18 de enero de 2016

¿POR QUÉ AUMENTA LA CORRUPCIÓN?




Domènec Melé apunta diez (10) posibles causas al aire otras tantas preguntas:

1. Codicia personal que lleva a un afán inmoderado de dinero o poder, el cual se busca sin ningún tipo de restricción moral. La causa antropológica desencadenante es el impulso humano  innato de poseer bienes externos, cuando no es subordinarlo a la integridad personal. ¿Se valora menos la integridad personal que en el pasado? ¿Faltan motivadores religiosos o de otro tipo quizá más vigorosos en otro tiempo?

2. Declive de la sensibilidad ética personal, ya sea por falta de educación o por aprendizajes negativos, desarrollados al no dar importancia a conductas torcidas en el pasado. ¿Conviene revisar la educación ética? ¿Hay que revalorizar la sinceridad con uno mismo y el arrepentimiento y conocer mejor su influencia en promover aprendizajes positivos?

3. Falta de sentido de servicio al trabajar en instituciones públicas o privadas. Se manifiesta, por ejemplo, en quien se sirve de la política para sus intereses egoístas, en lugar de servir al bien común a través de la política. ¿Cómo promocionar políticos y líderes con verdadero espíritu de servicio?

4. Poca conciencia o escaso coraje para denunciar comportamientos corruptos y situaciones que facilitan la corrupción. Es el caso de quien conoce la corrupción y no dice nada. Así encubre al corrupto quizá pensando que eso no es un problema propio o, tal vez, por cobardía, para no complicarse la vida. ¿Convendría promocionar una cultura de denuncia de corruptos?

5. Entornos culturales tolerantes con la corrupción. Ocurre al justificar, y aun admirar, al pillo (“listo el que sabe cómo evadir impuestos”). También al racionalizar falsos argumentos carentes de toda base moral (“todo el mundo lo hace”; “aprovéchate ahora que puedes”; “a vivir que son dos días”). ¿Quién ha de promover esa cultura? ¿Los líderes sociales? ¿Todos?

6. Falta de transparencia, especialmente cuando es institucional, pero también en organizaciones menos formalizadas. Saber que lo que haces está a la vista de todos, ¿no puede disuadir actuaciones corruptas?

7. Regulaciones y controles poco eficientes. Probablemente no hacen falta más regulaciones ni aumentar los controles: son caros y tienden a ahogar la iniciativa y la dinámica gerencial. Pero sí una mejor regulación y un control más eficaz en ámbitos propensos a la corrupción. ¿Es eso tan difícil?

8. Procesos judiciales lentos. En algún otro país habría que añadir “y poco fiables”. Los procesos rápidos pueden tener un mayor efecto ejemplificador que aquellos que cuando sale la sentencia, ya casi se ha olvidado el delito. La justicia exige que haya recursos y garantías, pero no hasta el punto de ralentizar tanto la administración de justicia. ¿Necesitamos más jueces, pero también mejores procesos?

9. Falta de criterios morales en la promoción. Se favorece la corrupción cuando en la promoción faltan criterios de integridad probada y responsabilidad. Se omiten esos criterios cuando se promociona a alguien simplemente por su lealtad a quién manda o a los quienes controlan el partido. También si sólo se evalúan sus dotes estratégicas u organizativas. Es evidente que uno puede equivocarse al hacer un nombramiento, pero no se debe confundir error con ignorancia culpable por negligencia o falta de valoración ética. ¿Es un problema de miopía ética?

10. Poca decisión en aplicar sanciones ejemplares ante actuaciones corruptas. No dar importancia o reaccionar con tibieza ante acusaciones de corrupción crea un ambiente proclive a mantener la corrupción. Lo hemos visto en partidos políticos, aunque últimamente parecen cambiar de actitud. ¿Será consistente y duradero?


Sirvan, mirando estos diez punto, lo que nos dice el Papa Francisco:

«…La misma llamada llegue también A TODAS LAS PERSONAS PROMOTORAS O CÓMPLICES DE CORRUPCIÓN. Esta LLAGA PUTREFACTA de la sociedad es UN GRAVE PECADO que grita hacia el cielo pues mina desde sus fundamentos la vida personal y social. La corrupción impide mirar el futuro con esperanza porque con su PREPOTENCIA Y AVIDEZ DESTRUYE los proyectos de los débiles y oprime a los más pobres. Es un mal que se anida en gestos cotidianos para expandirse luego en escándalos públicos. La corrupción es una obstinación en el pecado, que pretende sustituir a Dios con la ilusión del dinero como forma de poder. ES UNA OBRA DE LAS TINIEBLAS, SOSTENIDA POR LA SOSPECHA Y LA INTRIGA. Corruptio optimi pessima, decía con razón san Gregorio Magno, para indicar que ninguno puede sentirse inmune de esta tentación. PARA ERRADICARLA de la vida personal y social son necesarias PRUDENCIA, VIGILANCIA, LEALTAD, TRANSPARENCIA, unidas al coraje de la denuncia. SI NO SE LA COMBATE ABIERTAMENTE, TARDE O TEMPRANO BUSCA CÓMPLICES Y DESTRUYE LA EXISTENCIA.
¡ESTE ES EL TIEMPO OPORTUNO PARA CAMBIAR DE VIDA! Este es el tiempo para dejarse tocar el corazón. Ante el mal cometido, incluso crímenes graves, es el momento de escuchar el llanto de todas las personas inocentes depredadas de los bienes, la dignidad, los afectos, la vida misma. PERMANECER EN EL CAMINO DEL MAL ES SÓLO FUENTE DE ILUSIÓN Y DE TRISTEZA. La verdadera vida es algo bien distinto. DIOS NO SE CANSA DE TENDER LA MANO. Está dispuesto a escuchar, y también yo lo estoy, al igual que mis hermanos obispos y sacerdotes. BASTA SOLAMENTE QUE ACOJÁIS LA LLAMADA A LA CONVERSIÓN Y OS SOMETÁIS A LA JUSTICIA MIENTRAS LA IGLESIA OS OFRECE MISERICORDIA».  (Bula Misericordiae Vultus, 19)