12 de mayo de 2014

REPARACIÓN Y DESAGRAVIO.





El silencio es indispensable para la oración y para la adoración, porque la voz de Dios es suave como el susurro. Dios no habla en el bullicio; Dios no habla en el estruendo, en el terremoto, sino “en la brisa suave” (cfr. 1 Re 19), y quien no aquieta sus pensamientos, no puede escucharlo y solo se escucha a sí mismo. Pidamos ayuda a María Santísima para que nuestra humilde oración llegue a los pies del trono del Cordero en los cielos. Ofrezcamos una Hora Santa – lo que tu corazón quiera regalar a Dios – en honor, desagravio y reparación por los ultrajes al Santísimo Sacramento, al Sagrado Corazón de Jesús y contra el Inmaculado Corazón de María Santísima.
Que digamos “Jesús, queremos desagraviar a tu Cuerpo, Sangre, Alma y divinidad, por los ultrajes recibidos. Te ofrezco esta Hora Santa en reparación y desagravio por este inaudito ultraje al Santísimo Sacramento reservado en el Sagrario que fue profanado. Pedimos por la conversión de quienes están detrás de tan alevoso ataque, porque se encuentran –evidentemente – movidos por un odio preternatural – diabólico –, no humano, y por lo tanto, al tiempo que reparamos por este satánico ataque contra Jesús, contra la Virgen, contra el Santo Padre Francisco, contra la Santa Iglesia Católica, contra los católicos en general, pedimos la conversión de los pobres pecadores que han pergeñado este tristísimo mal”.

Por eso te repito, por tres veces: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”.
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón, y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Haz un canto: puede servirte “cantemos al Amor de los amores” u otro que conozcas e inmediatamente reflexiona en tu interior en lo que a continuación te ofrezco.
1. Oh Jesús Eucaristía, Tú te revelaste a Santa Margarita de Alacquoque y le mostraste tu Sagrado Corazón palpitante de Amor, y le manifestaste los abismos insondables del Amor con el que amaste a los hombres: “Mira este corazón que tanto ha amado a los hombres”.
Fue el Amor, y no otra causa, el que te llevó a encarnarte en el seno virgen de María, para que Ella te revistiera a Ti, Dios Invisible, con su carne y su sangre, y así fueras visible al tener un Cuerpo, el cual luego habrías de ofrecerlo en sacrificio en la Cruz.
Fue el Amor insondable de la Trinidad el que te llevó a padecer la más amarga agonía en el Huerto de los Olivos, llevando sobre Ti los pecados de todos los hombres, también los pecados míos, pecados que te horrorizaron al contemplar su fealdad y malicia extrema, que ofenden la majestad, la belleza y la santidad divinas.
Fue el Amor el que te llevó a soportar la triste y amarga traición de tus discípulos, a quienes habías llamado “amigos” en la Última Cena: Judas Iscariote primero y Pedro después, y aunque este último se arrepintió y luego dio su vida por ti, no sucedió lo mismo con Judas, por quien suplicaste hasta el último momento que no se fuera al infierno. Quien se condena lo hace libremente, por despreciar las ardientes llamas de tu Sagrado Corazón, como Judas Iscariote, que por despreciarlas en esta vida, ahora arde con dolor extremo y sin.
Fue el Amor quien te llevó a sufrir una agonía más dura que la misma muerte, y a derramar gruesas gotas de sangre en el Huerto de los Olivos, al contemplar cuántas almas habrían de despreciarte, manifestándote indiferencia en vez de amor, corriendo enceguecidas hacia la eterna perdición.
Fue el Amor el que te llevó al sacrificio de la Cruz y a dar tu vida para nuestra salvación, en medio de los dolores más lancinantes y profundos que jamás nadie pueda soportar, porque querías con este sacrificio de tu Cuerpo y de tu Sangre quitarnos nuestros pecados, concedernos la filiación divina, y quedarte con nosotros “hasta el fin de los tiempos”, dejándonos como consuelo celestial tu Presencia Eucarística, a través de la cual continúas derramando torrentes inagotables de Amor infinito.
¡Oh Jesús Eucaristía, es en agradecimiento a este insondable Amor, cuyas profundidades y abismos infinitos no podremos jamás, ni siquiera en toda la eternidad, comprender en su majestuosa grandeza, al cual queremos rendir homenaje de adoración en esta Hora Santa, pidiéndote nos alcances al menos una pequeñísima llama de las que envuelven tu Sagrado Corazón, para que nuestros pobres corazones puedan amarte con tu mismo Amor!
Reflexiona en profundidad lo que acabas de leer. Luego prosigue la lectura, anotando propósitos firmes para seguir al Señor.

2. Jesús Eucaristía, al revelarte a Santa Margarita, le hiciste saber que cada latido de tu Sagrado Corazón manifiesta al mundo la potencia infinita del Amor de Dios, pero le hiciste saber también que en cada latido tuyo, tu Corazón se estremecía de dolor, causado por las espinas que a su alrededor habían colocado los hombres con sus pecados y con sus maldades, principalmente sus indiferencias, sacrilegios e ingratitudes hacia tu Presencia Eucarística.
Dichos hombres harían vano tu sacrificio en Cruz, despreciando el Santo Sacrificio del Altar, la Santa Misa, negándose a alimentarse de las llamas de Amor que envuelven tu Sagrado Corazón Eucarístico. Es esto lo que quisiste decir, cuando dijiste a Santa Margarita: “He aquí el Corazón que tanto ha amado a los hombres y que no ha ahorrado nada hasta el extremo de agotarse y consumirse para testimoniarles su amor. Y, en compensación, sólo recibe, de la mayoría de ellos, ingratitudes por medio de sus irreverencias y sacrilegios, así como por las frialdades y menosprecios que tienen para conmigo en este Sacramento de amor”.
Estas ingratitudes e indiferencias, sacrilegios e irreverencias, que fue lo que más dolor te causó, lo tendrías en nada si al menos los hombres, dejando de lado el mundo y sus vanas – y muchas veces perversas- atracciones, correspondieran aunque sea mínimamente a tu amor: “Eso fue lo que más me dolió de todo cuanto sufrí en mi Pasión, mientras que si me correspondiesen con algo de amor, tendría por poco todo lo que hice por ellos y, de poder ser, aún habría querido hacer más. Mas sólo frialdades y desaires tienen para todo mi afán en procurarles el bien”.
Los pecados de los hombres – entre los cuales están los míos – no pasan desapercibidos a la Justicia Divina, y aun cuando los hombres piensen que nadie los ve ni se entera porque los cometan en la noche, aprovechando las tinieblas, sus consecuencias se hacen sentir en su Santísimo Cuerpo. Es esto lo que le mostraste a Santa Margarita cuando una vez te presentaste delante de ella cargando con la Cruz, cubierto de llagas y de sangre y le dijiste con voz dolorosamente triste: “¿No habrá quien tenga piedad de mí y quiera compartir y tener parte en mi dolor en el lastimoso estado en que me ponen las pecadores sobre todo en este tiempo?”.
Ante tanta maldad del corazón humano, que descarga sobre ti los golpes más duros e inmisericordiosos con los pecados de sus corazones, dame la gracia de comprender cómo son mis pecados los que te reducen a un estado penoso al golpearte sin piedad y provocarte heridas de las cuales brota tu Preciosísima Sangre; dame esta gracia, así si al menos las penas del infierno no me detienen para cometer pecados, sí me detengan las heridas que impiadoso te provoco con esos mismos pecados.
Reflexiona en profundidad lo que acabas de leer. Luego prosigue la lectura, anotando propósitos firmes para seguir al Señor. Puedes añadir un canto: “perdóname Señor crucificado” u otro que sepas.

3. Sagrado Corazón de Jesús, cuando contemplamos los latidos de tu Corazón, nos parece estar contemplando un corazón humano más, que late con el ritmo cardíaco con el que lo hace cualquier otro corazón humano, pero no es así: se trata del Corazón del Hombre-Dios; se trata del Corazón del Verbo de Dios hecho Carne; se trata del Corazón de Dios Hijo que, sin dejar de ser Dios y por lo tanto, Espíritu Purísimo y Perfectísimo, se hace al mismo Carne y Músculo cardíaco, para latir al ritmo del Amor Divino, para transmitirnos en cada latido la potencia infinita del Divino Amor y de la Divina Misericordia. Siendo Tú el Amor y la Misericordia Divina en Persona, para manifestarte visiblemente a los hombres, sin dejar de ser lo que eres, te convertiste en músculo cardíaco, en un Corazón Viviente, en el Sagrado Corazón, que late y contiene en sí al Espíritu Santo, al Amor Divino, y es por eso que las llamas del Amor de Dios arden en Ti y te consumen y ardes en deseos de comunicarlas a quienes quieran recibirlas con fe y  con amor. ¡Oh, Jesús Eucaristía, henos aquí, con nuestros corazones, haz que María Santísima, Nuestra Madre amantísima, convierta nuestros duros corazones en corazones de hierba y pasto seco, para que cuando te recibamos en la comunión, nuestros corazones ardan de amor al contactar con las Llamas ardientes del Fuego de Amor que abrasa tu Sagrado Corazón!
Breve silencio para meditar.

4. Sagrado Corazón de Jesús, la contemplación del Amor de tu Corazón da paso al horror cuando constatamos el enorme daño que nuestros pecados provocan a tu Corazón, porque nuestros pecados están representados en la corona de espinas que rodean, estrechan, aprisionan y desgarran al Sagrado Corazón en cada latido. Y así, a cada latido tuyo, en donde expresas la potencia infinita del infinito Amor Divino, sufres al mismo tiempo la potencia indecible de la cruel malicia del corazón humano que está representada y materializada en las espinas de la corona. Las espinas, las gruesas y afiladas espinas que rodean, rasgan y desgarran el músculo cardíaco en cada latido, en cada sístole, en cada diástole, en cada contracción y en cada expansión de tu Sagrado Corazón, provocándote lacerantes heridas y atroces dolores, son la materialización y representación de todas las especies de pecados de que somos capaces de cometer los hombres. En esas espinas están representados, contenidos, materializados, simbolizados, actualizados, todos y cada uno de los pecados cometidos por todos los hombres de todos los tiempos, desde los más leves, hasta los más aborrecibles y abyectos pecados que ni siquiera puedan ser concebidos por mente alguna. En esas espinas están materializados los pecados que los hombres, creados por Ti para amarse mutuamente en tu Amor Santo, cometen día a día, sin cesar, y no dejan de hacerlo, buscando incluso formas nuevas y más atroces de destrozarse mutuamente con más eficacia y con más brutalidad, con más odio y con más placer. Es por esto que, a cada latido tuyo, que dice: “¡Amor!”, el hombre te responde: “¡Odio!”, y así cada latido significa para Ti la muerte, porque el dolor es insoportable, tanto cuando el músculo cardíaco se expande, en la diástole, y las espinas dan de lleno contra la carne, como cuando el músculo cardíaco se retrae, para contraerse, en la sístole, y las espinas se retiran, desgarrando la carne en su retirada. Tanto en la sístole, como en la diástole, es decir, en cada latido, tu dolor por nuestros pecados, Sagrado Corazón, es insoportable. Permítenos entonces, oh Sagrado Corazón, llorar nuestros pecados, a los pies de la Virgen Dolorosa, para que uniendo nuestras lágrimas a las de la Virgen, reparemos por nuestros pecados y los del mundo entero. Amén.
Breve silencio para meditar.


5. Sagrado Corazón, la cruz que está en la base de tu Corazón, nos enseña que es el único camino para ir al cielo. La cruz es el Camino Real para ir al cielo y no hay otro posible. Se engaña quien pretende salvarse por otro camino que no sea el Camino Real de la Cruz, el camino que está señalado por tus huellas y por tu Sangre, el camino regado por las lágrimas de la Virgen Dolorosa, el camino que por el dolor de la Pasión lleva a las alegrías eternas del cielo, el camino que por la muerte de cruz lleva a la gloria de la resurrección, es el camino que Dios Padre nos ha señalado, es el Camino Verdadero, en donde encontramos la Vida eterna; la cruz es el Camino seguro, en donde estás Tú con los brazos abiertos, para fundirnos en un abrazo eterno y llevarnos al Padre al Reino de los cielos, en cuya morada santa viviremos para siempre. La cruz que está en la base de tu Sagrado Corazón, oh Jesús, nos dice que debemos morir a nosotros cada día, para poder llegar al cielo, y esto no de una manera metafórica, sino real, porque no podemos entrar al cielo con el hombre viejo, cargados de pasiones; no podemos entrar al cielo con ira, con lascivia, con borrachera, con pereza, con mentiras, con toda clase de maldades. Solo entraremos en el cielo renovados por la gracia, y solo seremos renovados por la gracia cuando seamos crucificados junto a Ti, y solo seremos crucificados cuando carguemos la cruz de cada día y, negándonos a nosotros mismos, marchemos tras de Ti, acompañados por tu Madre, siguiéndote por el Via Crucis, por el Camino Real de la Cruz. Sagrado Corazón de Jesús, que la contemplación de la cruz en la base de tu Corazón, renueve en nosotros el deseo negarnos a nosotros mismos, de tomar la cruz de cada día, y de seguirte camino del Calvario, para morir al hombre viejo y para renacer al hombre nuevo, como hijos de Dios, para el cielo, para la vida eterna.
Breve silencio para meditar.

6. Sagrado Corazón de Jesús, contemplamos ahora la herida abierta por donde fluye, incontenible, la Sangre, tu Sangre Preciosísima. A cada latido, se escapa por la herida abierta un chorro incontenible de Sangre roja, rutilante, brillante, que te pedimos que caiga sobre nosotros y sobre nuestros seres queridos y sobre el mundo entero, inundándonos por completo, porque esta Sangre que así fluye por esta herida abierta por la lanza, no es una sangre cualquiera: esta Sangre es Preciosísima porque es la Sangre del Cordero, que contiene al Espíritu Santo, el Amor del Padre y del Hijo. La potente pulsión del Sagrado Corazón de Jesús representa la efusión ad extra del Amor trinitario; es el mismo Amor que se espiran mutuamente al interno de la Trinidad el Padre y el Hijo. La efusión de Sangre del Sagrado Corazón es también la respuesta de Dios al deicidio del hombre; Dios responde con la Misericordia Divina al odio humano. ¡Oh Sagrado Corazón traspasado de Jesús, que a nuestras iniquidades respondes con la efusión del Espíritu Santo, el Amor Divino, contenido en tu Preciosísima Sangre! ¡Concédenos una sed ardiente de tu Sangre bendita, para que nada deseemos que no sea saciar nuestra sed en tu Costado traspasado!
Breve silencio para meditar.

7. Sagrado Corazón de Jesús, contemplamos ahora las llamas que envuelven tu Corazón. Son llamas que nacen de lo más profundo de tu Corazón, porque esas llamas representan al Amor Divino, que es Fuego de Amor Divino, el Espíritu Santo, el Amor que el Padre te espira desde la eternidad, y que Tú espiras al Padre también desde la eternidad. Las llamas –dulces, suaves, de tierno y suave amor- representan y simbolizan al Amor trinitario, al Amor que es tan fuerte, que es Persona Trinitaria, la Tercera Persona de la Trinidad, el Amor que el Padre le dona al Hijo y que el Hijo le dona al Padre en la eternidad, y que el Padre y el Hijo, en un exceso de amor que asombra a los cielos, quieren donar a los hombres por medio del Sagrado Corazón, y para eso encienden la Carne Sagrada del Corazón del Verbo, como si fuera una Brasa ardiente y viva que desea hacer arder en el Amor Divino a todo aquel que se le acerque con humildad, con fe y con amor. Pero los hombres –o al menos, la inmensa mayoría de ellos-, desprecia este don que la Santísima Trinidad les hace en la Sagrada Eucaristía, y es así que a esta Brasa Ardiente de Amor Divino la dejan arder sola, día y noche, en el sagrario, porque eligen morir congelados en los gélidos amores mundanos, antes que ser abrasados por el dulce Amor del Sagrado Corazón. ¡Oh Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús! ¡Haz que nuestros corazones sean como la hierba seca, para que al contacto con tu Corazón Eucarístico, en la comunión, ardan con las llamas del Fuego del Amor Divino, en el tiempo y en la eternidad! Amén.
Reflexiona en profundidad lo que leíste desde el punto 3 hasta el 7. Luego prosigues la lectura.

8. Jesús, reparamos y pedimos perdón por el pecado de acedia, la pereza espiritual, el pecado que arrasa las almas de los bautizados, los templos del Espíritu Santo, como un huracán devastador que destruye y deja todo devastado a su paso. La acedia es un mal particular de nuestro tiempo: todo parece más “divertido” e “interesante” que Dios; todo merece atención, dedicación, menos Dios. Si un poderoso de la tierra llamara a los hombres, no dudarían un instante en abandonarlo todo por obtener aunque sea un segundo de su dádiva; si un ídolo del fútbol mundial les concediera a los niños y a los jóvenes una sonrisa y un momento de atención personal, no dudarían en hacer todo lo que esté a su alcance para lograrlo; pero si es el mismo Dios el que desde el sagrario les pide unos minutos de su atención, una sonrisa del corazón, una elevación del pensamiento, un homenaje de la mente y un obsequio de amor, encuentran miles de pretextos para no hacerlo, para postergarlo, primero temporalmente, y luego definitivamente. El pecado de acedia es el mal que asola y devasta el templo de los bautizados, el alma de los hijos de Dios, y por ese pecado, en el que nosotros mismos hemos caído y caemos repetidas veces, te pedimos perdón y reparamos, oh Jesús, y te ofrecemos para ello tu mismo Corazón Eucarístico.
Breve silencio para meditar.

9. Jesús, reparamos y pedimos perdón por los que están involucrados en el horrible crimen del aborto, un crimen que lacera tu Sagrado Corazón doblemente, porque destruye una vida creada por Ti, una vida salida de tus manos, una vida a la que Tú hiciste a tu imagen y semejanza, y lacera también tu Sagrado Corazón porque Tú sufriste físicamente la muerte de todos y cada uno de los hombres en Getsemaní, y por lo tanto sufriste la muerte de cada uno de estos niños, con sus atroces dolores. Al meditar en sus espantosos dolores, provocados por los crudelísimos métodos inhumanos inventados por médicos que han traicionado a su profesión, comprendemos, oh amadísimo Jesús, cuánto has sufrido por nosotros, porque Tú sufriste en carne propia en Getsemaní el dolor y la muerte de cada uno de estos niños abortados, cargando sobre tus espaldas el pecado original con el que habían nacido e introduciendo en tu Sacratísimo Corazón sus dolores y sus muertes para infundirles el soplo del Espíritu Santo y trasfundirles tu Sangre Preciosísima, Sangre y Espíritu por medio de los cuales habrías de concederles la vida divina y conducirlos al Paraíso. Te suplicamos, oh amantísimo Jesús, por este abismo de Misericordia que es tu Sacratísimo Corazón, que no tengas en cuenta el pecado del aborto a quienes lo cometieron, y por la intercesión y los dolores del Inmaculado Corazón de María, concédeles, a quienes cometieron este horrible pecado a lo largo de la historia, el don del arrepentimiento perfecto y la salvación eterna.
Breve silencio para meditar.

10. Jesús, reparamos por los ateos, por los que no creen en ti, por los que no quieren creer en ti, por los que, violentando las señales que les transmite de continuo la hermosura de la Creación, toman la errónea decisión de no querer creer en Ti. Oh buen Jesús, no les tengas en cuenta esta mala elección; nosotros reparamos y pedimos perdón por ellos, y en su lugar, te damos gracias y te alabamos y reconocemos tu Sabiduría infinita y tu Amor eterno, Sabiduría y Amor que están presentes en cada átomo de la Creación, en cada segundo del tiempo y en toda la eternidad. No existen palabras adecuadas para describir, ni siquiera mínimamente, la grandiosidad y majestuosidad ni del microcosmos, ni del macrocosmos, pues es tal la magnificencia y esplendor con el que los has creado, y es tal la precisión científica y al mismo tiempo la hermosura y belleza artística y la poesía que se refleja en cada molécula y en cada partícula del Universo, que toda inteligencia que contemple tu Creación – visible e invisible – no puede hacer otra cosa que asombrarse y quedar sin palabras ante tanta maravilla y hermosura. Por este motivo, oh Buen Jesús, no tengas en cuenta el pecado de incredulidad en el que caen nuestros prójimos ateos; nosotros reparamos por ellos y, si merecen un castigo por su incredulidad, dánoslo a nosotros, porque nosotros, unidos a Ti en la Cruz, repararemos con gusto y daremos gloria, en el tiempo y en la eternidad, a la Trinidad, por toda la Creación, que refleja tu Sabiduría infinita y tu Eterno Amor.
Breve silencio para meditar.


11. Jesús, reparamos por los cristianos que beben su espiritualidad en fuentes heréticas, en las fuentes, las fuentes gnósticas y neo-paganas de la Nueva Era. Jesús, muchos cristianos se han dejado seducir por esta secta anticristiana que por medio de una religiosidad extraña a la Verdad Revelada por Ti, los confunde y los conduce por equivocados caminos espirituales. Jesús, Tú solo eres el Camino, la Verdad y la Vida; sólo en Ti encuentran las almas el Acceso al Padre, solo en Ti se iluminan las mentes con la Verdad de Dios Uno y Trino; solo en Ti las almas reciben el manantial inagotable de la Vida y del Amor eterno, pero a pesar de eso, inexplicablemente, llevados por el misterio de iniquidad y cegados por el humo de Satanás que ha entrado en la Iglesia, muchos cristianos han abandonado la Santa Misa, el Santo Rosario, la Adoración Eucarística, la Meditación de la Pasión, la Meditación de las Sagradas Escrituras y han dejado los Sacramentos, para cavarse cisternas agrietadas que no retienen el agua, al acudir al yoga, al reiki, al tarot, al ocultismo, al satanismo, Santería, dejando de lado el Credo de los Apóstoles, para creer en las fantasías tenebrosas de la Nueva Era: reencarnación, eneagrama, constelaciones familiares, budismo, terapias alternativas, y cuanta novedad pseudo-espiritual les proponga esta verdadera secta luciferina. Te pedimos perdón y reparamos, oh Buen Jesús, por estos hermanos nuestros y te proclamamos como el Kyrios (Señor), como el Rey de la gloria, como el Único Señor de cielos y tierra, en la Cruz y en la Eucaristía, ante quien se dobla toda rodilla en el cielo, en la tierra y en el abismo.
Breve silencio para meditar.

12. Jesús, te pedimos perdón y reparamos por los que ofenden al Inmaculado Corazón de María, Tu amantísima Madre, quien es también, por dignación de tu Amor infinito, nuestra Madre amorosísima. Muchos de nuestros hermanos, lamentablemente cegados por el humo siniestro del Ángel caído, blasfeman horriblemente, por los medios de comunicación, contra Tu Madre y Nuestra Madre, estrechando así la corona de espinas que rodea su Corazón Purísimo, la corona de espinas con la que se apareció en Fátima. Muchos de nuestros hermanos ultrajan su Nombre, desconocen su virginidad, profanan su memoria, blasfeman contra su condición de ser Madre de Dios, niegan su Pureza Inmaculada, reniegan de su condición de ser Ella la Esposa del Espíritu Santo y así es como publican incesantemente por Internet y por otros medios imágenes que nos avergüenzan y por las cuales, postrados ante Ti, oh Jesús Eucaristía, pedimos una y mil veces perdón, con lágrimas en los ojos y con el corazón estrujado por el dolor. Te suplicamos, oh Buen Jesús, que no descargues tu justa ira sobre estos blasfemos; ten piedad, porque enceguecidos por el Príncipe de las tinieblas y endurecidos sus corazones por su propio pecado, no saben lo que hacen; estamos seguros que si pudieran, al menos por un instante, contemplar las indescriptibles bellezas y las inenarrables hermosuras de María Santísima en los cielos, caerían postrados en acción de gracias a Ti por haberles dado una Madre tan hermosa y amantísima, y morirían de alegría por tanta dicha; pero no lo saben y no lo pueden hacer de momento, por eso te pedimos perdón y reparamos por ellos y te pedimos, por el Amor y los méritos de tu Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, que los perdones y les concedas el don de la eterna salvación. Amén.
Breve silencio para meditar.



13. Jesús Eucaristía le pedimos a la Santísima Virgen María, en la Advocación de Nuestra Sra. del Rosario de Fátima, que nos cubra con su manto virginal a nosotros, a nuestros seres queridos, y a toda la humanidad, para que libres de todo mal, perseveremos en la vida de la gracia, y al final de nuestras vidas, seamos conducidos a tu Presencia y, por tu infinita Misericordia, seamos introducidos en tu Reino celestial. Amén.
¡Oh Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, ten piedad de mí, y concédeme la gracia de amarte por lo que eres, Dios de infinita majestad y de Amor eterno, y no por lo que das! ¡Enciende, con las llamas que abrasan tu Sagrado Corazón, mi pobre corazón, para que pueda amarte con tu mismo Amor,  y así reparar por las faltas, agravios, indiferencias, sacrilegios, profanaciones, con los cuales los hombres continuamente Te ofendemos! ¡Haz que te ame a Ti y solo a Ti, y que por Amor a Ti evite el pecado y viva la vida de la gracia, la vida que brota de tu Corazón traspasado! ¡Dame tu Cruz, colócala sobre mis débiles hombros, concédeme reparar, dentro de mis posibilidades, las ingratitudes, indiferencias y sacrilegios que los hombres sin piedad te infligimos. María, Madre mía, que acompañaste a tu Hijo a lo largo del Camino Real de la Cruz y permaneciste a su lado hasta su muerte, intercede por mí, para que cargando mi cruz de todos los días, siga a tu Hijo hasta la cima del Monte Calvario. Dame tus ojos para ver a Jesús; dame tus lágrimas para llorar mis pecados; dame tu Corazón para amar a Jesús con el mismo Amor con el que tú lo amas. Amén.

Señor perdona todos los sacrilegios eucarísticos. “te rogamos, óyenos
Todas las santas comuniones indignamente recibidas. “te rogamos, óyenos
Todas las profanaciones al santísimo sacramento del altar. “te rogamos, óyenos
Todas las profanaciones, desprecios y abandono de los sagrarios. “te rogamos, óyenos
Todos los que han abandonado la iglesia. “te rogamos, óyenos
Todo desprecio de los objetos sagrados. “te rogamos, óyenos
Todos los que pasaron a las filas de tus enemigos. “te rogamos, óyenos
Todos los pecados del ateísmo. “te rogamos, óyenos
Todos los insultos a tu santo nombre. “te rogamos, óyenos
Todas las irreverencias y calumnias contra el Santo Padre. “te rogamos, óyenos
Todo desprecio de los obispos y sacerdotes. “te rogamos, óyenos
Todo desprecio hacia la santidad de la familia. “te rogamos, óyenos
Todo desprecio a la vida humana. “te rogamos, óyenos

Te adoro profundamente, oh Jesús mío sacramentado, y te reconozco por verdadero Dios y verdadero Hombre; con este acto de adoración es mi deseo suplir la tibieza de tantos cristianos que, al pasar por delante de sus templos, y aun muchas veces estando delante del Sagrario donde te dignas permanecer continuamente con amorosa impaciencia de comunicarte con tus fieles, ni siquiera te saludan, y con su indiferencia muestran estar, como los israelitas en el desierto, hastiados de este maná celestial. En desagravio de tan culpable tibieza, te ofrezco la sangre preciosísima que derramaste por tus llagas, especialmente por la de tu Costado, y, encerrado espiritualmente, en ella, repito una y mil veces: Bendito y alabado sea en todo momento el santísimo y Divinísimo Sacramento. Sea por siempre bendito y alabado:
Reza un Padrenuestro, Avemaría y Gloria. 

Jesús deseamos quedarnos ante tu Presencia eucarística, día y noche. Para ello, dejamos nuestros corazones a los pies de tu Madre Santísima, para que sea Ella quien los custodie y los mantenga vivos en tu amor y no permita que amores mundanos y profanos los aparten de Ti. Que María Santísima nos mantenga siempre entre sus manos, y cuando vea que nuestro amor por Ti decae, que Ella acerque nuestros corazones a tu boca, para que Tú soples tu Espíritu Santo sobre ellos y así avives el Fuego de Amor, así como una brasa se aviva con el viento para que no se apague, para que nunca dejen nuestros corazones de arder en el Amor Divino.
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón, y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

“¡Oh benignísimo Jesús! Por intercesión de la Santísima Virgen María Reparadora, te suplicamos que recibas este voluntario acto de reparación; concédenos que seamos fieles a tus mandatos y a tu servicio hasta la muerte y otórganos el don de la perseverancia, con el cual lleguemos felizmente a la gloria, donde en unión con el Padre y el Espíritu Santo vives y reinas por los siglos de los siglos AMEN.”