3 de diciembre de 2014
1 de diciembre de 2014
AÑO DE LA VIDA CONSAGRADA
AÑO DE LA VIDA CONSAGRADA
30 DE NOVIEMBRE DE 2014 AL 02 DE FEBRERO DE 2016
Nuestra sociedad, nuestra
Diócesis de Puerto Cabello, tiene necesidad de hombres y mujeres que den
testimonio de Dios vivo ante un mundo que le niega y olvida.
Los hombres y mujeres de vida consagrada, - pienso en la Congregación
del Sagrado Corazón de Jesús: RP. Miguel Barrientos (Párroco de Santa Rosa de
Lima), el Hno. David Oropeza; Las Hermanas Agustinas Recoletas; las Hermanitas
de los Pobres de Maiquetía; las hermanas de San José de Tarbes, los Hermanos de
la Salle, la Comunidad Jesús es Señor, la Virgen Consagrada Hna. Yesenia
Arellano; La Fraternidad Misionera de María (Los RP. Jesulin y Héctor), y junto
a ellos tantos amigos en la vida consagrada… - son una de las señales más
elocuentes de la presencia y soberanía de Dios en este mundo, en nuestra
Diócesis y de la libertad de sus hijos, mundo que necesita ahora – más que
nunca – estos testigos del Señor.
Por tanto, para nosotros, es una alegría por la representación de
la vida consagrada que el Señor nos ha concedido en la diócesis, y alegría por
poder profundizar en el carisma de la consagración y la vida virginal.
Necesitamos la vida consagrada, conocerla y darla a conocer a todos
los miembros del pueblo de Dios, suscitar vocaciones para esta forma de vida,
porque la necesitan siempre la Iglesia y los hombres pero sobre todo en estos
momentos en que se hace necesario el testimonio de que sólo Dios basta.
En un mundo que intenta ocultar y olvidar a Dios, muchos opinan que
la fe ya no tiene sentido, y hay que reconocer que existen síntomas graves que
parecen indicar un cierto desplome de la fe cristiana, la conciencia cristiana
se ha debilitado. En este sentido, la escasa vitalidad evangelizadora, la fe
cristiana se propone tímidamente, a veces desprovista de toda su fuerza y
originalidad, y eso se manifiesta en un cristianismo empobrecido en elementos
que le son constitutivos, en un debilitamiento ético y la atención religiosa y
moral desmantelada. Sin embargo, esta situación no nos debe llevar al pesimismo
sino que debe ser un acontecimiento de gracia que nos encamina hacia la
autenticidad y el vigor de la fe en Jesucristo. En consecuencia, es la hora de
la oración, de la súplica a Dios llena de esperanza, y este tiempo de Adviento,
que hemos comenzado, es la ocasión privilegiada para este cometido.
Que sea un año de verdadera contemplación. Que en María, cada uno
de nosotros, empujado por el viento del Espíritu viva su propia vocación de
caminar.
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