7 de julio de 2015

LA PEREGRINACIÓN, CAMINO PARA CONSTRUIR LA COMUNIÓN ECLESIAL

La peregrinación, camino para construir la comunión Eclesial

Voy a empezar con un texto, un diálogo de una novela, que dice así:
«“- Asbag, querido amigo, deberías peregrinar – le dijo Fayic.
- ¿A la Meca? – respondió Asbag con sorna -. Ya me dirás que hace un presbítero cristiano en La Meca.
- No digo a La Meca, me refiero a algún otro lugar… qué sé yo, Jerusalén, Roma... Adonde pueda ir un cristiano a encontrarse con las raíces de su fe. ¡Si supieras como se me remueve todo por dentro! ¡Es algo maravilloso! es como ir en pos del sentido último de las cosas…
- Sí –interrumpió Asbag– Pero cuando se regresa todo sigue igual que antes.
- ¡Oh! no creo que sea así. Espero que mi vida continúe siendo como un sendero… un crecimiento hacia lo máximo del ser…
En el momento de despedirse, Asbag vio una vez más el brillo delirante de los ojos de Fayic; y sintió envidia, una sana envidia, hecha del deseo de ver lo que habían encontrado aquellos ojos en la sorpresa de los infinitos caminos”».
(El mozárabe. Jesús Sánchez Adalid)

Las peregrinaciones a los Santuarios son motivadas por la fe. Y ¿acaso no es la fe el principio activo de la comunión eclesial? A la vez que respondemos afirmativamente, nos llega la pregunta: Pero, ¿es posible creer hoy?
Pues sí. También hoy en medio de la complejidad de nuestra realidad social es posible creer y que las peregrinaciones nos brindan una magnifica oportunidad para ir descubriendo en nosotros una fe más verdadera terapéutica y sanadora.

La peregrinación, experiencia de Fe.
San Juan Pablo II dijo que “La peregrinación es una experiencia fundamental y fundadora de la condición humana y de la condición creyente de la humanidad. Se trata del hombre en camino hacia la fuente de todo bien y hacia su plenitud. Del hombre que pone su ser, su cuerpo, su corazón y su inteligencia en marcha, mientras se va descubriendo a sí mismo como un buscador de Dios y un peregrino de lo eterno”. (En el I Congreso Mundial de Pastoral de Santuarios y peregrinaciones. Roma 1992)
Toda Peregrinación es una ocasión para volver a las fuentes de nuestra fe, para consolidar nuestro amor a Cristo y a la Iglesia, y para entregarnos con mayor empeño a la misión que Jesús nos ha confiado.  
El impulso hacia la fe cristiana, el comienzo de la Iglesia de Jesucristo, fue posible porque existían en Israel personas que no se contentaban con lo acostumbrado, sino que miraban lejos buscando algo más grande y ya que su corazón esperaba, pudieron reconocer en Jesús a aquel enviado por Dios” (Benedicto XVI, homilía en la Peregrinación a Mariazell,  8 de septiembre de 2007).
El mismo Papa Francisco nos dice: Laperegrinación es un signo peculiar en el Año Santo, porque es imagen del camino que cada persona realiza en su existencia. La vida es una peregrinación y el ser humano es viator, un peregrino que recorre su camino hasta alcanzar la meta anhelada” (MV. 14). 

Los caminos, encuentro con Dios en la naturaleza, en nosotros mismos y en los demás.
Mientras recorremos los caminos en la peregrinación, podemos experimentar una reconciliación con la naturaleza, encontrar la paz interior y descubrir a Dios en ella. En todo te escondes y en todo te revelas, en los vértices del cielo, en el cáliz de una flor. O como diría San Juan de la Cruz “Mil Gracias derramando pasó por estos sotos con premura y yéndolos mirando, con solo su figura, vestidos los dejó de su hermosura” (Cántico espiritual). Sentirnos hermanos con las criaturas al modo de San Francisco de Asís (Cf. Cántico de las Criaturas, Fonti Francescano [FF] 263).
Andando por los caminos podemos descubrir la necesidad de una espiritualidad basada en la interrelación de cosmos y humanidad de materia y espíritu, que propicie nuestra armonía con el cosmos, que redescubra el misterio de Dios en el corazón del cosmos y contemple el cosmos en el misterio de Dios. Una espiritualidad que profetiza la jovialidad del Verbo que asumió la carne humana en su fragilidad y, a través de ella, de todo el cosmos, y del Espíritu que habita con sus energías la totalidad del universo. Necesitamos una espiritualidad que mira el universo como una trama de relaciones (Cf. Laudato Sí, nº 2), en la que todo está en comunión con todo, y todo está fundado en un Dios que es fundamental y esencialmente comunión, vida en relación, energía en expresión y amor supremo. Una espiritualidad fundada sobre la presencia universal del Espíritu y del Logos de Dios en todo el universo.
Un Dios que sigue creando, cuyo dinamismo creador es universal y siempre activo desde dentro mismo de la creación, de la que formamos parte. Un Dios que ha dado a cada ser el poder de ir haciéndose con los otros seres. Un Dios que ama cuanto es y que “sostiene todas las cosas con su palabra poderosa” (Heb. 1,3) Una espiritualidad de la ternura de Dios. La contemplación en el camino nos llevará a este Dios que lo habita todo y en quién todo habita, el “Dios, en quién vivimos, nos movemos y existimos” (Hch. 17,28).
A medida que vamos descubriendo a Dios en la naturaleza mientras caminamos y sintiéndonos en armonía con ella, vamos haciendo la peregrinación hacia el interior de nosotros mismos. Y vamos descubriendo su presencia en nosotros, en lo más profundo de nuestro ser. Nos sentimos habitados por dentro “Vendremos a él y en él haremos morada” (Jn.14, 23), es cuando la oración se hace adoración y se da la gran experiencia de comunión con Dios, como la fuente de nuestra vida. “Todas mis fuentes están en ti” (Ps. 88, 7).
El camino en la peregrinación es además un espacio y un tiempo para el encuentro con otras personas que provienen de diferentes lugares, pueblos, parroquias y costumbres. Encuentro con otros muchos peregrinos, que motivados por la misma fe caminan hacia la misma meta. Es un espacio para compartir la experiencia que vamos descubriendo a través del diálogo, las celebraciones eucarísticas donde la comunión eclesial se afirma con el “nosotros” de la fe cristiana.

La peregrinación y la comunión eclesial-diocesana
El Cardenal Ruini en su libro “Il pelerinaggio” dice que después del Concilio Vaticano II no se puede leer teológicamente la peregrinación cristiana sin reconducirla al contexto eclesiológico del capítulo 7 de la Lumen gentium, “Indole escatológica de la Iglesia peregrinante y su unión con la Iglesia celeste”. Es la comunión de todo el cuerpo místico de Cristo. En esta clave eclesiológica debe ser interpretada toda peregrinación. La comunión se actualiza de manera especial en la sagrada liturgia y aquí se nos ofrecen la penitencia y la eucaristía como dos elementos constitutivos de la peregrinación cristiana.
La asamblea extraordinaria del Sínodo de los Obispos (1988) reconoció en la “eclesiología de comunión” la idea central y fundamental de los documentos del vaticano II: “La iglesia, mientras peregrina aquí en la tierra, está llamada a mantener y promover tanto la comunión con Dios trinitario como la comunión entre los fieles. Para ello cuenta con la Palabra y los Sacramentos, sobretodo la Eucaristía, de la cual vive y en la cual se expresa. El sacramento expresa este vinculo de comunión, sea en la dimensión invisible que, en Cristo  y por la acción del Espíritu Santo, nos une al Padre y entre nosotros, sea en la dimensión visible, que implica la comunión en la doctrina de los Apóstoles, en los Sacramentos y en el orden jerárquico. La íntima relación entre los elementos invisibles y visibles de la comunión eclesial, es constitutiva de la Iglesia como sacramento de salvación” (CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Carta a los Obispos de la Iglesia Católica Sobre Algunos Aspectos de la Iglesia Considerada como Comunión 28 de mayo de 1992).
En su exhortación pastoral “ALEGRAOS” con ocasión de la celebración del año de la Vida Consagrada en nuestra diócesis de Puerto Cabello, Mons. Saúl comentaba: “…La comunión se practica ante todo en las respectivas comunidades del Instituto. Se trata de buscar la acogida y la atención recíproca, de practicar la comunión de bienes materiales y espirituales, la corrección fraterna, el respeto para con los más débiles. Es la mística de vivir juntos que hace de nuestra vida una santa peregrinación” (02 de febrero de 2015). 

La peregrinación y sentido de pertenencia a la Iglesia.
Hace un tiempo que algunos se preguntan ¿Hace falta, es necesaria una iglesia para creer?
La doctrina de la Iglesia a este respecto es clara. “Existe la posibilidad de salvarse fuera de la visibilidad eclesial, pero se afirma la necesidad de la Iglesia para que la humanidad en su totalidad tenga plena conciencia y la esperanza de la salvación. Sin la comunidad eclesial, pues, no habría en la historia la certificación de que Dios quiere conducir a todos a la comunión con Él y con todo el genero humano”.
Desde la peregrinación podemos dar una respuesta afirmativa a esta pregunta en la medida que seamos capaces de propiciar que la peregrinación ayude al crecimiento en la fe y avive el sentido de pertenencia a la Iglesia. Sentido que cada persona interioriza, hace suyo y esto le lleve a amar a la Iglesia y sentir con la Iglesia como Cuerpo Místico de Cristo y como Pueblo de Dios que camina hacia la Pascua. Viéndola como una realidad que le da sentido y le construye como persona creyente en la comunión eclesial. Porque en ella hemos sido engendrados a la vida divina y donde todos los bautizados nos sentimos hermanos en Cristo.
La peregrinación puede contribuir a reforzar el sentido de pertenencia a la Iglesia de manera especial, cuando es diocesana y va presidida por su Obispo, Pastor; o parroquial con su párroco al frente, esto une mucho, tiene mucha fuerza y el sentido de pertenencia a la iglesia crece y si se cuidan las celebraciones litúrgicas, en ellas se hace más visible la comunión eclesial. A las personas más alejadas les va a servir para un mayor acercamiento, una revitalización de su fe y si asisten no creyentes también será bueno para ellos porque al menos tendrán un mayor conocimiento de la Iglesia y puede ser la ocasión para empezar un dialogo con ella.
Así podemos contribuir a hacer realidad el deseo de Jesús cuando ora a su Padre diciendo: “Que todos sean uno. Que como tú Padre en mí y yo en ti, así sean ellos uno en nosotros” Esto es el fondo de nuestra lema, que aún no nos creemos, hacia una Diócesis más unida a Cristo.

A modo de conclusión
Efectivamente la peregrinación es un camino que activa y reactiva la fe. La fe es el principio activo de la comunión eclesial y por la fe se entra en el proceso de cambio, de conversión que la peregrinación propicia. Todo esto afecta a la comunión eclesial, abriéndola al Reino de Dios y programándole sus tareas históricas. Por ser trinitaria, la comunión eclesial es reinocéntrica. Su “código genético” la lleva existencialmente del Dios del Reino al Reino de Dios, y es comunión abierta a toda causa humana digna del sujeto humano, justicia, paz, derechos humanos… los imperativos del Reino iniciado por Jesús”. Comunión eclesial abierta e incansablemente inclusiva, superando las diferencias que enfrentan a los hermanos según nos diga el Espíritu, desde los signos de los tiempos. Lo cual no se hará sin asumir los conflictos como Jesús.
De esta comunión eclesial va a depender la credibilidad del mundo en el mensaje de Jesús. De ahí el insistente cuidado, el cariño y el temblor, pienso yo, con que Jesús encomienda a los suyos la herencia viva de ese tesoro de la comunión eclesial.
La Iglesia tiene en las peregrinaciones un extenso y magnifico campo de evangelización, que la pastoral debe aprovechar para ayudar al desarrollo de la fe como principio activo de la Comunión Eclesial y de su dinamismo misionero, la nueva evangelización, el diálogo salvífico con nuestro tiempo.
Para que la peregrinación sea un camino que ayude a construir la comunión eclesial es muy importante el papel del animador o animadores, incluso del guía.
Los animadores ya sean sacerdotes o laicos deben tener una preparación en este campo, no solo en aspectos organizativos sino que de alguna manera cabría hablar aquí de una llamada al empeño activo de la difusión de la fe.
Toda peregrinación debe tener una preparación que programe:
– Unos objetivos.
– Un tiempo de desarrollo.
– Un seguimiento posterior.
Debe tenerse en cuenta:
– La motivación del peregrino.
– El camino.
– La meta.
Preguntémonos: ¿Qué experiencia tenemos de cómo se lleva a cabo la pastoral de las peregrinaciones en las diócesis, crees que van encaminadas a este objetivo de “La peregrinación caminos para construir la comunión eclesial”? ¿Qué podríamos aportar a este respecto?
Respecto a la figura del Animador en la peregrinación ¿Qué perfil debe tener para que ayude a conseguir que la Peregrinación sea un camino para construir la comunión eclesial?
Del Guía ¿Qué experiencia tienen al respecto? ¿Crees es igual que sea: Creyente, No creyente, cristiano, de otra confesión religiosa? ¿Qué propones como lo ideal?
Una de las cosas fundamentales en la peregrinación es que el peregrino se sienta acogido, escuchado, acompañado atendido espiritualmente y que a través de esto llegue a tener la experiencia del amor de Dios. Que el camino sea un itinerario de fraternidad que le abra a nuevas perspectivas de vida y compromiso en la Iglesia. 

6 de julio de 2015

PARA MIRAR NUESTRA PROPIA CELEBRACIÓN


1.      Algunos sacerdotes siguen celebrando la Misa sin los ornamentos debidos. Y es frecuente que el sacerdote no se revista con la casulla y celebre sólo con la estola sobre el alba.
Casulla del latín “casula”, “casa pequeña” o tienda. La vestidura exterior del sacerdote, por encima del alba y la estola, a modo de capa. (Cf IGMR 299, IGMR 161).
Comenta Benedicto XVI que la Casulla simboliza el yugo del Señor. “Llevar el yugo del Señor significa ante todo: aprende de Él. Estar siempre dispuestos a asistir a la escuela de Jesús. De Él debemos aprender la pequeñez y la humildad –la humildad de Dios que se muestra en su ser hombre”
“Algunas veces quisiéramos decirle a Jesús: Señor, tu yugo no es para nada ligero. Más bien, es tremendamente pesado en este mundo. Pero al mirarlo a Él que ha cargado con todo –que en sí ha probado la obediencia, la debilidad, el dolor, toda la oscuridad, entonces todos nuestros lamentos se apagan”. 
“Su yugo es el de amar con Él. Y mientras más lo amamos, y con Él nos convertimos en personas que aman, más ligero se vuelve nuestro yugo aparentemente pesado”.
“Oremos para que nos ayude a ser junto con Él personas que aman, para experimentar así siempre más cuán bello es portar su yugo”

2.     Mayoritariamente, no se guarda el silencio en la oración colecta, tal y como está indicado. Aquí vemos hasta qué punto se ha perdido el sentido del silencio y estamos imbuidos de una cultura de la prisa.
La instrucción general del misal Romano (IGMR), dice:
n° 51: “Después el sacerdote invita al acto penitencial que, tras una breve pausa de silencio, se lleva a cabo por medio de la fórmula de la confesión general de toda la comunidad”.
n° 54. En seguida, el sacerdote invita al pueblo a orar, y todos, juntamente con el sacerdote, guardan un momento de silencio para hacerse conscientes de que están en la presencia de Dios y puedan formular en su espíritu sus deseos. Entonces el sacerdote dice la oración que suele llamarse “colecta” y por la cual se expresa el carácter de la celebración.
n° 56. La Liturgia de la Palabra se debe celebrar de tal manera que favorezca la meditación; por eso hay que evitar en todo caso cualquier forma de apresuramiento que impida el recogimiento. Además conviene que durante la misma haya breves momentos de silencio, acomodados a la asamblea reunida, gracias a los cuales, con la ayuda del Espíritu Santo, se saboree la Palabra de Dios en los corazones y, por la oración, se prepare la respuesta. Dichos momentos de silencio pueden observarse oportunamente, por ejemplo, antes de que se inicie la misma Liturgia de la Palabra, después de la primera lectura, de la segunda y, finalmente, una vez terminada la homilía.

3.     Está muy generalizado el uso de cantos inapropiados, faltos de calidad musical y con letras ajenas a la riqueza de la Sagrada Escritura.
La IGMR dice, en el n. 40, que: Téngase, por consiguiente, en gran estima el uso del canto en la celebración de la Misa, atendiendo a la índole de cada pueblo y a las posibilidades de cada asamblea litúrgica. Aunque no sea siempre necesario, como por ejemplo en las Misas fériales, cantar todos los textos que de por sí se destinan a ser cantados, hay que cuidar absolutamente que no falte el canto de los ministros y del pueblo en las celebraciones que se llevan a cabo los domingos y fiestas de precepto”.
Es muy frecuente ver cómo se sustituye el salmo responsorial por una canción que no tiene nada que ver. El caso es “meter algo nuestro”, como si fuera mejor y más importante que la palabra de Dios.
Hay muchas cuestiones que manifiestan una deficiente comprensión de la dignidad que se ha de dar precisamente a la Palabra de Dios. No se debería consentir proclamar las lecturas a quienes, incluso con muy buena intención carecen de las cualidades propias para ello. Abundan los lectores poco o mal preparados. No se les entiende, pronuncian mal, comienzan diciendo: “Primera lectura”, o, “Salmo responsorial”, o, “segunda lectura”. También terminan con un “es palabra de Dios” que, poco a poco, parece que ha de ser enriquecido para ser más original, llegando a escucharse en alguna ocasión: “Hermanos, esto que hemos escuchado es Palabra de Dios”. La razón por la que se dice solamente “Palabra de Dios” es porque es una aclamación; no se trata de informar a los fieles (éstos ya saben que lo leído es Palabra de Dios). Pero en ello, como en todo, la principal responsabilidad es de los sacerdotes que no enseñan ni corrigen.

4.     Ofrendas que no son apropiadas. Los primeros dones en ser presentados han de ser siempre el pan y el vino. Luego el dinero u otras aportaciones para la Iglesia o los necesitados. No tiene sentido llevar objetos diversos (catecismos, biblias, trabajos manuales hechos en la catequesis, juguetes, etc., que luego se recoge). Lo que se lleva ha de ser verdadera ofrenda. Tampoco conviene hacer ofrendas en número excesivo y resaltar indebidamente y de forma exagerada, un rito que por su naturaleza debe ser breve y sobrio.

5.     No es correcto que los sacerdotes en el ofertorio, ofrezcan conjuntamente el pan y el vino. El presentar el pan y el vino separadamente y con su respectiva oración forma parte del significado de cada uno de esos dones y no se debe “simplificar” haciéndolo conjuntamente.

6.     Muchos celebrantes suprimen arbitrariamente el lavabo. El rito del lavarse las manos expresa en ese símbolo, la necesidad de pureza de corazón para ofrecer el Sacrificio. No es algo optativo sino algo mandado. Pero se ha prescindido tanto de él que, incluso los que preparan lo necesario para la Misa, directamente no lo ponen o piensan que cada sacerdote decide si se usa o no. “En seguida, el sacerdote se lava las manos a un lado del altar, rito con el cual se expresa el deseo de purificación interior” (IGMR, 76).

7.     Poco valor a las plegarias eucarísticas.
No te olvides que hemos sido ordenados para rezar todos los días una oración. Pero ¿qué oración? La anáfora (IGMR, nn. 78-79).
Probablemente, para muchos fieles y después de tantos años de repetición, la Plegaria Eucarística II haya terminado por convertirse en “la Plegaria Eucarística de la Misa”, sin más, porque en muchas parroquias prácticamente nunca se oye otra.
Se podría especular sobre las razones e incluso sospechar, tristemente, que la predilección que despierta podría deberse en algunos casos a que es la más breve de todas, pero en realidad no importa, porque el mero hecho de repetir prácticamente siempre esa plegaria constituye un abuso.
Nada tengo contra la Plegaria Eucarística II, por supuesto. Personalmente, me gusta mucho esa plegaria. Tiene partes verdaderamente preciosas, como ese canto exultante de victoria: “Él, en cumplimiento de tu voluntad, para destruir la muerte y manifestar la resurrección, extendió sus brazos en la cruz, y así adquirió para ti un pueblo santo”. Sin embargo, el hecho de que a uno le guste no puede justificar que sustituya a las demás y especialmente a la Plegaria Eucarística I o Canon Romano, que es la parte principal de la liturgia latina.
Te glorificamos, Padre Santo, porque estás siempre con nosotros en el camino de la vida, sobre todo cuando Cristo, tu Hijo, nos congrega para el banquete pascual de su amor. Como hizo en otro tiempo con los discípulos de Emaús, él nos explica las Escrituras y parte para nosotros el pan” (P. E Va): ESTO ES LA JOYA.
La Ordenación General del Misal Romano da unas normas muy claras sobre el uso de las distintas Plegarias Eucarísticas del Misal:
365. La elección entre las Plegarias Eucarísticas, que se encuentran en el Ordinario de la Misa, se rige oportunamente por estas normas.
a) La Plegaria Eucarística primera o Canon Romano, que puede emplearse siempre, se dirá más oportunamente (opportunius) en los días que tienen el Reunidos en comunión propio, o en las Misas que se enriquecen con el Acepta, Señor, en tu bondad propio, también en las celebraciones de los Apóstoles y de los Santos de los que se hace mención en esta misma plegaria; igualmente en los días domingo, a no ser que por motivos pastorales se prefiera la Plegaria Eucarística tercera.
b) La Plegaria Eucarística segunda, por sus características peculiares, se emplea más oportunamente en los días entre semana, o en circunstancias particulares. […].
c) La Plegaria Eucarística tercera puede decirse con cualquier prefacio. Prefiérase su uso los domingos y en las fiestas. […].
d) La Plegaria Eucarística cuarta tiene un prefacio inconmutable y presenta un sumario más completo de la historia de la salvación. Puede emplearse cuando la Misa carece de prefacio propio y en los domingos del Tiempo Ordinario. […].

8.     Los fieles no se arrodillan durante la consagración. (Cf MONS. SAUL FIGUEROAHomilía para el Corpus Christidomingo 07 de junio de 2015).
La costumbre de no arrodillarse muestra la ignorancia sobre lo que está sucediendo en el altar, y el desconocimiento de la forma correcta de comportarse ante Dios. Es un signo de falta de fe. Las normas litúrgicas dicen que los fieles estarán de rodillas, al menos en el momento de la consagración, a no ser que por alguna causa justificable no puedan. Pero quienes no puedan arrodillarse que hagan una inclinación profunda. Son para pensar estas palabras: «Quien participe en la Eucaristía, orando con fe, tiene que sentirse profundamente conmovido en el instante en el que el Señor desciende y transforma el pan y el vino, de tal manera que se convierten en su Cuerpo y en su Sangre. Ante este acontecimiento, no cabe otra reacción posible que la de caer de rodillas y adorarlo. La consagración es el momento de la gran acción de Dios en el mundo, por nosotros» (J. Ratzinger, “El espíritu de la liturgia”, Madrid 2001, p. 237.).
Es frecuente que en ciertas celebraciones, como determinadas fiestas locales en las que participan autoridades civiles, haya quienes asistan y que no sean creyentes. Un signo de respeto hacia la fe de los creyentes es adoptar en cada momento las posturas y gestos propios de la celebración y, por tanto, arrodillarse también en el momento de la consagración. De la misma manera que, por respeto a la fe de los musulmanes, cuando uno visita una mezquita se descalza. Sería una hipocresía invocar el respeto a la fe del Islam para un comportamiento y no respetar la fe de los católicos. Nadie obliga a asistir a la celebración de la Misa. Pero si se asiste, aunque uno no sea católico, por respeto y consideración a los católicos y a su fe, deberá hacerlo siguiendo el modo establecido en los distintos momentos de la celebración.

9.     El celebrante parte el pan al pronunciar las palabras de la consagración. La fracción del cuerpo de Cristo tiene su lugar propio en el “Cordero de Dios”.
El sacerdote, a no ser por imposibilidad física, debe hacer genuflexión tanto después de consagrar el pan como después de consagrar el vino.

10.            Se resalta en exceso el momento de la paz con un canto largo que lleva además o bien a suprimir el canto del “Cordero de Dios” o a infravalorar este signo cuando no se canta sino que se recita (Cf. IGMR, 82). Ya se ha indicado suficientemente lo relativo a la algarabía que suele ocasionar el momento de la paz, así que no insistiremos sobre el tema.
11.            Los ministros extraordinarios administran la comunión en la celebración de la Eucaristía, no habiendo real necesidad para ello. Sólo si hubiera tal cantidad de fieles para comulgar que la celebración se alargara de un modo excesivo se ha de recurrir a la ayuda del ministro extraordinario de la comunión.

12.            No se observan unos minutos de sagrado silencio después de la comunión. Anteriormente hablábamos sobre esto (Cf, n. 2). Pero sorprende que se dedique tiempo a los cantos, que el sacerdote se alargue en la homilía y, luego, entren las prisas por acabar y apenas dispongamos de un tiempo para dar gracias a Jesús que está en nosotros. Refiriéndose a este momento de silencio, dice Ratzinger: «es el momento para un diálogo íntimo con el Señor, que se nos ha dado; es el momento para entrar en el proceso de comunicación sin el cual la comunión exterior se convierte en un puro rito y en algo estéril» (J. Ratzinger, El espíritu de la liturgia, Madrid 2001, p. 235.).
En fin, son muchos los temas y puntos en los que se ha de poner un mayor empeño por cuidar este bien común que es la Eucaristía con la humildad de sabernos servidores y no dueños de la misma. Confiemos en que esa profunda humildad y obediencia a lo que legítimamente determina la Iglesia sea la actitud adoptada por todos los fieles, de modo que procuremos conocer y dar a conocer, cuanto debemos observar en las celebraciones litúrgicas.

Te invito a leer:
- Ordenación General del Misal Romano (OGMR) donde se especifica la celebración eucarística y la participación de los clérigos y laicos.
- Benedicto XVI, “Exhortación Apostólica Postsinodal Sacramentum Caritatis, 22-02-2007.
- Catalina Rivas, “La Santa Misa” testimonio sobre la Eucaristia. (http://www.autorescatolicos.org/misc03/catalinalibro01.pdf)

AGENDA DE JULIO


-         Jueves 16: Fiesta de Nuestra Señora del Carmen.
·       4:00 pm: Santo Rosario.
·       5:00 pm: Santa Misa.



-         Viernes 17: PASEO SACERDOTAL

-         Sábado 18: VISITA A LA ABADÍA DE GUIGUE


·       Salida a las 7:00 am
·       Regreso a las 2:00 pm

-         Domingo 19: XVI del Tiempo Ordinario.
·       8:00 pm: Santa Misa en Cristo Rey.
·       11:00 pm: Santa Misa en San Vicente Ferrer.


-         Lunes 20:
·       5:00 pm: Santa Misa en Cristo Rey.

-         Martes 21:
          ·      10:00 am: Santa Misa en la UE Jesús Manuel Subero.
·       5:00 pm: Santa Misa en San Vicente Ferrer.

-         Miércoles 22: Formación Parroquial
·       9:00 am: Santa Misa en la UE Francisco Rosas en el Templo.
·       5:00 pm: Santa Misa.

-         Jueves 23:
·       10:00 am: Santa Misa por la promoción de 6º grado de EBE Morón – Sector la Victoria.
·       4:00 pm: Exposición del Santísimo.
·       5:00 pm: Santa Misa.

-         Viernes 24:
·       LIMPIEZA E INVENTARIO.


Sábado 25: Tema de Formación a los Catequistas de la DiócesisLA ENSEÑANZA MORAL DE LA IGLESIA EN EL MUNDO ACTUAL en la Parroquia Santa Rosa de Lima - la Sorpresa.

-         Domingo 26: XVII del Tiempo Ordinario.
·       8:00 pm: Santa Misa en Cristo Rey.
·       11:00 pm: Santa Misa en San Vicente Ferrer.

-         Lunes 27 de 31 de jornada de Formación en San Antonio de los Altos – Los Teques. No habrá actividad parroquial.