21 de julio de 2013

COMO VESTIMOS Y ACTUAMOS EN LA IGLESIA

Urbanidad de la Piedad
Como vestimos y actuamos en la Iglesia

La forma en que vestimos refleja cuanto respetamos al anfitrión y la dignidad del evento. Es por eso, por ejemplo, que nos presentamos bien vestidos a una entrevista de trabajo, a un banquete de gala, a una boda o un funeral.
Si los católicos comprendiesen el significado sublime de la Santa Misa, deberían manifestar el mayor respeto en la forma que se visten. No se trata de juzgar a las personas por su apariencia. Bien nos lo enseña Santiago:
Supongamos que entra en vuestra asamblea un hombre con un anillo de oro y un vestido espléndido; y entra también un pobre con un vestido sucio;  y que dirigís vuestra mirada al que lleva el vestido espléndido y le decís: «Tú, siéntate aquí, en un buen lugar»; y en cambio al pobre le decís: «Tú, quédate ahí de pie», o «Siéntate a mis pies». ¿No sería esto hacer distinciones entre vosotros y ser jueces con criterios malos? (Santiago 2,2-4).
Hay una distancia infinita entre Dios y el hombre: el amor y la confianza que proceden de la filiación divina no conllevan una falta de respeto o igualdad de situación delante de nuestro Creador. Es por esto que debemos cuidar las posturas y los gestos. Todo pretende ser expresión de respeto y amor a Dios. Por eso hemos de cuidar una serie de detalles.

1. El primero de esos detalles es el deber de “vestirse dignamente
y con cierta elegancia para visitar la Casa de Dios. Evitar los
vestidos provocativos: escotes, Straples, minifalda,  mallón shorts. No es una actitud, ni de misoginia o cosa que se le parezca, es pedir la dignidad y el decoro que requiere el lugar sagrado. Si tú tienes respeto por ese lugar, vístete de manera apropiada, más si vas a comulgar. Respeta la casa de Dios.


2.     El segundo “Dios nos habla, pero no por celular. Apágalo”.



3. “Guardar silencio en el recinto sagrado para facilitar el recogimiento y ayudar a que los demás puedan hablar con Dios”.



4.  Hay que respetar la hora del ayuno si se va a comulgar. El Código de Derecho Canónico dice: “Quien vaya a recibir la santísima Eucaristía, ha de abstenerse de tomar cualquier alimento y bebida al menos desde una hora antes de la sagrada comunión, a excepción de agua y de medicinas” (CIC 919 #1). “Las personas de edad avanzada o enfermas, y asimismo quienes las cuidan, pueden recibir la santísima Eucaristía aunque hayan tomado algo en la hora inmediatamente anterior” (CIC 919 #3).

5.     La fila para comulgar no es una cola, es una procesión hacia Jesús. Supone recogimiento interior (concentrados, sin la curiosidad de mirar para todos lados, darse la vuelta...). Nada de llevar las manos en los bolsillos.

6.     No se pueden cruzar las piernas, no es elegante dentro del recinto sagrado.


7.  En las celebraciones litúrgicas es necesario saber cuándo sentarse, pararse, arrodillarse.

8. No se puede comer ni mascar chicle. Ni jugar, hacer muecas o bromas, “o molestar a otros”. Y hay que evitar distracciones, “como la curiosidad de mirar quién entra o sale, o quién estornudó”.

9. También hay que “persignarse con devoción, sabiendo que se hace la señal de la cruz”, y que la genuflexión ante el sagrario sea un acto de fe: “La rodilla derecha toca el suelo, con el cuerpo erguido, mirando hacia el sagrario”. La inclinación de cabeza es señal de respeto y veneración, indica el texto, ante el altar y ante imágenes.


10. Es preciso cuidar “la forma de sentarse. Derechos, sin acostarse en los bancos, y sin apoyar los pies en los reclinatorios”.

11. Y, finalmente, “hay que enseñar a los niños a comportarse. A no correr, sino caminar despacio dentro de la iglesia”.

La Iglesia es un lugar sagrado, reservado para el culto a Dios. El Santísimo Sacramento está en el tabernáculo y Su Presencia Real requiere de nosotros la mayor reverencia. Es por eso que, aunque no se esté celebrando la Santa Misa, el ambiente en la iglesia debe conducir a la oración y el respeto a Dios.

No es que la casa de Dios sea un lugar sombrío y severo pero tampoco es lugar para diversión ni para andar a las anchas. Es más bien un lugar sagrado, diferente a todos los demás. ¡Es casa de oración! No es necesaria la rigidez pero no se debe andar como en el parque o en un centro comercial. Toda nuestra actitud debe reflejar nuestra fe en la Presencia de Cristo.
Tenemos la obligación moral de reflexionar sobre nuestro propio comportamiento y enseñar a nuestros hijos. El descuido del respeto, orden y decoro hacia las cosas de Dios ocurre si nos dejamos llevar por lo que el mundo considera importante y "normal".  Pero Dios exige a los suyos una forma nueva de vivir y comportarse. El hecho de que Dios es Nuestro Padre y que nos ama infinitamente no se opone a la necesidad de rendirle adoración y gloria y manifestar sumo respeto en la Iglesia. Recordemos con que celo defendió Jesús el respeto que debemos tener a la casa de Dios (Cf. Mt. 21,13).