmo, desvirtúa la esencia del mensaje cristiano. Quien vive su fe con tristeza y abatimiento, no ha comprendido bien el núcleo del mensaje del Señor Jesús. Todo nuestro apostolado debe brotar de la alegría profunda que nace del corazón convertido y entregado al servicio del Señor y de su Plan de reconciliación.
San Pablo nos invita a ser apóstoles «a tiempo y a destiempo» (2Tim 4,2.). De ahí que nuestra vida cotidiana también es ocasión de testimoniar la grandeza y plenitud de la vocación cristiana. Viviendo la alegría en todas las esferas de nuestra vida, nos convertimos en verdaderas antorchas vivas capaces de llevar la luz de la esperanza a un mundo enfermo y agonizante por falta de la verdadera luz (Fil. 2, 15). Pili fue una luz, que ahora brilla con la Luz Eterna.
Cuando María visita a Isabel, lo hace movida por el amor y el servicio. Un acto para Ella trabajoso como viajar para ayudar a su pariente encinta se convierte en un magnífico testimonio de alegría cristiana. Isabel experimenta de tal modo la alegría que ve en María y percibe la magnitud de la presencia de aquella que es portadora de Vida, que se ve impulsada por el Espíritu a llamarla «feliz», porque «ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor» (Lc. 1, 45).
Los que conocimos y compartimos con nuestra querida hermana, amiga, Pili, tenemos un ejemplo a seguir, pues siguió al Cordero dándose por amor; imitó a María en la sencillez y defendió y se desgastó en servicio por y para la Iglesia, más aún, en esa porción especial de San Nicolás de Pamplona.


Pbro. Williams Campos
Párroco de Cristo Rey