CAMPAÑA APOYA A TU IGLESIA
Este
fin de semana se estará llevando a cabo la “Campaña apoya a tu Iglesia” en
diversas parroquias de nuestra Diócesis. En nuestra Parroquia Cristo Rey la
iniciaremos el domingo 30, primero de Adviento tiempo de Esperanza, y culminará
el sábado 06. La “Campaña
apoya a tu Iglesia” está destinada a sostener las obras de la Iglesia,
cooperando así con nuestra Parroquia y con nuestra Diócesis.
Como miembros de la Iglesia, somos responsables no sólo de nuestra
propia salvación, sino también de la de nuestros hermanos en Cristo. No podemos
olvidar que la mayor obra de caridad que podemos realizar es el anuncio del
Evangelio, y que debemos velar para que nuestro prójimo lo conozca y alcance para
sí el tesoro preciado que significa la salvación (ver: 1Tm. 2, 3-4).
No podemos permanecer indiferentes No podemos permanecer indiferentes frente a
la gran necesidad que existe en el mundo de conocer la Verdad. Menos aún
podemos delegar esa responsabilidad, pensando que es un asunto que deben
resolverlos otros (por ejemplo la Jerarquía de la Iglesia, los consagrados, las
religiosas, etc.), porque deberían ser los más capacitados o más comprometidos
en las labores pastorales. El apostolado de cada uno de nosotros es imprescindible
en la Iglesia, surge de nuestra misión y es de tal relevancia, que si uno de nosotros
no contribuye de acuerdo a sus capacidades en él, hay que decir que es inútil para
la Iglesia y para sí mismo.
Una verdadera
comunidad católica debe ser partícipe de los gozos, penas y necesidades de las
otras comunidades cristianas. Por eso nos dice San Pablo. “Cada uno debe dar lo que ha decidido en su corazón, y no de mala gana o
a la fuerza, porque Dios ama al que da con alegría” (2Cor 9, 6-8). Sabiendo
que “hay
más alegría en dar que en recibir” (Hch. 20, 35);
La Iglesia en su
doctrina ha buscado clarificar cada vez mejor la conceptualización sobre los
bienes materiales. Así, en la legislación eclesial, se dice que los bienes
temporales, que la Iglesia
adquiere y administra están al servicio de tres fines: "la organización del culto divino, el
procurar la honesta sustentación del clero y demás ministros, el ejercicio de
las obras de apostolado sagrado y de caridad, sobre todo respecto a los
necesitados" (CIC 1254 § 2).
Cada uno de nosotros ha recibido dones del Señor y no hay mayor
gozo y satisfacción humana que ponerlos al servicio de los demás (1Pe 4, 10). A
eso se añade la conciencia de que somos parte del Pueblo de Dios y de que Él ha
querido salvarlo en su conjunto, contando con la participación comunitaria de
cada uno de nosotros. Además, es
necesario ser conscientes de que los dones recibidos no son propios, sino que
han sido dados para la mutua edificación y santificación de la Iglesia.
Esto último es una sana reflexión para evitar la vanagloria o el egoísmo de
querer que nuestros dones sean sólo para nosotros mismos o para beneficio de unos
cuantos “elegidos” arbitrariamente.
“Que cada uno de
vosotros, se dé cuenta que es administrador de lo ajeno; que cada uno arroje de
su alma toda soberbia de señorío y propiedad, y tome más bien la actitud de
humildad y cautela que conviene al que es súbdito y administrador. Como quien a
cada momento está esperando la llegada del amo,… Eres inquilino, y sólo por
poco tiempo se te ha concedido el uso de lo que tienes confiado” (s.
Asterio Amaseo).
Junto con nuestros tiempos, tesoros y talentos, tenemos
responsabilidades que nos son propias y que corresponden a nuestra
singularidad, vocación y misión. A su vez la Iglesia en su conjunto tiene una
misión común, que es instaurarlo todo en Cristo, haciendo discípulos a todas
las gentes (Mt 28, 19). Es por ello que no soy sólo responsable de mis actos,
sino que como parte del Cuerpo Místico de Cristo, soy corresponsable con otros,
para que la misión de la Iglesia se lleve a cabo, lo cual supone la
preocupación por mi despliegue personal en un entorno comunitario concreto.
Como parte de una porción de la Iglesia, percibimos con intensidad
el llamado a la corresponsabilidad, de cara a los desafíos inmensos que se nos
presentan en nuestra vida y acción, conscientes que somos de barro (Sal 104,
29; 103, 14), pero que estamos llamados a gozar de la Eternidad prometida por el
Señor Jesús.
¿Cómo podemos manifestar nuestra corresponsabilidad en nuestra
comunidad concreta? Por ejemplo, mediante la corrección fraterna, siendo conscientes
de lo que sucede en nuestro entorno, en la vida de la Iglesia; dando consejo al
que lo requiere; estando atentos a las ocasiones en las que podemos poner al
servicio nuestros talentos; trabajando arduamente en aquello que se nos encomienda,
como si todo dependiese de nosotros, rezando como si todo dependiese de Dios.
Que seamos
generosos, que cada uno dé de acuerdo a sus capacidades (Cf. Eclo. 35, 9). La Iglesia,
mi Iglesia, tu Iglesia, depende de sus feligreses, que son los primeros corresponsables en esta misión. Es una manera de vivir que reconoce a Dios
como la fuente y dueño de todo. Somos simplemente cuidadores de todos los
regalos de Dios.
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