3 de julio de 2013

LA PARROQUIA ATRAE GRACIAS AL TESTIMONIO DE LA CARIDAD.

La parroquia atrae gracias al testimonio de la caridad.
La penuria de una religiosidad individualista provoca una actitud de indiferentismo. Y del sopor del indiferentismo sólo se sale mediante la sacudida de un testimonio cristiano audaz. La “nueva evangelización” pide a las comunidades cristianas que REMUEVAN LAS CONCIENCIAS ADORMECIDAS de nuestros contemporáneos convirtiéndose en lugares que reenciendan la esperanza de una vida que valga la pena. Para lograrlo no hay vía más eficaz que la del testimonio de la caridad cristiana. Una caridad que indudablemente se organiza para socorrer a los más necesitados, pero que se manifiesta también en un estilo siempre acogedor. Debemos persuadirnos de lo necesario que es hoy que la parroquia y el párroco se muestren acogedores con todos…, ¡también con los inoportunos! 
Esta actitud se demuestra cuando 
- Se sabe escuchar, 
- Dedicar tiempo, 
- Cuando se sabe esperar pacientemente y 
- Cuando se atiende con gran educación (que también es virtud cristiana) a quienes entran en contacto con la parroquia con ocasión de un bautismo, la bendición de la casa, un funeral, la catequesis del hijo, etc. 
Son actitudes que no se improvisan y que requieren en el pastor una gran sintonía con el corazón de Cristo, pero que son hoy más necesarias que nunca, pues a través de ellas se supera el prejuicio del anticlerical, se despierta de la modorra al indiferente y se enciende el corazón del desilusionado, por citar algunas de las situaciones más típicas en la que se encuentran muchos cristianos.

Ciertamente estas ideas no son nuevas. No obstante, resultarán adecuadas para renovar la vida de fe de los bautizados, si se llevan a cabo interceptando bien un problema de fondo: que en la raíz de una vida cristiana tibia y desencantada muchas veces se encuentra la tendencia a vivir la fe de un modo privado e individualista, desgajado de la comunidad de los creyentes. No nos engañemos: si queremos promover una renovación de la vida de fe de los fieles, hay que enfrentar con decisión el problema del individualismo religioso, que es hoy uno de sus mayores obstáculos.










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