El gozo de la peregrinación
cristiana es prolongación de la alegría del peregrino piadoso de Israel: "Qué alegría cuando me dijeron: Vamos a la
casa del Señor" (Sal 122,1); es alivio por la ruptura de la monotonía
diaria, desde la perspectiva de algo diverso; es aligeramiento del peso de la
vida que para muchos, sobre todo para los pobres, es un fardo pesado; es
ocasión para expresar la fraternidad cristiana, para dar lugar a momentos de
convivencia y de amistad, para mostrar la espontaneidad, que con frecuencia
está reprimida.
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