3 de junio de 2014

CUIDAR LOS DETALLES

La forma en que vestimos refleja cuanto respetamos al anfitrión y la dignidad del evento. Es por eso, por ejemplo, que nos presentamos bien vestidos a una entrevista de trabajo, a un banquete de gala, a una boda o un funeral.
Si los católicos comprendiesen el significado sublime de la Santa Misa, deberían manifestar el mayor respeto en la forma que se visten. No se trata de juzgar a las personas por su apariencia. Bien nos lo enseña Santiago:
Supongamos que entra en vuestra asamblea un hombre con un anillo de oro y un vestido espléndido; y entra también un pobre con un vestido sucio;  y que dirigís vuestra mirada al que lleva el vestido espléndido y le decís: «Tú, siéntate aquí, en un buen lugar»; y en cambio al pobre le decís: «Tú, quédate ahí de pie», o «Siéntate a mis pies». ¿No sería esto hacer distinciones entre vosotros y ser jueces con criterios malos? (Santiago 2,2-4).
 Hay una distancia infinita entre Dios y el hombre: el amor y la confianza que proceden de la filiación divina no conllevan una falta de respeto o igualdad de situación delante de nuestro Creador. Es por esto que debemos cuidar las posturas y los gestos. Todo pretende ser expresión de respeto y amor a Dios.