PRESIDENCIA DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL VENEZOLANA
MENSAJE AL PUEBLO DE DIOS Y A LAS PERSONAS DE BUENA VOLUNTAD.
1. Terminando la Cuaresma y cercana la conmemoración de la
Semana Santa, nos disponemos a celebrar la Pascua del Resucitado. Es la fiesta
de la alegría que nos da el sabernos liberados del pecado y convertidos en
“hombres nuevos”. Este año, sobre todo por las circunstancias que nos rodean,
debido a la crisis generalizada que afecta particularmente a los más pobres,
ese tiempo pascual debe ser preparado y
vivido con espíritu de fraternidad, solidaridad, caridad y con mucha conciencia
de lo que queremos hacer con el futuro de nuestra Patria.
I. “¿Cómo podríamos cantar un cántico nuevo
en tierra extraña?” (Salmo 138)
2. En los últimos tiempos, Venezuela se ha convertido en una
especie de “tierra extraña” para todos. Con inmensas riquezas y
potencialidades, la nación se ha venido a menos, debido a la pretensión de
implantar un sistema totalitario, injusto, ineficiente, manipulador, donde el
juego de mantenerse en el poder a costa del sufrimiento del pueblo, es la
consigna. Junto a esto, además de ir eliminando las capacidades de producción de
bienes y servicios, ha aumentado la pobreza, la indefensión y la
desesperanza de los ciudadanos.
3. El deterioro ha sido inmenso: la falta de alimentos,
medicamentos y de otros productos, así como las fallas de energía eléctrica que
impide el trabajo productivo y el desarrollo normal de la vida cotidiana,
atenta contra la dignidad de las personas. Esto ha conducido a que un considerable número de venezolanos
decidan irse del país en búsqueda de nuevos horizontes, trayendo como
consecuencia el desarraigo y la tristeza en miles de familias; a otros los ha
empujado a la práctica del contrabando, el “bachaqueo” y variadas formas de
corrupción. Quienes nos quedamos luchamos por no perder la esperanza y llamamos
a los más débiles a defender sus derechos y recuperar las libertades perdidas.
4. La dirigencia política no ha estado ni está a la altura de la
problemática que sufren los venezolanos. Pareciera que la calidad de vida del
venezolano no es la prioridad de quienes nos gobiernan, pues son insensibles
ante tanto dolor, sufrimiento y muerte. El Gobierno y sus seguidores tienen la
mayor responsabilidad, al querer imponer un régimen que mediatiza al ser
humano, y así mantener sus intereses políticos y económicos; el plan de la
patria ha sido nefasto para la vida de los venezolanos, los tan nombrados
motores de la revolución sólo han quedado en el papel. Los venezolanos no nos merecemos esto, mucho
menos quienes han estado sumergidos en la pobreza y hoy han pasado a engrosar
el número de personas en la miseria. Es imposible que un pueblo con hambre, con
enfermedades y sin oportunidades, pueda pensar en el desarrollo integral de la
Patria; y más difícil es entender cómo personas que están sufriendo tantas
calamidades se adhieren aún a las propuestas gubernamentales que les hacen
sufrir, que han quebrado a la nación, y han propiciado que funcionarios
públicos hayan hecho de ella su hacienda y peculio personal.
5. Como lo hemos hecho en otras oportunidades, llamamos a la
dirigencia que disiente del oficialismo, que cada día es más numerosa, a una
mayor coherencia en sus prácticas y acciones. La unidad se construye en la
pluralidad. Por tanto, no se debe satanizar a todos los que tengan opiniones
divergentes, sino más bien, asumir la realidad que vivimos los venezolanos
siendo todos más conscientes de dicha unidad. Con ello, se podrá tener un
horizonte más claro en el que el reclamo exigente de una salida democrática y
pacífica, supere la terquedad de un gobierno que se hace cada vez más ilegítimo
por sus actuaciones y por la creciente represión hasta para quienes han sido
sus miembros. Hay que tratar de sumar cada día más a todas las instituciones y
sectores, sin olvidar que las organizaciones populares tienen un lugar
primordial, pues son ellas las protagonistas de la vida ciudadana. Nuevamente
recordamos que el pueblo, y en especial los pobres, es el auténtico sujeto social del cambio y
del desarrollo del país.
6. Los venezolanos estamos convencidos, que no es con las
dádivas gubernamentales ni con las promesas de los dirigentes políticos como se
va a solucionar la grave situación que afronta nuestra Venezuela. Si el pueblo
no es tomado en cuenta como protagonista de los cambios necesarios en lo
político, económico y social, crecerán la desilusión, la migración, la desconfianza, el conformismo
y la pobreza. Entonces nos preguntamos con el salmista, “¿Cómo cantar un
cántico nuevo en esta tierra que cada día se vuelve extraña?”
II. “Lo que hicieron
a uno de estos pequeños, a Mí me lo hicieron” (Mt. 25,40).
7. Para los cristianos, esta situación no puede ser ajena a
nuestras preocupaciones, oraciones, compromisos evangelizadores y de promoción
humana. En primer lugar porque formamos parte de este pueblo sufriente; en
segundo lugar porque nuestra fe en Jesús nos lleva a tener y testimoniar una
permanente opción preferencial por los más pobres, excluidos y afligidos de la
sociedad; y en tercer lugar, porque esa misma fe, vivida en caridad nos impulsa
a hacer realidad en nuestra nación el Reino de Dios, que lo es de justicia,
paz, amor, verdad y libertad. Somos solidarios no por un sentimiento, sino por
nuestra pertenencia a ese pueblo con el cual compartimos sus esperanzas y
gozos, sus angustias y problemas (cf. G.S. 1). El tiempo que vivimos debe ser una ocasión propicia para manifestar la
misericordia del Padre Dios, a través de nuestras obras y testimonio de una
caridad fructífera: Caridad y misericordia que deben conducirnos a trabajar
también por la reconciliación en nuestra Patria.
8. A todos los dirigentes políticos, sociales y económicos, les
queremos recordar que cualquier cosa que se haga a cada uno de los hermanos que
empeore su situación de vida, sea menosprecio, imposición de cargas pesadas,
empobrecimiento, olvido de su protagonismo, robo de lo que les pertenece, se le
está haciendo al mismo Jesús. No hay que olvidar que, al final, seremos
juzgados por el amor con el cual hayamos vivido y trabajado. Algunos dirán que
su fe no se fundamenta en Jesús, sino en el poder que ostentan, pero les
recordamos que todo poder es efímero: así como lo han obtenido, podrán perderlo
en cualquier instante, y lo peor del caso es que quedarán expuestos a ser
juzgados por sus propias acciones y palabras.
9. La de los pobres es la causa de Jesús y, por ende, de la
Iglesia. Los obispos, sacerdotes,
religiosos, religiosas y laicos de nuestras comunidades eclesiales y grupos
apostólicos, al anunciar el Evangelio y construir el Reino de Dios, expresamos
no sólo nuestro compromiso solidario,
sino que garantizamos con nuestra entrega, el acompañamiento a los pobres, a
los que sufren y a quienes se sienten excluidos. Nuestras acciones de caridad y
acción social quieren ser una contribución para aliviar sus penas y también
para aportar soluciones que dignifiquen su existencia personal, familiar y
comunitaria. Todas nuestras instituciones están, hoy más que nunca, al servicio
del pueblo y con mayor énfasis, a los más necesitados.
III. “La comunidad
de los creyentes compartía todo lo que poseían… y nadie pasaba necesidad” (Hech.
2, 44-45).
10. Durante la Cuaresma solemos fortalecer nuestra vida de
creyentes con acciones de caridad y misericordia. Nuestra participación en las
diversas celebraciones litúrgicas y otros actos de devoción deben ser una bella
ocasión para reafirmar precisamente nuestro compromiso con los más necesitados.
De ahí, la importancia no sólo de prepararlas con dedicación junto con nuestros
sacerdotes y laicos, sino que hemos de predicar con decisión la Palabra de
Dios, para que sea iluminadora en estas circunstancias que todos vivimos.
Dedicaremos mayor tiempo para atender a las personas en sus necesidades
espirituales, de modo especial en el sacramento de la reconciliación. Debemos
recordar que durante la Semana Santa, al conmemorar la Pasión, Muerte y
Resurrección de Jesucristo, podemos acercarnos a los sacramentos, al encuentro
con la Palabra y la renovación de nuestros compromisos bautismales que nos
lleva al encuentro misericordioso con los más necesitados. Con la Resurrección
del Señor reafirmamos nuestra esperanza y nuestro compromiso caritativo.
Deseamos presentar en orden a lo expuesto, desde una perspectiva
eclesial, las siguientes propuestas:
• Qué hermoso sería que el Domingo de Resurrección, como
expresión de nuestra fe en el Resucitado que nos ha hecho hijos de Dios Padre
y, por tanto hermanos, en cada una de nuestras comunidades parroquiales se
pueda tener una “olla comunitaria” o una “comida fraterna”, en la que todos
participemos, invitando a los más pobres, a los indigentes, a los necesitados.
• Que a lo largo de los últimos días de Cuaresma, de la Semana
Santa y de Pascua intensifiquemos las visitas a los enfermos, a los ancianos, a
los privados de libertad, a los barrios pobres y a las comunidades necesitadas,
para llevar de lo que tenemos; para acompañar a tantas personas que sienten la
tristeza de la partida de sus seres queridos hacia otras naciones; para que
tomemos conciencia de la labor que se va realizando en la frontera con Colombia
y Brasil donde se acogen y acompañan a tantos migrantes venezolanos, así como
en otros países hermanos que los han recibido con solidaridad: Gracias a las
Iglesias hermanas y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad.
• Sugerimos que en toda Venezuela, del 19 al 22 de abril, además
de organizar una jornada nacional de oración, al estilo de las “Cuarenta
Horas”, en todas las comunidades parroquiales y eclesiales, se hagan gestos
significativos de misericordia y caridad para con quienes de verdad sienten
necesidad de una expresión de ternura, solidaridad y caridad.
• Mención particular deben tener en nuestras oraciones todas las
personas, la mayoría jóvenes, que a partir del 19 de abril del año pasado
fueron asesinadas por reclamar los valores de la democracia en el país. Su
memoria y entrega no deben ser olvidadas. La justicia prevalecerá en algún
momento de nuestra historia Patria. Igualmente el día de Pentecostés a
celebrarse el próximo 20 de mayo, pidamos que el Espíritu Santo ilumine
nuestras mentes para discernir el camino a seguir para la recuperación del
país.
11. Como lo hemos señalado en nuestro comunicado del 29 de enero
pasado, en el pueblo reside la soberanía, por lo que ante esta situación tan
dolorosa y dramática que vivimos los venezolanos, urge que sea tomado en cuenta
como protagonista y sujeto de su cambio y de la construcción de la Venezuela
que todos queremos. Interpelamos a los dirigentes políticos, del Gobierno y de
la Oposición, así como a profesionales, miembros de los diversos gremios,
obreros, empresarios, trabajadores del campo, maestros y estudiantes: ¡Escuchen
el clamor del pueblo! Está pidiendo ser oído. No basta con promesas o con
pequeñas dádivas dirigidas a esclavizar y hacer improductivas a las personas.
No hay tiempo que perder y es la hora de un verdadero cambio para ser una
nación próspera y donde se viva en democracia, y todos encontremos una tierra
propia para construir sueños de libertad, fraternidad e inclusión social.
12. Imploramos la gracia del Espíritu Santo: que su luz y
sabiduría nos acompañe para poder contribuir a la salida justa, pacífica y
humana de la crisis que golpea a todos en Venezuela. Dios Padre nos ha dado el
hermoso regalo de su Hijo, quien con su muerte y resurrección nos ha dado la
vida nueva que hemos de vivir con decisión en el amor, en la justicia y la Paz.
Para ello, contamos con la maternal protección de María, Nuestra Señora de
Coromoto, Madre de todos los venezolanos.
Con nuestra bendición.
Caracas,
19 de marzo del año 2018, Festividad de San José.
+José
Luis Azuaje Ayala
Obispo
de Barinas
Presidente
de la CEV
+Mario
Moronta Rodríguez
Obispo
de San Cristóbal
1°
Vicepresidente de la CEV
+Raúl
Biord Castillo
Obispo
de La Guaira
2°
Vicepresidente de la CEV
+José
Trinidad Fernández Angulo
Obispo
Auxiliar de Caracas
Secretario
General de la CEV
+Jorge
Cardenal Uorsa S.
Arzobispo
de Caracas
Presidente
honorario de la CEV
+Baltazar
Cardenal Porras C.
Arzobispo
de Mérida
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