Domènec
Melé apunta diez (10) posibles causas y al aire otras tantas preguntas:
1. Codicia personal que
lleva a un afán inmoderado de dinero o poder, el cual se busca sin ningún tipo
de restricción moral. La causa antropológica desencadenante es el impulso
humano innato de poseer bienes externos, cuando no es subordinarlo a la
integridad personal. ¿Se valora menos la integridad personal que en el pasado?
¿Faltan motivadores religiosos o de otro tipo quizá más vigorosos en otro
tiempo?
2. Declive de la sensibilidad ética personal,
ya sea por falta de educación o por aprendizajes negativos, desarrollados al no
dar importancia a conductas torcidas en el pasado. ¿Conviene revisar la
educación ética? ¿Hay que revalorizar la sinceridad con uno mismo y el
arrepentimiento y conocer mejor su influencia en promover aprendizajes
positivos?
3. Falta de sentido
de servicio al
trabajar en instituciones públicas o privadas. Se manifiesta, por ejemplo, en
quien se sirve de la política para sus intereses egoístas, en lugar de servir
al bien común a través de la política. ¿Cómo promocionar políticos y líderes
con verdadero espíritu de servicio?
4. Poca conciencia o
escaso coraje para denunciar comportamientos corruptos y situaciones que facilitan la corrupción. Es
el caso de quien conoce la corrupción y no dice nada. Así encubre al corrupto
quizá pensando que eso no es un problema propio o, tal vez, por cobardía, para
no complicarse la vida. ¿Convendría promocionar una cultura de denuncia de
corruptos?
5. Entornos
culturales tolerantes con la corrupción. Ocurre al justificar, y aun admirar, al
pillo (“listo el que sabe cómo evadir impuestos”). También al racionalizar
falsos argumentos carentes de toda base moral (“todo el mundo lo hace”;
“aprovéchate ahora que puedes”; “a vivir que son dos días”). ¿Quién ha de
promover esa cultura? ¿Los líderes sociales? ¿Todos?
6. Falta de
transparencia, especialmente
cuando es institucional, pero también en organizaciones menos formalizadas.
Saber que lo que haces está a la vista de todos, ¿no puede disuadir actuaciones
corruptas?
7. Regulaciones y
controles poco eficientes. Probablemente no hacen falta más regulaciones ni aumentar los
controles: son caros y tienden a ahogar la iniciativa y la dinámica
gerencial. Pero sí una mejor regulación y un control más eficaz en ámbitos
propensos a la corrupción. ¿Es eso tan difícil?
8. Procesos
judiciales lentos. En
algún otro país habría que añadir “y poco fiables”. Los procesos rápidos pueden
tener un mayor efecto ejemplificador que aquellos que cuando sale la sentencia,
ya casi se ha olvidado el delito. La justicia exige que haya recursos y
garantías, pero no hasta el punto de ralentizar tanto la administración de
justicia. ¿Necesitamos más jueces, pero también mejores procesos?
9. Falta de
criterios morales en la promoción. Se favorece la corrupción cuando en la promoción faltan criterios de
integridad probada y responsabilidad. Se omiten esos criterios cuando se
promociona a alguien simplemente por su lealtad a quién manda o a los quienes
controlan el partido. También si sólo se evalúan sus dotes estratégicas u
organizativas. Es evidente que uno puede equivocarse al hacer un nombramiento,
pero no se debe confundir error con ignorancia culpable por negligencia o falta
de valoración ética. ¿Es un problema de miopía ética?
10. Poca decisión en
aplicar sanciones ejemplares ante actuaciones corruptas. No dar importancia o reaccionar con
tibieza ante acusaciones de corrupción crea un ambiente proclive a mantener la
corrupción. Lo hemos visto en partidos políticos, aunque últimamente parecen
cambiar de actitud. ¿Será consistente y duradero?
Sirvan, mirando estos diez punto, lo que nos dice el Papa Francisco:
«…La misma llamada
llegue también A TODAS LAS PERSONAS PROMOTORAS
O CÓMPLICES DE CORRUPCIÓN. Esta LLAGA
PUTREFACTA
de la
sociedad es UN GRAVE PECADO que grita hacia el
cielo pues mina desde sus fundamentos la vida personal y social. La corrupción
impide mirar el futuro con esperanza porque con su PREPOTENCIA Y AVIDEZ
DESTRUYE
los proyectos de los débiles y oprime a los más pobres. Es un mal que se anida
en gestos cotidianos para expandirse luego en escándalos públicos. La
corrupción es una obstinación en el pecado, que pretende sustituir a Dios con
la ilusión del dinero como forma de poder. ES UNA
OBRA DE LAS TINIEBLAS, SOSTENIDA POR LA SOSPECHA Y LA INTRIGA. Corruptio optimi pessima, decía
con razón san Gregorio Magno, para indicar que ninguno puede sentirse inmune de
esta tentación. PARA ERRADICARLA de
la vida personal y social son necesarias PRUDENCIA,
VIGILANCIA, LEALTAD, TRANSPARENCIA, unidas al coraje de la denuncia. SI NO SE LA COMBATE ABIERTAMENTE, TARDE O TEMPRANO BUSCA CÓMPLICES Y DESTRUYE LA EXISTENCIA.
¡ESTE ES EL TIEMPO OPORTUNO PARA CAMBIAR DE VIDA! Este es el tiempo para
dejarse tocar el corazón. Ante el mal cometido, incluso crímenes graves, es el
momento de escuchar el llanto de todas las personas inocentes depredadas de los
bienes, la dignidad, los afectos, la vida misma. PERMANECER
EN EL CAMINO DEL MAL ES SÓLO FUENTE DE ILUSIÓN Y DE TRISTEZA. La verdadera vida es
algo bien distinto. DIOS NO SE CANSA DE
TENDER LA MANO. Está dispuesto a escuchar, y también yo lo estoy, al igual
que mis hermanos obispos y sacerdotes. BASTA
SOLAMENTE QUE ACOJÁIS LA LLAMADA A LA CONVERSIÓN Y OS SOMETÁIS A LA JUSTICIA
MIENTRAS LA IGLESIA OS OFRECE MISERICORDIA». (Bula Misericordiae Vultus, 19)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario