22 de marzo de 2014

OFENSA DEL AMOR: ADULTERIO

EL ADULTERIO, OFENSA GRAVE A LA DIGNIDAD DEL AMOR MATRIMONIAL: “NO COMETERÁS ADULTERIO” (EX. 20, 14)

"Jesús, absolviendo a la mujer de su pecado, la introduce en una nueva vida, orientada al bien: "Tampoco yo te condeno; vete y en adelante no peques más" 
(Cf. Jn. 8, 10 - 11). 



«Él le dice: - Anda, llama a tu marido y vuelve. La mujer le contesta: - No tengo marido. Jesús le dice: - Tienes razón, que no tienes marido: has tenido ya cinco, y el de ahora no es tu marido. En eso has dicho la verdad» (Jn. 4, 16-18)



Una de las formas de infidelidad conyugal es el adulterio. Se suele definir como la relación sexual entre un hombre y una mujer, uno de los cuales – al menos – está casado. Constituye una de las AMENAZAS más grave contra el matrimonio.
El adulterio aparece condenado abiertamente en la Escritura. En el AT se advierte la malicia y la gravedad de desear la mujer del prójimo. Y en el NT, confirma y proclama la gravedad de este pecado. El Señor lo condena y lo enumera entre los pecados que manchan al hombre (Mt. 15, 19; Mc. 7, 21 ss). “Habéis oído que fue dicho: no adulterarás. Pero yo os digo que todo el que mira a una mujer deseándola, ya adulteró en su corazón” (Mt. 5, 27-28).

LA MAGNITUD DEL PECADO DEL ADULTERIO.
Muchas veces podrías confundir la gravedad de este pecado según el tamaño del escándalo si te descubren o no. Y creer que con sólo que nadie se dé cuenta no estás hiriendo a nadie más que a ti mismo. En realidad, este pecado tiene que ver con algo mucho más profundo, que es el romper tu alianza con Dios y por supuesto con tu esposa - esposo.
Dios te ha limpiado (Ezequiel 16, 5-14), te ha curado, te ha prestado su Nombre Santo. En pocas palabras, te ha dado DIGNIDAD. Una dignidad que no es tuya sino que proviene de Él, y te la ha dado para que puedas hacerte uno con Él en la Santa Eucaristía y que puedas ser depositario del Espíritu Santo. Al romper tu alianza con Él – Ella (Ezequiel 16,15-22) y unirte a otra persona en total pecado destruyes todo lo bueno que Dios te ha dado, a ti mismo, destruyes en tu esposa - esposo lo mas intimo y sensible de su ser, expones a tus hijos a terribles consecuencias por tu pecado. Dios te ha ido pausadamente convirtiendo el corazón de piedra por un corazón de carne (Ezequiel 11,19-20), capaz de amar, de tener consciencia de tus propios actos, si te mantienes en contacto con el pecado ese proceso se revierte y te vuelves incapaz de sentir, de que te importe alguien más que tú mismo y en ese momento es cuando te conviertes en un ser completamente egoísta y como que te hubiesen apagado el cerebro.
Por lo tanto, rompe con eso YA, de una vez. Al engangrenado no le dan tiempo de espera, le cortan el miembro podrido antes de que muera. Recuerda esto: EL ADULTERIO NO SOLO TE MATA A TI, SINO QUE TE LLEVAS MUCHA GENTE CONTIGO.
El adulterio, como nos recuerda nuestra fe, es incompatible con la fidelidad reclamada por el amor conyugal. Es la RUPTURA  misma de ese amor (Constitución Pastoral Gaudium et Spes, n. 49). Es un pecado grave contra la castidad y la justicia.
El adulterio entraña la PÉRDIDA DEL SIGNIFICADO ESPONSÁLICO DEL CUERPO.
Podemos concluir diciendo que: “por una aventura amorosa extramatrimonial se puede hundir la felicidad de la familia”.
Pero cuestionémonos: ¿Por qué ocurre esto? ¿Cómo se llega sin saber poner límites? Diremos más adelante otras cosas. Pero una primera cuestión es: por bobalicones, por ponerse y exponerse al peligro. No se llega ordinariamente al adulterio de golpe, sino después de una serie de ligerezas, de imprudencias y de concesiones. Al principio se resiste, y se ve con horror avecinarse la tragedia. Pero si se empieza a hacer concesiones pequeñas está todo perdido. Cada vez se cederá más. Siempre menos de lo que la tentación pide, pero las concesiones irán en aumento. La tragedia será casi irremediable.
Por eso deben tomarse toda clase de precauciones antes de que sea demasiado tarde. Los esposos deben ayudarse en este punto evitando las ocasiones. Pero también deben evitar el no menos grave peligro de celos infundados que son la ruina de la paz conyugal.
Dice el Catecismo, hablando de la malicia moral del adulterio: “que es una INJUSTICIA. El que los comete falta a sus COMPROMISOS. LESIONA el signo de la Alianza que es el vínculo matrimonial. QUEBRANTA el derecho del otro cónyuge y  ATENTA contra la institución del matrimonio, violando el contrato que le da origen. COMPROMETE el bien de la generación humana y de los hijos, que necesitan de la unión estable de los padres” (CEC. n. 2381)

PASOS, QUE SE DAN PARA EL ADULTERIO
Siguiendo al Padre J. Loring, que decía: Un marido absorbido por su trabajo.
-         Su mujer se siente sola.
-         Ella se encuentra casualmente con un hombre que resulta amable y atento.
-         Se deja llevar con la imaginación lo que sería un matrimonio con este segundo hombre.
-         Una circunstancia ocasional y un beso furtivo con este segundo hombre.
-         Necesidad de repetir este momento.
-         Después, el adulterio, una familia deshecha, y, puede ser, que la condenación eterna.
Es un proceso lento pero seguro, si no se corta al principio radicalmente (ojo con: ligerezas, imprudencias y concesiones)

El sentimentalismo suele ser una de las causas por las que una persona buena puede llegar también al adulterio:
-         Se encuentra con otra que atraviesa una situación difícil.
-         Su buen corazón le inclina a ayudarla, no viendo ningún peligro en ello.
-         Nace el afecto entre los dos. 
-         Ella se siente agradecida y comprometida a complacerle en todo, etc.

EN UNA RELACIÓN ADULTERA (O DE PECADO) NO HAY AMOR.
La amante del hombre puede ser una profesional que va buscando hombres casados para vaciarles la cartera. Es una mujer de cuatro letras, que en lugar de trabajar en la calle lo hace en lugares lujosos: es una profesional del vicio. Otras veces puede ser una mujer ingenua que insensiblemente se enreda en un amor prohibido. Aunque ingenua no deja de ser culpable pues sabe que aquel corazón ya tiene dueño.
Dios es EL AMOR, dice San Juan (1 Juan 4, 8), por eso el amor solo puede estar realmente en relaciones bendecidas por Él, cuya pureza permita que Su Espíritu resida en ambos (por eso es tan importante tener el sacramento del matrimonio). Es por eso que los novios que caen en fornicación terminan mal, porque el amor se va de allí y deja su espacio para el pecado. Sabiendo eso, no vengas con el cuento de que “amas” a la otra – al otro, llámale enamoramiento enfermizo, sexo, vicio lo que quieras pero AMOR NO HAY ALLÍ.
No salgas con falsas lastimas para no cortar por lo sano: “pobrecita ella (la otra – el otro) la (lo) voy a hacer sufrir”. ¡Pobrecito tú! que te estás condenando y condenándola, pobrecita tu familia que sin merecerlo va a tener que pasar por un infierno hasta que tú salgas de ese estado. Esa relación está destinada al anatema, a que no quede piedra sobre piedra. No te tengas ni le tengas lastima o no saldrás de allí. Recuerda: no intentes mezclar el pecado con lo sagrado.

SIN RAZONES. NINGÚN PECADO TIENE JUSTIFICACIÓN.
Carece de valor las razones con las que se quiera JUSTIFICAR las relaciones extra matrimoniales. En el fondo, por no valorar adecuadamente la corporeidad humana, no se percibe que la sexualidad posee una significación intrínseca e inmanente a sí misma, que no depende de la que quiera conferirle la voluntad humana. Por eso hay actos intrínsecamente malos. Y el fin nunca puede justificar los medios, menos en el adulterio.
Si realmente quieres salir de allí no intentes buscar “empate técnico”. Es decir no quieras justificarte con el estado de cómo estaba tu matrimonio, o que tu cónyuge hizo lo mismo, o que tu esposa (o) es muy ________________, ponle el adjetivo que quieras poner en ese espacio (“enojada (o)”, “gritona – gritón”, “poco cariñosa cariñoso”, LO QUE QUIERAS). No importa qué. Eso no justifica que tú hayas caído en semejante hoyo. No quieras embadurnar a tu esposa – esposo, o a tu familia con tu pecado. Tú y nadie más que tú DECIDISTE en un momento caer en eso.
Tampoco le eches la culpa a la “mala mujer” que te engaño, porque esas historias del esposo inmaculado al que la mujer mala engaña solo suceden en las novelas. Y tú y yo sabemos que es así. Detrás del pecado siempre hay toneladas de malicia, el pecado no es espontáneo, siempre es planeado, para caer pasas por todo un proceso de caída en el que podías haber dicho basta y regresar a Dios y a la dignidad que Él te dio. Recuerda: la completa responsabilidad de lo que ha pasado es tuya.

¿CÓMO SALIR?
El primer paso es LA CONFESIÓN. Y nada de buscar un padrecito perdido en no sé qué pueblo a no sé cuántos kilómetros de tu casa (eso es malicia). Busca uno que te conozca, que conozca tu esposa y, a ser posible, que conozca tu historia, para que te hable con propiedad.
¿Quieres salir verdad? Pues tienes que hacer el siguiente paso después de confesarte: la temida confesión conyugal. Te lo puedo escribir en piedra: si no hablas con tu esposa no sales aunque te vayas a confesar a diario por lo mismo. De entrada te lo digo, no le vas a decir a tu esposa que se ha ganado la lotería, así que no te hagas el fresco, sin cuestionamientos, sin querer buscar el empate, ni nada. Lo que te diga es poco para lo que te mereces, sobre todo no lo hagas con tus hijos cerca, ella tiene todo el derecho del mundo de decirte todo lo quiera, le has herido donde duele y a lo único que puedes apelar es a que te tenga misericordia. Así como es la enfermedad es la medicina, dicen.
Rompe de tajo con LA RELACIÓN ADULTERA y ¡no intentes por ningún motivo querer llevar a la par de tu reconciliación la relación adultera! ¡Entrega el timón hermano! ¡Entrégalo! Mírate a ti mismo como a un drogadicto: TE HAS ENVICIADO EN EL PECADO, necesitas que te cuiden de ti mismo mientras aprendes a cuidarte un poco tú solo. Recuerda: del adulterio no puedes salir de pie. ¡SE SALE DE RODILLAS Y DE LA MANO DE TU ESPOSA! Si no te pones de rodillas, no pasas por la pequeña puerta de salida y, si tu esposa no te lleva, no encuentras la salida.
Recuerda que EL AMOR DE DIOS ES MÁS GRANDE QUE TU PECADO, agárrate de Él. Pase lo que pase no sueltes la Iglesia. Tú, sin la Palabra de Dios, eres hombre muerto. Hermano, hermana, si tienes recta intención de salir, prepárate para ver qué poderoso es el brazo del Señor y que Él puede devolver la dignidad a tu vida.
Estamos en Cuaresma, tiempo de conversión, de cambio. La Iglesia, al hacernos meditar estos pasajes de la vida de Cristo, nos recuerda que, en el tiempo de Cuaresma, en el que nos reconocemos pecadores, llenos de miserias, necesitados de purificación. Te puede servir estas palabras del Papa Francisco: “Se ha dicho que la única verdadera tristeza es no ser santos; podríamos decir también que hay una única verdadera miseria: no vivir como hijos de Dios y hermanos de Cristo”.
En este tiempo de Salvación el Papa nos invita a salir de: La miseria moral, que consiste en convertirse en esclavos del vicio y del pecado
En la confesión de nuestros pecados nos dejamos abrazar por Dios Padre en su infinita misericordia.


Pbro. Williams R. Campos



INFIDELIDAD CONYUGAL

INFIDELIDAD CONYUGAL


"Cada uno es tentado por sus propios deseos que le atraen y seducen; estos deseos, una vez concebidos, engendran el pecado, y el pecado, una vez crecido, engendra la muerte" (Carta de Santiago 1, 14-15).

LA VIDA MISMA
Fernanda acude al confesonario donde se encuentra don Pedro; éste advierte enseguida que tiene poca formación y que quiere hablar y desahogarse, más que confesarse. Le cuenta, entre lágrimas, que ha descubierto que su esposo, Luis, le ha sido infiel: él mismo lo ha reconocido al saber que Fernanda había escuchado una conversación con la otra mujer. Fernanda comenta que no sabe qué hacer: está pensando pedir la separación, pero teme los comentarios a que daría lugar y el daño para sus dos hijos, de 10 y de 7 años. Dice que Luis le ha pedido perdón y no se quiere separar, pero que ella ya no se fía de su sinceridad.
A través de algunas preguntas, don Pedro se entera de que Fernanda tiene cerca de 40 años, que contrajeron matrimonio hace unos 15, y que su posición económica y social es alta: Luis es un hombre muy activo, manager de una empresa donde tiene como secretaria a Rita, la otra mujer, soltera y bastante más joven que Fernanda.
Al hablar sobre la práctica religiosa, Fernanda dice que van a misa algunos domingos al año, y que cuando visitan a sus padres, que son muy practicantes, ella acompaña a su madre a la iglesia y alguna vez se ha confesado de faltas pequeñas. Don Pedro le pregunta si no le hubiera gustado tener más hijos, y entonces viene a saber que su conducta matrimonial es muy desarreglada, aunque Fernanda no parece darle importancia. Ya antes de casarse habían vivido juntos, y después han usado habitualmente métodos anticonceptivos. Llevan una intensa vida social, y en su ambiente no es normal tener más hijos. A ella le hubiera gustado tener uno más, pero ahora se da cuenta de que hubiera sido peor.
Don Pedro la invita entonces a dejar por un momento el problema que la ha traído al confesonario, y afrontar otro mayor, que está en la base: sus relaciones con Dios. Le hace ver su infidelidad a Dios, y le explica qué es el pecado, la confesión y el perdón de Dios. Después le ayuda a comprender que al comportarse así, tampoco ha sido buena esposa ni buena madre, como Dios quiere. Ella lo reconoce, y agradece que el sacerdote le diga claro que ha vivido hasta ahora de un modo bastante egoísta y materialista, en esos aspectos graves y en muchos detalles pequeños de la convivencia diaria: dice que por primera vez siente que le están quitando un peso de encima. Sin embargo, poco después protesta, diciendo que todo eso no justifica lo que ha hecho su marido, y que es él quien tiene la culpa. Don Pedro le da la razón en esto, pero le hace ver que su modo de actuar, muy poco cristiano, quizá ha facilitado la infidelidad de su esposo, y que para poner remedio quizá tiene que empezar cambiando ella misma.
Don Pedro se da cuenta de que Fernanda sigue queriendo a su marido, e intuye que también él desea salvar el matrimonio: su actuación parece haber sido producto de ligereza en el trato con la secretaria, ayudada por la tensión de trabajo y la frivolidad del ambiente en el que se mueven, donde estas cosas se llaman "aventuras". Ahora Luis está asustado de las consecuencias que puede tener.
Para no prolongar más la confesión, don Pedro da algunos consejos a Fernanda, con el fin de prepararla a recibir la absolución y le dice:
a) lo primero es que ella pida perdón a Dios por sus pecados y haga el propósito de cambiar; 
b) que dentro de su alma debe perdonar a su marido, como Dios la perdona a ella; 
c) que ha de comenzar a rezar, a pedir ayuda a Dios, a asistir a Misa todos los domingos, a cumplir sus deberes de madre sacrificando su comodidad para formarles y darles buen ejemplo, etc.; 
d) que ha de cumplir sus deberes de esposa, y que el principal es acercar a Dios a su marido, más aún teniendo en cuenta que hasta ahora ha contribuido en cierta medida a que se apartara de Él; 
e) que hay que hacer lo posible para que su esposo deje de ver a la otra mujer: si es necesario, tendrá que cambiar de trabajo, o hacer que cambie esa persona; si su esposo dudara, debe mostrarse firme; si logra acercarle a la confesión, también ahí se lo exigirán claramente; 
f) que no tiene el estricto deber de reanudar la vida conyugal, pero que es muy aconsejable que lo haga, por amor a Dios y por el bien de su esposo y de sus hijos, renunciando a la posibilidad de separarse; 
g) que en la vida conyugal no debe impedir que vengan otros hijos usando medios anticonceptivos; al contrario, puesto que es muy posible superar la situación, sería muy bueno que los pidiera a Dios.
Fernanda asiente sinceramente a todo, y don Pedro, después de recordarle que este paso es muy importante, pero sólo el primero de un camino de vida cristiana que tiene que recorrer, le da la absolución.

INTERROGANTES:
1º) ¿Qué se entiende o cual es la materia sobre la separación matrimonial por causa de adulterio, y la reanudación de la vida conyugal? 
2º) ¿Qué decir sobre el Comentario sobre los consejos del confesor, u otros posibles?


SOBRE LA SEPARACIÓN MATRIMONIAL POR CAUSA DE ADULTERIO, Y LA REANUDACIÓN DE LA VIDA CONYUGAL.

EL DERECHO Y EL CONSEJO
El pecado de adulterio y sus consecuencias, morales y jurídicas, ha sido ampliamente considerado desde el tiempo de los Padres de la Iglesia. La autoridad de la Iglesia, en diversos momentos, ha señalado que entre las consecuencias de ese pecado está el derecho que asiste al cónyuge inocente de pedir la separación matrimonial. Es el adulterio la única causa que podría justificar una separación perpetua entre los cónyuges, si bien el cónyuge inocente retiene el derecho a reanudar la vida conyugal, con lo cual renacerá el derecho y la obligación extinguidas.
En la actualidad el canon 1152 considera ampliamente esa situación. En primer lugar establece lo siguiente: “se recomienda encarecidamente que el cónyuge, movido por la caridad cristiana y teniendo presente el bien de la familia, no niegue el perdón a la comparte adúltera ni interrumpa la vida matrimonial...”. Esto supone que se debe hacer todo lo posible para obtener el perdón por parte de la víctima en aras a la caridad cristiana y al bien de la familia. Pero en la norma de la Iglesia también se indica que, de todas formas, al cónyuge inocente le asiste el derecho “a romper la convivencia conyugal” siempre que en el caso se cumplan las determinaciones que establece el canon

ACTITUDES CONCRETAS
a) La caridad, por tanto, recomienda que el cónyuge inocente perdone, disculpe, y sea causa de que quien es culpable pueda rectificar y reiniciar una vida matrimonial según la verdadera justicia y amor. Es este medio el primero y fundamental que deben intentar lograr quienes tengan que asesorar, tanto en el fuero interno (confesión y dirección espiritual) como en el fuero externo. 
b) La razón que explica el derecho del cónyuge inocente a separarse depende de que el adulterio supone un atentado directo contra el cónyuge inocente, equivaliendo a negarle como cónyuge. El ius in corpus, tropieza en el cónyuge culpable, para que pueda usar de su derecho, con el óbice la oposición justificada del otro cónyuge.
c) El canon también establece que el cónyuge que pretende separarse por ese motivo, no tendría el derecho a hacerlo si “hubiera consentido en el adulterio, o hubiera sido causa del mismo, o él hubiera también cometido adulterio”.
d) También se impide la separación perpetua entre los cónyuges por causa de adulterio en cuanto medie condonación o perdón otorgado por el cónyuge ofendido. Esta condonación puede ser expresa, tácita o presunta (cfr c. 1152 §§ 2 y 3). “La condonación tácita” se verifica “si el cónyuge inocente, después de haberse cerciorado del adulterio, prosigue espontáneamente en el trato marital con el otro cónyuge (...) la condonación se presume si durante seis meses continúa la convivencia conyugal, sin haber recurrido a la autoridad eclesiástica o civil” (c. 1152 § 2). Es muy de alabar que el cónyuge inocente admita al otro a la vida conyugal; “y en ese caso, renuncia al derecho de separarse”.(c. 1155).
e) Si un fiel, después de que su cónyuge ha cometido adulterio, llega a un confesor, o llega a alguien en el fuero externo, diciendo que ya ha roto la convivencia matrimonial por esa causa, el consejo que se le debe dar según recomienda la caridad es que intente reiniciar la convivencia perdonando la culpa. Además se le debe advertir que, según exige la justicia, no puede tomar la decisión de separarse sin más, pues la Iglesia indica que “debe proponer en el plazo de seis meses causa de separación ante la autoridad eclesiástica competente”. La autoridad de la Iglesia, una vez planteada formalmente la separación volverá a considerar “si es posible mover al cónyuge inocente a que perdone la culpa y no se separe para siempre” (c. 1152 § 3).
f) La Iglesia, con tal que no se prevea que las sentencias ante tribunales civiles sean contrarias al Derecho divino, reconoce la posibilidad de acudir al fuero civil (cfr c. 1692 § 2).

RESPONSABILIDAD Y BUEN CONOCIMIENTO DE LA DOCTRINA POR PARTE DE LOS CONFESORES
Todos los consejos del confesor son oportunos y, sobre todo, eficaces pues consiguen no sólo que se evite la ruptura de la convivencia conyugal, sino que la penitente inicie un verdadero camino de conversión. 
Normalmente no se podrán dar tantos y tan detallados consejos, y normalmente tampoco habrá que entrar en particulares distinciones normativas, pero eso no debe impedir que los confesores tengan el conocimiento necesario sobre una cuestión que, con facilidad, se hurta de la responsabilidad eclesial y se reconduce sin más ante abogados y tribunales civiles. En estos casos no es extraño que los cónyuges que quieren separarse encuentren rápidos apoyos en el entorno social, y lo que es peor que muchas de esas situaciones acaben siendo reconducidas como casos de divorcio.

Para las situaciones en las que el cónyuge inocente resuelva definitivamente por la separación, se debe recordar que en la elección de abogados se debe optar por profesionales respetuosos con la moral cristiana y las normas de la Iglesia sobre separación (cfr. c. 1692). En estos casos también puede ser oportuno explicar la diferencia que existe entre separación y divorcio.