ALEGRÍA
PARA NUESTRA IGLESIA PARTICULAR
SACERDOTE
NUEVO, SACERDOTE ETERNO
Sed pastores del rebaño de Dios que tenéis a vuestro cargo,
gobernándolo, no a la fuerza, sino de buena gana, como Dios quiere; no por
sórdida ganancia (1Pe. 5, 12)
Hoy, en la fiesta de la Cátedra de
San Pedro, es doble la Alegría para nuestra Iglesia universal y particular,
pues – por un lado – la fiesta nos recuerda la obediencia y el amor al que hace
las veces de Cristo en la tierra; y por otro lado, hoy un hijo de nuestra cálida
ciudad de Puerto Cabello el Diácono José Alberto Sequera Méndez, será ordenado
sacerdote para siempre en la Catedral San José.
Qué la alegría para toda la
iglesia universal, y para esta pequeña porción del Pueblo Dios. Para nosotros
los sacerdotes, especialmente el Clero porteño, es un renovar nuestra propia
entrega, recordando aquel día en que fuimos ordenados.
La riqueza espiritual del
sacerdocio es enorme. Cada sacerdote, en virtud del sacramento del Orden, es
configurado de modo especial con el Sumo y Eterno Sacerdote, y capacitado para
representarle visiblemente delante de los hombres, para hacer sus veces y
actuar en persona de Cristo, es decir, como instrumento vivo de Cristo
Cabeza de la Iglesia.
MI HERMANO JOSÉ ALBERTO:
Ten siempre presente que el don y
la tarea de consagrar la Eucaristía, que hoy te concede el Señor, comporta una
responsabilidad muy grande. No tengas miedo a pesar de tu fragilidad, Dios, que
te ha llamado, también te ofrece su ayuda para que seas sacerdote santo; es
decir, sacerdote enamorado de Cristo, dedicado a la salvación de las almas,
plenamente disponible ante las necesidades del apostolado. Sigue el ejemplo de
los Santos, verdaderos enamorados del Señor. Ten muy presente en tu vida,
aquellas enormes palabras del Santo Cura de Ars, que te van a servir siempre en
tu ministerio:
“Un
buen pastor, un pastor según el Corazón de Dios, es el tesoro más grande que el
buen Dios puede conceder a una parroquia, y uno de los dones más preciosos de
la misericordia divina”. De él dicen los biógrafos que hablaba del sacerdocio
como si no fuera posible llegar a percibir toda la grandeza del don y de la
tarea confiados a una criatura humana: “¡Oh, qué grande es el sacerdote! Si se
diese cuenta, moriría… Dios le obedece: pronuncia dos palabras y Nuestro Señor
baja del cielo al oír su voz y se encierra en una pequeña hostia…” Explicando –
como lo harás tú José – a sus fieles la importancia de los sacramentos decía: “SI
DESAPARECIESE EL SACRAMENTO DEL ORDEN, NO TENDRÍAMOS AL SEÑOR. ¿Quién
lo ha puesto en el sagrario? El sacerdote. ¿Quién ha recibido vuestra alma
apenas nacidos? El sacerdote. ¿Quién la nutre para que pueda terminar su
peregrinación? El sacerdote. ¿Quién la preparará para comparecer ante Dios,
lavándola por última vez en la sangre de Jesucristo? El sacerdote, siempre el
sacerdote. Y si esta alma llegase a morir a causa del pecado, ¿quién la
resucitará y le dará el descanso y la paz? También el sacerdote…¡Después
de Dios, el sacerdote lo es todo!… Él
mismo sólo lo entenderá en el cielo”
Estas
afirmaciones, nacidas del corazón sacerdotal del santo párroco, pueden
parecernos exageradas o demasiado ingenuas. Sin embargo, revelan la altísima consideración en que
tenía el sacramento del sacerdocio. Parecía sobrecogido por un inmenso
sentido de la responsabilidad: “Si comprendiéramos bien lo que representa un
sacerdote sobre la tierra, moriríamos: no de pavor, sino de amor… Sin el
sacerdote, la muerte y la pasión de Nuestro Señor no servirían de nada. El
sacerdote continúa la obra de la redención sobre la tierra… ¿De qué nos
serviría una casa llena de oro si no hubiera nadie que nos abriera la puerta?
El sacerdote tiene la llave de los tesoros del cielo: él es quien abre la
puerta; es el administrador del buen Dios; el administrador de sus bienes… Dejad una parroquia veinte
años sin sacerdote y adorarán a las bestias… EL SACERDOTE NO ES SACERDOTE PARA
SÍ MISMO, SINO PARA VOSOTROS.”
Te
encomiendo – ya lo hago – desde Málaga donde me encuentro, en la Parroquia
Nuestra Señora del Rosario en la Cala del Moral, para que seas un santo
sacerdotes. Que no te acostumbres a celebrar la Misa; que no te canses de
ofrecer la Misericordia; Que seas Ejemplo para todos los que te vean. La
Iglesia de Puerto Cabello necesita sacerdotes enamorados de Cristo, felices de
seguir al Maestro, mientras recorre la tierra en busca de almas que salvar, con
el corazón palpitante de amor sacerdotal. Procuras cada día esto.
Los fieles querrán ver en ti un sacerdote humilde,
sencillo y cercano. Sacerdote culto,
de modo que puedas aconsejar a cualquier fiel o situación que se presente. Los fieles
querrán ver en ti, un sacerdote que reza, que no se
niegue a administrar los sacramentos, que esté dispuesto a acoger a todos sin constituirse en jefe o
militante de banderías humanas..., que ponga amor y devoción en la celebración de la santa misa, que consuele a los enfermos y
afligidos, que adoctrine con
la catequesis a los niños y a los adultos, que predique la palabra de Dios y no cualquier tipo de ciencia
humana.
A
TUS PADRES, SR. JOSÉ Y SRA LUZ:
Tomo
las palabras que Mons. Ramón Viloria le dijo a mi mamá el día en fui ordenado
sacerdote:
“Gracias
por su desprendimiento y gracias a toda tu familia. Ustedes se han desprendido
de un hijo para donárselo a Dios y a su Iglesia. Es el gesto más grande de amor
que unos Padres pueden realizar. Pero este desprendimiento no significa una
pérdida. Al contrario, significa una gran ganancia. Cuando un padre y una madre
regalan un hijo a Dios, para que éste sea Sacerdote, inmediatamente se hace padre
y madre de todos los Sacerdotes del mundo. Así que hoy nos has ganado a todos
los Sacerdotes como hijos tuyos (y ojalá sepamos serlo)”.
Su
alegría es mi alegría.
EXCMO.
MONS. SAÚL, MI OBISPO Y DEMÁS HERMANOS SACERDOTES
Este
año, tenemos la dicha de renovar dos veces, publica e interior, las promesas
que hicimos el día de nuestra ordenación, ante el Obispo y ante el pueblo santo
de Dios, y todos responderemos: que sí quiero. Y lo haremos cuando estén
preguntando a l diácono José (yo lo haré desde Málaga – España). En definitiva,
es una nueva declaración de amor a Jesucristo y a la Iglesia, a los fieles que
se nos ha confiado. Este breve contenido del interrogatorio refleja la
enseñanza de la Iglesia sobre el sacerdocio ministerial que nosotros tenemos
que vivir cada día, por medio de: nuestra oración personal y delante del Señor,
la Liturgia de las horas, la Eucaristía diaria, la confesión frecuente. Que haya
en cada uno, Obispo – sacerdotes – una profunda renovación personal
PUEBLO
DE DIOS
A toda
la feligresía de nuestra Diócesis de Puerto Cabello: Recen por cada uno de nosotros los sacerdotes, hoy por
José Alberto, los sacerdotes del mundo. Ayúdenos con su ORACIÓN, para que
siempre seamos SERVIDORES – ADMINISTRADORES. Que hemos sido ordenados para
SERVIR a la Comunidad Parroquial a la cual se nos ha destinado.
Que
haya en ustedes una toma de conciencia —no con solas palabras, sino con hechos—
de que todos somos Iglesia. El futuro, de nuestra Iglesia diocesana, depende
también de ustedes de cómo cumplen sus deberes cristianos; de cómo rezan por el
Papa, por nuestro Obispo y por los sacerdotes; de cómo educan a sus hijos; de
cómo ejercitan su alma sacerdotal también en el trabajo, en el descanso; de
cómo piden al Señor que envíe a su Viña muchos y santos trabajadores.
Esta
gran fiesta diocesana, también sirve a cada uno de ustedes para renovarse
interiormente.
JOVENES
No
tengan miedo de decirle SI a nuestro Señor Jesucristo. Vale la pena ser sacerdote
¿Por qué vale la pena ser sacerdote? Porque das a Cristo a los demás y ayudas a
Nuestro Señor a la misión de salvar almas.
Ser
sacerdote en un mundo en continuo cambio, que todo lo relativiza y que parece
ir hacia la total libertad de costumbres, ciertamente no es fácil. Pero siendo fieles
a la misión espiritual, y no dejando la oración ni la
Eucaristía, podemos decir que podrán decir al final con alegría: Misión cumplida.
A
SANTA MARÍA
Pido
a la Virgen María, nuestra Señora del Valle, la gracia de vivir de tal manera
que se cumplan en nosotros todas las previsiones del Señor al llamarnos para
vivir en su compañía y participar en su misión de salvación, que por medio de
nosotros llegue a nuestros hermanos el conocimiento y el amor de Dios, el deseo
y la esperanza de la salvación eterna, la fuerza del testimonio apostólico.
Saludos
a todos desde Málaga, sur de España, desde la Parroquia Nuestra Señora del
Rosario en la Cala del Moral.
Pbro.
Williams R. Campos
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