“ALEGRAOS”
EXHORTACIÓN
PASTORAL CON OCASIÓN DE LA CELEBRACIÓN DEL AÑO DE LA VIDA CONSAGRADA EN
LA DIÓCESIS DE PUERTO CABELLO
A los Sacerdotes, Consagrados y Consagradas
y Fieles Laicos:
1.- El Santo Padre Francisco ha convocado el Año de la Vida
Consagrada con motivo del 50 aniversario de la Constitución dogmática Lumen gentium,
en cuyo el capítulo sexto trata sobre los religiosos, así
como el Decreto Perfectae caritatis sobre
la renovación de la vida religiosa y por el V centenario del nacimiento de
Santa Teresa de Jesús. Este Año comenzó el pasado 30 de noviembre, y
terminará con la fiesta de la Presentación del Señor, el 2 de febrero de 2016.
2.- Los objetivos para este Año son
los mismos que Juan Pablo II propuso en la Exhortación
apostólica postsinodal Vita consecrata:
«Vosotros no solamente tenéis una historia gloriosa para recordar y
contar, sino una gran historia que construir. Poned los ojos en el futuro,
hacia el que el Espíritu os impulsa para seguir haciendo con vosotros grandes
cosas» (Juan Pablo II
V.C.110).
3.- Para nuestra Diócesis, el Año de
la Vida Consagrada no es un elemento ajeno a
nuestro plan diocesano de pastoral, al contrario, es una
oportunidad para el enriquecimiento y motivación del mismo. Tengamos
presente su objetivo general: REALIZAR
UNA INTENSA ACCION PASTORAL QUE PERMITA A CADA UNO DE LOS HABITANTES DE PUERTO
CABELLO, CONOCER LOS
DONES DEL SEÑOR PARA
CONSEGUIR UNA DIÓCESIS MAS
UNIDA A CRISTO, TOMANDO EN CUENTA PARTICULARMENTE LAS PRIORIDADES DE LA PRIMACÍA DE
LA GRACIA, LA MISIÓN, LA PASTORAL VOCACIÓNAL, LA COMUNIÓN DE BIENES Y LA
SOLIDARIDAD, VISTAS DESDE LAS DIMENSIONES DE LA FORMACIÓN, LA ESPIRITUALIDAD Y
la COMUNIÓN.
4.- En lo que atañe a la Primacía de la gracia, la
Vida consagrada tiene como objetivo primario ser una manera concreta de vivir
la santidad. En efecto, los consagrados buscan dar
gracias a Dios según sus carismas.
Abrazar el futuro con esperanza, confiados en el Señor, al cual ofrecen
toda su vida. Y vivir el presente con pasión, evangelizando la propia vocación
y testimoniando al mundo la belleza del seguimiento de Cristo. La vida
consagrada es una manifestación del seguimiento de los consejos evangélicos y
un preludio de los bienes futuros. (Cf. Francisco, Carta Apostólica, I 1-3)
Por
otra parte, los consagrados también buscan vivir la santidad en el
contexto de una espiritualidad de comunión. Como decía Juan Pablo II «el gran
desafío que tenemos ante nosotros» en este nuevo milenio es «Hacer de la
Iglesia la casa y la escuela de la comunión».
La comunión se practica ante todo en las
respectivas comunidades del Instituto. Se trata de buscar la acogida y la
atención recíproca, de practicar la comunión de bienes materiales y
espirituales, la corrección fraterna, el respeto para con los más débiles. Es «la
mística de vivir juntos» que hace de nuestra vida «una santa peregrinación».
Al mismo tiempo, la vida consagrada está
llamada a buscar una sincera sinergia entre todas las vocaciones en la Iglesia,
comenzando por los presbíteros y los laicos, (Cf. Francisco II 3). También las
personas consagradas tienen también un papel significativo dentro de las Iglesias particulares para el desarrollo armonioso de la
pastoral diocesana. Los carismas de la vida consagrada pueden contribuir
poderosamente a la edificación de la caridad en la Iglesia particular. (Cf.
Juan Pablo II, VC 48).
5.-
Respecto a la Misión, les exhorto como dice el Santo Padre, a salir de
sí mismos para ir a las periferias existenciales. «Id al mundo entero», fue la
última palabra que Jesús dirigió a los suyos, y que sigue dirigiéndonos hoy a
todos nosotros (cf. Mc 16,15). Acompañar a personas que
han perdido toda esperanza, familias en dificultad, niños abandonados, jóvenes
sin futuro alguno, enfermos y ancianos abandonados, ricos hartos de bienes y
con el corazón vacío, hombres y mujeres en busca del sentido de la vida,
sedientos de lo divino, (Cf. Exhortación Apostólica II, 4). Por ello les invito
con fuerza a participar en la Misión Continental, tomando para sí la
evangelización de algunos sectores de nuestras parroquias que están
desatendidos.
6.- También espero de ustedes, como
dice el Santo Padre, gestos de solidaridad. De acogida a los
refugiados, de cercanía a los pobres, de creatividad en la catequesis, en
el anuncio del Evangelio, en la iniciación a la vida de oración. Por tanto,
espero que se aligeren las estructuras, se reutilicen las grandes casas en
favor de obras más acordes a las necesidades actuales de evangelización y de
caridad, se adapten las obras a las nuevas necesidades. (Cf. Francisco II, 4).
Que bueno sería que se impusieran este año ayudar a fundar, junto
con los párrocos, las Caritas parroquiales.
7.- También, siguiendo al santo
Padre, les exhorto a que este Año sea un tiempo de Alegría, “Alegraos”. «Donde hay
religiosos hay alegría». Estamos llamados a experimentar y demostrar que Dios
es capaz de colmar nuestros corazones y hacernos felices, sin necesidad de
buscar nuestra felicidad en otro lado. Que entre nosotros no se vean caras
tristes, personas descontentas e insatisfechas, porque «un seguimiento triste
es un triste seguimiento». (Cf. Francisco, II 1).
8.- Por último, por
instrucciones del Santo Padre, este año, será un año jubilar donde
como consagrados gozaremos del beneficio de las INDULGENCIAS. La Iglesia
en virtud del poder que le ha conferido Cristo ofrece a todos aquellos que, con
las debidas disposiciones, cumplan las prescripciones para lucrarlas (Cf.
Penitenciaria Apostólica, decreto “para poder conseguir el don de las
Indulgencias con ocasión del Año de la vida consagrada” Roma 23 de
noviembre de 2014).
Por tanto, durante este
Año TODOS LOS FIELES arrepentidos, que se hayan
confesado y comulgado sacramentalmente y recen por las
intenciones del Sumo Pontífice, podrán lucrar la indulgencia plenaria de la
pena temporal de sus propios pecados y también como sufragio por las
almas de los fieles difuntos, tal como lo señalamos a continuación:
a) Cada vez que participen en los encuentros y
celebraciones Diocesanas: La Fiesta
de la Presentación del Señor, San
José, Corpus Christi, Santo Cristo de la Salud, Inicio del Año pastoral y el V
Centenario del nacimiento de Santa Teresa de Jesús.
b) En las fiestas patronales de las Parroquias
de Santa Rosa de Lima y
Santa Ana.
c) En las fiestas de las Comunidades
Religiosas, entre otras: San José, San Agustín, Beata María de San
José, Beata Candelaria de San José, Venerable P. Juan León Dehón, Venerable
Madre Emilia.
d) En las visitas piadosas al Santuario Diocesano Santo
Cristo de la Salud de Borburata, la
Parroquia Santa Rosa de Lima de la Sorpresa y la Parroquia Santa
Ana de Morón. Las mismas deben incluir la confesión y la
comunión sacramental y el rezo de la Liturgia de las Horas o dedicar un
período de tiempo para meditar con piedad, concluyendo con el Padrenuestro, la
Profesión de fe e invocaciones a la bienaventurada Virgen María.
e) Los miembros de los Institutos de vida
consagrada y aquellos fieles laicos, que por enfermedad no puedan visitar los
lugares sagrados, antes mencionados, podrán lucrar la indulgencia
plenaria, si con total desapego al pecado y con la promesa
intención de cumplir, tan pronto como sea posible, las tres
condiciones habituales, efectúen una visita espiritual a dichos lugares santos
y ofrezcan las enfermedades y los sufrimientos de su vida a Dios a
través de la Santísima virgen María.
f) Se exhorta vivamente a los sacerdotes para
que se dispongan a celebrar el sacramento de la Penitencia con buen ánimo y
celeridad y administren con frecuencia la sagrada Comunión a los enfermos.
En Puerto
Cabello, a los dos días del mes de febrero de dos mil quince.
†
Mons. Saúl Figueroa Albornoz
Obispo
de Puerto Cabello