MORAL DE LAS VIRTUDES TEOLOGALES
NATURALEZA
TEOLOGAL DE LA VIDA MORAL
Es imposible la vida
cristiana sin referencia a los sacramentos. Es imposible la vida cristiana sin la Eucaristía.
¿Cómo está constituida la
persona cristiana? Hay que decir que el hombre tenía la amistad con Dios que se
pierde con el pecado original: hay un rechazo de de Dios.
El pecado original de Adán y
Eva es pecado personal (elegido libremente) distinto al pecado nuestro.
La consecuencia del pecado
original queda marcado por lo que se ha llamado ESTADO DE NATURALEZA CAÍDA, no
corrompida como decía Lucero, pero si dañado por el pecado.
El pecado no es un
accidente, es el más horrible cercano a la muerte. Es la separación con Dios.
Con el pecado, el hombre, queda profundamente dañado ¿Cuál es el daño? La
oscuridad, cuando se le quita a Dios de su horizonte, es profunda indigencia.
El hombre es incapaz de
volver a Dios, necesita la ayuda de alguien para volver a Dios. A ese hombre
caído es a quien Cristo viene a redimir.
Hombre en estado de
naturaleza caída (Cf. Gn. 3, 14): Dios promete la salvación.
Abraham----------Pueblo de
Israel-------------acoger el Salvador
V – P – M - R ----------------- El Mesías
Se obra la salvación de los
hombres.
¿Cuál es el núcleo de la
salvación de los hombres? Consiguiendo un encuentro personal con Cristo. Sin el
encuentro personal de Jesucristo no hay salvación[1].
Encuentro con Cristo –
Eucaristía – Pentecostés: Sacramentos.
¿Qué son los sacramentos?
Los momentos de ese encuentro personal con Dios hombre para convertir lo divino
en humano; es identificación real con el Salvador.
Los sacramentos son los
cauces habituales de la gracia, sin los cuales no hay salvación. Son medios de
vida (Bautismo – Confirmación – Eucaristía), cada uno realiza a su manera
propia el encuentro con Cristo.
Ej.: el Bautismo pone en
contacto con la muerte de Cristo. Es sacramento de la regeneración[2]
La criatura que lo recibe es
nueva criatura: nacimiento. Es vida, pero no es lo mismo dar vida que vivir.
Ser capaz de actuar
libremente en mi vida.
Ej.: Jn. 6: el buen pastor:
dar la vida y recuperarla.
Vivir con libertad:
·
determinar cual es mi conducta.
·
La convicción de que puedo alcanzar esa conducta.
Hay que decir, que quien
obra sobre el hombre el es Espíritu Santo. Todo lo que en nosotros es de Cristo
es por acción del Espíritu Santo.
No perder de vista el obrar
del cristiano: “El justo vivirá de la fe” (Rm. 1, 17)
La referencia de la vida es
siempre Cristo. La vida moral del cristiano se fundamenta en los dones de Dios;
sin ellos, no habría vida moral.
El encuentro personal con
Cristo, es el bautismo, pero sólo el bautismo no basta, hace falta los medios
para sanar la libertad (identificarse con la cruz de Cristo, participar de la
cruz de Cristo y recibir a Cristo).
El hombre recibe los dones
de Dios con tal: hombre. Los dones le capacitan[3]
no realizan la vida en Cristo. Para que los dones que Dios le ha dado al
hombre, tiene que recibirlo libremente con pleno consentimiento y con plena
voluntad.
El misterio cristiano tiene
que ser recibido plenamente, asumido, en la vida de un cristiano. Por eso
decimos, que los sacramentos son caminos ordinarios de la vida de Dios.
Las virtudes teologales
emanan de la gracia de Dios. La gracia de Cristo es un vivir divino de la
gracia de Cristo. Esto hace vivir las virtudes teologales. Sin vida divina se
pierden estas virtudes.
Con el pecado se pierden las
virtudes teologales. Solo queda la fe, pero es una fe muerta, porque no se está
en gracia de Dios, y si no se está en gracia de Dios, no se va a Dios.
“Nosotros no volvemos a Dios
por la fe que nos queda…” (Es muy importante saber esto) volvemos a él por él
mismo.
Los actos que surgen de la Fe – Esperanza y Caridad, son
actos de los hombres. Esos dones de Dios, expresión de la gracia divina, son
confiados al hombre: “Dios obra en nosotros”.
CUESTIONES
GENERALES DE LAS VIRTUDES
Su existencia aparece
refrendada tanto en la
Sagrada Escritura , Tradición y Magisterio de la Iglesia.
La referencia a las virtudes como
cualidades morales de la persona y, al mismo tiempo, dones de Dios, son
constantes en la
Sagrada Escritura. El término más empleado para designar la
virtud es dynamis, que se traduce al latín por virtus[4].
En el Antiguo Testamento, más que
reflexiones sobre la virtud, encontramos narraciones y biografías de hombres
virtuosos, «justos»: Abraham, Moisés, José, etc., que tienen un elevado valor
pedagógico. El concepto de «hombre justo» designa al hombre que cree en Dios y
espera en Él, es sabio y paciente, misericordioso, prudente, perseverante y humilde,
es decir, vive según la voluntad de Dios y es fiel a su Alianza.
En algunos libros del Antiguo
Testamento, como en el de la
Sabiduría , se puede detectar una cierta influencia
griega. En él se mencionan las cuatro virtudes platónicas: «¿Amas la justicia?
Las virtudes son sus empeños, pues ella enseña la templanza y la prudencia, la
justicia y la fortaleza: lo más provechoso para el hombre en la vida» (Sb 8,7).
Sin embargo, hay virtudes que no tienen correspondencia en el pensamiento
griego, como la humildad, el perdón o la penitencia. La razón es que la visión
del hombre en el Antiguo Testamento es diferente a la griega: el hombre es
imagen de su Creador, ha caído por el pecado y Dios le perdona y le enseña a
perdonar.
También en el Nuevo Testamento aparece
la palabra «justicia» para designar el conjunto de virtudes que vive una
persona santa: Zacarías, Isabel, Simeón, José. En el Sermón de la Montaña , la justicia,
entendida en este sentido, es considerada como imprescindible para entrar en el
Reino de los Cielos: «Os digo, pues, que si vuestra justicia no es mayor que la
de los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos» (Mt 5,20).
En la cuarta Bienaventuranza, promete el Señor la felicidad a los que «tienen
hambre y sed de justicia», expresión que hace pensar en un deseo grande y
eficaz de cumplir en todo la voluntad de Dios. Por otra parte, todas las
Bienaventuranzas, que son como un retrato de Cristo, se refieren a diversas
virtudes: pobreza de espíritu, mansedumbre, penitencia, limpieza de corazón,
etc.
En los Evangelios encontramos,
sobre todo, al Maestro de todas las virtudes: Cristo, «fuerza de Dios y
sabiduría de Dios» (1 Co 1,24), que nos invita a aprender de Él, «manso
y humilde de corazón» (Mt 11,29), de su vida y sus palabras. En Él, que
es perfecto Dios, se nos muestra a la vez el Modelo acabado de la perfección
humana, porque es perfecto Hombre.
El mensaje cristiano entra pronto
en contacto con el mundo helenístico, como se puede apreciar en las cartas de
San Pablo. Este contacto es, sin duda, enriquecedor; pero, en la moral
cristiana, las virtudes ya conocidas en el mundo pagano y otras menos conocidas
e incluso inconcebibles para él -como la penitencia, la humildad o el amor a la Cruz-, forman, bajo la
dirección de las virtudes teologales y los dones del Espíritu Santo, un
organismo específico, y adquieren un valor propio y una nueva finalidad: la
identificación con Cristo, la edificación del Reino y la «alabanza de la gloria
de Dios» (Ef 1,6), que no excluye, sino que incluye, la edificación de
la ciudad terrena[5].
La moral griega solo conocía el
esfuerzo humano como medio para adquirir la virtud. Las virtudes cristianas, en
cambio, se presentan sobre todo como dones de Dios, como «frutos del Espíritu»
(Ga 5,22). No es la energía humana la que tiene la iniciativa en la
edificación del Reino de los Cielos; no es el hombre el autor principal de la
santificación, sino el Espíritu Santo. Es Él quien, introduciendo a los fieles
en el misterio pascual de Cristo, les comunica la vida nueva, sintetizada por
San Pablo en las virtudes de fe, esperanza y caridad (cfr. 1 Co 13,13; 1
Ts 1,3-4; Rm 15,13).
La práctica de las virtudes está,
para el cristiano, íntimamente vinculada a la identificación con Cristo (cfr. Ef
5,2; Flp 2,5; Col 3,13.17). No se trata ya de vivir unas
virtudes aprendidas de un maestro más o menos ejemplar, sino de dejarse guiar
por el Espíritu Santo para identificarse ontológica y moralmente con el único
Maestro y con el único Modelo.
Nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica :
“Las virtudes teologales fundan, animan y caracterizan el
obrar moral del cristiano. Informan y vivifican todas las virtudes morales. Son
infundidas por Dios en el alma de los fieles para hacerlos capaces de obrar
como hijos suyos y merecer la vida eterna. Son la garantía de la presencia y la
acción del Espíritu Santo en las facultades del ser humano. Hay tres virtudes
teologales: Fe – Esperanza y Caridad” [6]
El Concilio de Trento, habla
de las tres virtudes infusas. “En el
mismo momento de la justificación aparecen las virtudes teologales…”.
VIRTUDES
TEOLOGALES: NATURALEZA
Son hábitos operativos,
buenos, CAPACITATIVOS (No facilitativas, como las morales). Su objeto directo
(en sentido amplio) es Dios. Se muestran en la vida animando a las demás
virtudes.
Decía San Agustín: “Virtudes, virtudes, son solamente las
virtudes teologales” (Enchiridion sive de fide, spe
et caritate).
Las virtudes adquiridas
surgen del hombre.
Las virtudes teologales
surgen de Dios.
Las virtudes teologales
permiten alcanzar a Dios en la fe, esperanza y caridad. Y para ello, afectan a
todas las facultades humanas[7]. Las virtudes
teologales hacen posible vivir una relación personal con Dios.
Vivirlas es vivir de la mano
de Dios.
Las virtudes teologales
alcanzan directamente a Dios ¿Qué significa?
INHAERERE DEO (Sto. Tomás)
Dan lugar la unión directa con Dios, que producen una Inhaerere Dei. Sto. Tomás
le da dos sentidos:
1.
– Dios entra en el alma por la gracia y las virtudes (II
II, q. 72.)
2.
– El hombre entra a participar de la vida divina, gracias a
las virtudes.
Consecuencias de todas estas
realidades: lo que hace que el hombre sea hijo de Dios es la gracia recibida.
Es un vivir que realiza la filiación, es decir, comportase (el hombre) como
hijo de Dios.
Toda la vida del cristiano
es una experiencia de la fe, la esperanza y la caridad. ¿Qué es alcanzar a Dios
por las virtudes? Es un vivir, que es expresión de la fe, esperanza y caridad,
por voluntad nuestra.
Las
Relaciones De La
Virtudes Teologales Con Las Demás Virtudes: Las Adquiridas
CEC. 1813: “Las virtudes teologales fundan, animan y
caracterizan el obrar moral del cristiano. Informan y vivifican todas las
virtudes morales…”
“Las virtudes humanas se
arraigan en las virtudes Teologales” (Importante). En el hombre cristiano no
hay un doble comportamiento, hay un único comportamiento. Al perder la gracia,
pierde las virtudes teologales.
Relación
entre las Virtudes Teologales Entre Sí
Por las virtudes teologales, el
hombre se une a Dios en su vida íntima. Son disposiciones permanentes del
cristiano que le permiten vivir como hijo de Dios, como otro Cristo, en todas
las circunstancias.
Por la fe «creemos en Dios y en
todo lo que Él nos ha revelado, que la Santa Iglesia nos propone, porque Él es la verdad
misma» (CEC, 1418). Por la esperanza «aspiramos al Reino de los cielos y a la
vida eterna como felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas
de Cristo y apoyándonos no en nuestras fuerzas, sino en los auxilios de la
gracia del Espíritu Santo» (CEC, 1817). Gracias a la virtud de la caridad
«amamos a Dios sobre todas las cosas por Él mismo y a nuestro prójimo como a
nosotros mismos por amor de Dios» (CEC, 1822).
Las virtudes teologales son
necesarias para saber que nuestro destino es la contemplación amorosa de Dios,
cara a cara; para poder vivir como hijos de Dios y merecer la vida eterna: por
la fe, el hombre puede saber, asintiendo a lo que Dios le ha revelado, que la
vida con la
Santísima Trinidad es el fin al que está llamado; la
esperanza refuerza su voluntad para que confíe plenamente en que, con la ayuda
divina, puede alcanzar su destino; y la caridad le confiere el amor efectivo
por su fin sobrenatural.
Gracias a las virtudes teologales
–que «son la garantía de la presencia y la acción del Espíritu Santo en las
facultades del ser humano» (CEC, 1813)-, la persona crece en intimidad con las
Persona divinas y se va identificando cada vez más con el modo de pensar y amar
de Cristo. Perfeccionadas por los dones del Espíritu Santo, proporcionan la
sabiduría o visión sobrenatural, por la que el hombre, en cierto modo, ve las
cosas como las ve Dios, pues participa de la mente de Cristo (cfr. 1 Cor 2,16).
Si las virtudes humanas potencian
la libertad, con las virtudes teologales y los dones, la persona adquiere la
«libertad gloriosa de los hijos de Dios» (Rom 8, 21). El dominio sobre
sí misma no es solo el que alcanza por sus propias fuerzas, sino también el que
tiene por participar del señorío de Dios, pues el Espíritu Santo es el
principio vital de todo su obrar.
La persona que vive las virtudes
teologales crea en torno a sí el ambiente de entrega y servicio propio de los
hijos de Dios, que se manifiesta especialmente en los frutos del Espíritu Santo
(cfr. Gal 5, 22-23).
Todas las virtudes disponen al
hombre para alcanzar su bien. Pero como el bien del hombre en esta vida es la
amistad con Dios y, en la vida eterna, la visión amorosa de Dios, sólo la
caridad merece el nombre de virtud perfecta.
La caridad es madre, forma y
principio ordenador de todas las virtudes, porque engendra sus actos y los
ordena al fin último. «El ejercicio de todas las virtudes está animado e
inspirado por la caridad. Esta es el “vínculo de la perfección” (Col 3,14);
es la forma de las virtudes; las articula y las ordena entre sí; es fuente
y término de su práctica cristiana» (CEC, 1827). Por eso, todos los
mandamientos se resumen en la caridad: Amor a Dios sobre todas las cosas y amor
al prójimo como a uno mismo.
La caridad es la virtud que
proporciona al hombre la unidad de toda su vida. Hace que todos sus
pensamientos, palabras y obras tengan un único fin y un mismo motivo. El
trabajo y el descanso, la vida familiar, social y política, todas las
actividades del hombre, deben ser frutos de una misma raíz, la caridad.
¿Cuál es la más importante?
*
Cronológicamente:
-
La Fe.
-
Esperanza.
-
La Caridad
En nosotros, sólo se conoce,
luego se desea, al final se experimenta.
El Magisterio, en el
Concilio de Trento, al hablar de la fe (en el mismo orden) la llama inicio y
fundamento de la salvación (humanae salutis initium). Necesitamos oír lo que
Dios nos explica, para poder amar. Sin fe
no hay salvación... Del conocimiento al deseo, del deseo al amor.
* Al
Orden por Excelencia ¿Cuál es la más importante? El Magisterio y la Tradición hablan que es la CARIDAD. La caridad
dura siempre. “La caridad es la forma de
todas las virtudes”.
Esto ha dado lugar a un
debate importante: la dificultad para distinguir la gracia de la caridad ¿Es lo
mismo? Esta es la cuestión.
SALVADOS POR LA GRACIA
MEDIANTE DE LA FE
Dos cosas:
·
Estudiar la fe como virtud: hablaremos de los actos de fe,
pero no lo estudiaremos (se ve propiamente en la Teología Fundamental ).
·
La noción de fe, sobre la definición de San Agustín, y las
otras: San Pablo y Dei Filius y CEC.
1. – Noción De Fe
“Mientras que en el pasado era posible
reconocer un tejido cultural unitario, ampliamente aceptado en su referencia al
contenido de la fe y a los valores inspirados por ella, hoy no parece que sea
ya así en vastos sectores de la sociedad, a causa de una profunda crisis de fe
que afecta a muchas personas”. Por eso, el Papa invita a una “auténtica y renovada conversión al Señor,
único Salvador del mundo". El objetivo principal de este año es que cada
cristiano "pueda redescubrir el camino de la fe para poner a la luz
siempre con mayor claridad la alegría y el renovado entusiasmo del encuentro
con Cristo”.
Intensificar
la celebración de la fe en la liturgia, especialmente en la Eucaristía; dar
testimonio de la propia fe; y redescubrir los contenidos de la propia fe,
expuestos principalmente en el Catecismo.
“Muchas personas en nuestro contexto
cultural, aún no reconociendo en ellos el don de la fe, buscan con sinceridad
el sentido último y la verdad definitiva de su existencia y del mundo”
(Benedicto XVI, Porta Fidei, 11- 10 – 2011).
-
Dios impulsa al hombre a
escudriñar el mundo.
-
Dios quiere que el hombre razone
y entienda:
-
El hombre se empeña en estudiar la realidad para que ella hable
y nos revele el sentido.
“Entonces me dirigí a todas las cosas que
rodean las puertas de mi ser …me respondieron
nosotros no somos tu Dios. Búscalo por encima de nosotros” S. Agustín, Confesiones
+
Concilio Vaticano I (Dei Filius, Cáp. III):
“Es aquella virtud sobrenatural, por la que, con
inspiración divina y ayuda de la gracia de Dios, creemos son verdaderos lo que
por él ha sido revelado; no por la intrínseca verdad de las cosas percibidas
por la razón, sino por la autoridad de Dios que revela el cual no puede engañar
ni engañarse”.
Sperantarum
substantia rerum argumentum non apparetium…
En el
fondo, la Dei Filius
define la fe. Esta
definición es muy importante, porque reúne todos los aspectos necesarios y
definitivos de la virtud de la fe.
Afirma:
·
Lo que es verdadero, lo que Dios revela. Fe es algo que
para mí es verdadero lo que Dios revela. Es gracia a la virtud de la fe y no de
otra cosa.
·
Afirmamos, lo que Dios ha revelado no porque lo ha
revelado, sino por su Autoridad que no puede engañar ni engañarse.
+ San Agustín.
“La Fe es creer”
IN DEUM
CREDERE DEUM
DEO
¿Que lleva
consigo la Fe ?
Ayuda, la
fe, a afirmar no unas cosas que son verdaderas, sino VIVIR con aquello que es
verdadero. Tener la fe, vivir la fe.
a. Credere In Deum:
¿Dónde
está la fuerza? Creer y amar a Dios: es un creer y unirse a Dios. “El justo
vive de la fe…”[8].
Desde el punto de vista
moral, lo importante de la fe no son los contenidos, sino sobre aquello que
Dios nos ha revelado. Creer es vivir, no simplemente asentir. Es un
movimiento dinámico – activo, es existencial, no es un depósito. Es aceptar
esas verdades, que implica un modo de vida. Vivir la fe es un vivir en plenitud[9]. Vivir de otra manera es como si Dios no existiera.
Dos cosas:
-
La fe es una forma de acceso a la
verdad.
-
La fe es un acceso a la verdad que
se realiza por una comunión con quien enseña (Dios)
El
movimiento propio de la fe lleva consigo un acto de la voluntad (la fe es
acceso a la verdad). La voluntad tiene relevancia en la fe: “Sólo se cree si se
QUIERE creer…”. Dios da un don, pero ese don requiere el ejercicio de la
voluntad. Hay cosas más difícil de creer que otras. Afirmar, significa, querer
afirmar[10].
Vivir lo que es la propia
vida es querer. Para poder creer, hay que querer creer. ¿Cuándo la fe es
meritoria, unida a Dios? Cuando hay un querer de la voluntad de la vida. Ese
alcanzar a Dios (Credere in Deum) lleva un ejercicio de la voluntad. La fe es
obra de Dios, pero su ejercicio es obra del hombre.
b. Credere
Deum:
Es lo que se llama el objeto
material de la fe: Creo que todo lo que Dios me dice es verdad. ¿Qué creo? O ¿A
quién creo? A Dios. Nosotros creemos a personas no a cosas. Creo a Dios por lo
que él me enseña. Lo primario es Dios mismo. Lo secundario otras verdades que
Dios me ha revelado en relación con él (Contenido fe: SE, Tradición y Magisterio):
-
Yo creo las verdades formalmente reveladas que el
Magisterio propone de manera solemne y universal. Sólo estas verdades son
propiamente objeto de fe.
-
Yo me adhiero y sostengo que la Iglesia define aunque no
sea problema de fe.
-
Yo hago un obsequio religioso a las verdades que la Iglesia propone en su
enseñanza ordinaria.
c. Credere Deo:
No manifiesta la fe como
tal, sino la razón formal, el objeto formal de la fe. Es el motivo formal de la
fe. Creemos por lo que Dios revela, que no puede engañar ni engañarse.
La inerrancia de la SE y la inhabilidad de ciertos
pronunciamientos del Magisterio no son motivos de fe sino garantías que Dios
pone para que la Verdad
nos llegue íntegra.
¿Cómo se ha tratado en la Tradición y el
Magisterio de la Iglesia
la Fe y algunas actitudes erróneas?
“Los
cristianos, en los primeros siglos, eran llamados fieles o creyentes…” La idea de fe, en
los primeros tiempos con respecto a los fieles, era distinta. “Sola la fe justifica…no la ley”.
En todos los Padres se
encuentran referencia a la fe:
-
San Clemente Romano (importante para la moral): concilia
los textos de san Pablo y Santiago, sobre la fe, esperanza y caridad.
-
S. Ignacio de Antioquia: hace una comparación: en la vida
cristiana hay un origen (la Fe )
y un final (La Caridad ).
La de hace posible el amor que une con Dios. La plenitud de
la caridad (Santidad) es imposible sin la fe.
Los Padres y escritores
cristianos de los primeros siglos no elaboran un tratado sistemático sobre las
virtudes. Su interés fundamental es la predicación de las virtudes que se
señalan en la
Sagrada Escritura , para instruir a los files o para defender
la fe. Sus enseñanzas no tienen, sin embargo, un carácter exclusivamente
pastoral: la especulación teológica también tiene en ellas una parte importante.
La reflexión de los Padres sobre las virtudes
asume el pensamiento griego y romano, especialmente el platónico y el estoico,
sobre todo a partir de Orígenes. Pero su fuente más importante es la Sagrada Escritura.
Por eso, para ellos, por encima de las virtudes humanas están siempre las
virtudes teologales. La consecuencia es que, en este organismo de virtudes a
cuya cabeza están la fe, la esperanza y la caridad, las virtudes humanas
adquieren un nuevo relieve, y algunas que, como la humildad o la penitencia,
apenas eran consideradas por el pensamiento pagano, pasan a ejercer un papel de
primer orden.
Probablemente haya sido S.
Ambrosio (339-397) –que tomó como modelo el De Officiis de Cicerón para
su escrito del mismo nombre- el primero en llamar «cardinales» a las cuatro
virtudes platónicas. A ellas se refiere en su interpretación de Gn 2,10:
«De Edén salía un río que regaba el jardín, y desde allí se repartía en cuatro
brazos». El río representa a Cristo, la Sabiduría divina, fuente de la vida, de la gracia
espiritual, y también de las cuatro virtudes que, representadas por los cuatro
torrentes que nacen del primero, están íntimamente conexas y unidas, de modo
que el que posea una posee también las otras tres[11].
La virtud es, para S. Ambrosio, el mayor bien, que dispone de medios
sobreabundantes para garantizar el gozo de una vida feliz en esta tierra, y con
la que se conquista al mismo tiempo la vida eterna[12].
En el pensamiento teológico de S.
Agustín (354-430), la virtud ocupa un lugar primordial: «Es el arte de llegar a
la felicidad eterna»[13].
De él procede la definición de virtud como «una buena cualidad del alma por la
cual se vive rectamente, que no puede ser usada para el mal, y que Dios produce
en nosotros sin nosotros»[14].
Cristo es la fuente de todas las virtudes: «Es Él, Cristo, quien nos da en esta
vida las virtudes; es Él quien en el lugar y el puesto de todas las virtudes
necesarias en este valle de lágrimas, nos dará una sola virtud, a Él mismo»[15].
Para San Agustín, la caridad es
el centro de todas las virtudes y de toda la moral cristiana, hasta tal punto
que define la virtud como «el orden del amor»[16],
y considera las virtudes cardinales como distintas funciones del amor: «Como la
virtud es el camino que conduce a la verdadera felicidad, su definición no es
otra que la de un perfecto amor a Dios. Su cuádruple división no expresa más
que varios afectos de un mismo amor, y por eso no dudo en definir estas cuatro
virtudes –que ojalá estén tan arraigadas en los corazones como sus nombres en
boca de todos- como distintas funciones del amor. La templanza es el amor que
se entrega totalmente al objeto amado; la fortaleza es el amor que todo lo
soporta por el objeto de sus amores; la justicia es el amor esclavo únicamente
de su amado y que ejerce, por lo tanto, señorío conforme ala razón; finalmente,
la prudencia es el amor que con sagacidad y sabiduría elige los medios de
defensa contra toda clase de obstáculos»[17].
Otro de los Padres que es preciso
tener en cuenta en la historia de las virtudes, es San Gregorio Magno
(540-604), sobre todo su Comentario al libro de Job (Moralia in Iob),
en el que sus reflexiones morales se orientan a la práctica cotidiana de las
virtudes. También en él encontramos la idea de la conexión y entrelazamiento de
las virtudes: todas se ayudan unas a otras, de modo que no existe una virtud,
por pequeña que sea, si no se sostiene en las demás. «Si la humildad descuida
la castidad, o la castidad abandona la humildad, ¿que valor tiene ante el Autor
de la humildad y de la pureza una castidad soberbia o una humildad
contaminada?»[18].
En conclusión, los Padres ponen
de relieve el carácter sobrenatural de las virtudes cristianas: si deben
conducir al hombre a Dios, deben tener su origen en Dios; presuponen, por
tanto, la fe y la esperanza, y no serían nada sin la caridad, que las engendra
y orienta a su verdadero fin.
-
S. Ireneo: en él se ve un respeto a la Tradición en la manera
genuina de conservar la fe (frente a los herejes gnósticos)-
-
Clemente de Alejandría – Orígenes: Aparece el hablar de la
fe como el inicio de salvación; el progreso de edificio es la Esperanza.
Tres Grandes Momentos:
1. San Ambrosio: (aparte de
los mencionados anterioremente) De FIDE ad Graciano. Libro IV: Espusitio fidei:
fe como virtud sobrenatural.
2. San Gregorio de Nisa:
tratado de la Fe Ad
simplicitium.
3. San Cirilo de Alejandría:
De recta Fidei.
San Agustín: inquiridium
sobre la fe, esperanza y caridad.
Toda la época hasta ante de
la reforma no hay disputa sobre la fe. Con la reforma[19]
es que cambia todo el sentido de la fe.
Errores
más significativos sobre la Fe.
I. Lutero
– Trento.
+ Sola fides:
“Solo
la fe salva y justifica, sin otras virtudes”. Tiene su presunto apoyo
bíblico en Rom. 3, 21-31, siendo el v. 28 el texto clave: “porque pensamos que el hombre es justificado por la fe, sin las obras
de la ley”. Pero este texto aplica sólo a las obras de la Ley de Moisés. Este texto es
uno de los pocos que el Magisterio ha definido su interpretación de sentido.
El Concilio de Trento en la Sexta sesión, Cáp. 8, Sobre
la justificación: “La fe es el inicio de
la salvación…” La fe es necesaria, está al inicio, pero es exclusiva, lo
único necesario es el amor. El canon 9 condena el decir que sólo la fe redime
al impío.
+ Fe
Feducial:
La única fe que justifica es
la fe-confianza
Para Lutero la fe es creer
que me salvo, es creer que Dios a través de Jesucristo quiere salvarme, y en la
medida en que yo crea él me salva, me salvo.
El concilio de Trento
sostiene el carácter de la fe y el inicio de la justificación: “Limpieza
completa del pecado…”. La fe se ejerce y no se suscita.
No es lo mismo decir: “Creo que Dios quiere que me salve”, a
decir, “creo que Dios me salva a mí”.
Decir esto segundo es negar la libertad del hombre y su capacidad para
dirigirse a Dios. Es distinto decir “Confío
en que Dios me salvará”
Lutero confunde creo con
confío. La relación correcta entre creer y confiar es afirmar lo siguiente: “Creo, porque me fío de Dios”. El canon
12 condena la afirmación de que la fe es la confianza en que Dios me salvará
por Cristo. Lutero decía que el único pecado de la fe es el de la infidelidad.
Trento condena este pensamiento protestante.
II. El Racionalismo
Aparece vinculado a la
reforma protestante. La fe es un sentimiento que no tiene valor, es arracional.
La fe no es de la razón, para unos; la fe es un engaño de los hombres, para
otros.
Irracionalidad –
suspertición de la fe. “Para hablar con
el mundo es imprescindible alejar la fe” (Racionalismo). El racionalismo es
antirreligioso, se sitúa al margen de la religión. Emmanuel Kant[20]
era profundamente religioso, y como no le sale la fe ni la razón, la postula.
Es tontamente racionalista.
1Pe. 3, 15: “…dad culto al Señor, Cristo, en vuestros
corazones, siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que os pida razón de
vuestra esperanza…” Es mostrar con una vida perceptible, de que manera se
lleva la realidad de la fe. La fe es de la razón: no hay persona más razonable
que aquella que acepta las verdades de la fe (aunque no pueda demostrar la fe).
La razón no es enemigo de la
fe. La máxima expresión de la razón humana es la fe[21].
La fe no está nunca al margen de la razón. La plenitud de la fe la tenemos
nosotros, porque no está al mismo nivel que las demás (reformadores). Aunque en
ellos hay algo de verdad.
La fe no debe gobernar la
vida civil. ¿Qué es lo que le da la fe al cristiano? Un marco de fe en el que
puede fundamentar las verdades con la ayuda de la razón. El Concilio Vaticano I
condenó el racionalismo y dedicó a mostrar que la fe es verdadero conocimiento.
La otra cara del
Racionalismo es la cultura Post –
Moderna[22].
Si antes se negaba la fe (Racionalismo) ahora se niega todo. El racionalismo no
puede aceptar ningún tipo de fanatismo, y nuestro tiempo sí. Esta cultura post
– moderna fue combatida por Pío X, con el decreto Lamentabili y la encíclica
Pascendi.
El momento del concilio
Vaticano I, afirma sobre la fe, algo que en su momento era importante.
Sostiene:
-
La fe es sobrenatural y por tanto un don. No hay fin sin
gracia, y la gracia es un don.
-
Que es un verdadero conocimiento: creemos son verdaderos.
-
Que no es evidente, pero si cierta. La fe no es compatible
con la duda.
-
Se apoya en la autoridad divina: Jesucristo plenitud de la Revelación.
Motivos de Credibilidad:
cosas objetivas que son verdaderas; pero a la hora de la verdad, lo que creen
son las personas. La fe no es un sentimentalismo, sino que es primero un don,
es perfectamente digna de respeto de todos.
IV. Concilio Vaticano II[25].
No añade aspectos básicos a
los anteriores. Sin embargo, la
Gaudium et Spes, muestra algo, plenamente, las consecuencias
del vivir del mundo ¿Qué significa la fe vive en el mundo? En la mayor parte de
los lugares en que trata de la fe lo que le interesa es la acción de la fe y
sus relaciones con las diversas manifestaciones del mundo moderno:
relaciones de la fe con la cultura, (GS 57-59) y su eficacia frente al ateísmo
(GS 21), lo mismo que la acción y el papel de la fe de cara a la evangelización
del mundo y a la coyuntura de la segunda mitad del siglo XX (LG 23, AG 36).
V. Algunos rasgos de entender la fe por la Teología de la Liberación[26]
Fenómeno complejo: discurso
de Dios que Libera.
La teología de la
liberación, cambia la concepción teológica de las tradiciones virtudes
teologales. Se cambia la noción de gracia (que desaparece) y de justificación.
Como consecuencia se cambia
las Virtudes teologales. Afecta a la fe y a la caridad.
¿Qué es y por qué surge?
Aparece en 1960, provocada por unas diferencias de unas clases sociales sobre
otras. (Opresión – opresor – oprimido = Marxismo).
¿En qué consiste? La
liberación de la opresión de otras personas que impiden llevar una vida libre.
Ahora ¿Qué tiene que ver Dios en esto? Porque interpreta la acción liberadora
de Dios como parte de la acción del hombre.
La hermenéutica moderna que
se aplica a los textos antiguos, también se puede aplicar a la historia. La
hermenéutica es una filosofía existencial usada entorno a los años 60, a un momento histórico:
“Si Jesucristo estuviera hoy aquí…” ¿Qué se hace? Recurrir a los textos de la Escritura : humanizar a
Dios.
Si se reduce la obra
salvadora de Dios a la liberación de Cristo, hay que decir ¿Qué es salvar? Y
¿Qué es liberar?
La fe, esperanza y caridad
se define como término intramundanos; a las circunstancias del hombre que
quiere ser salvado.
La fe es fidelidad al
momento existencial, al momento que estoy viviendo. El hombre de fe – dice la Teología de la liberación
– es el revolucionario. ¿Cuál es la unión práctica posible? La violencia que es
el ejercicio de la liberación.
En 1979, El Papa Juan Pablo
II en su intervención en puebla, hace repensar a la Teología de la Liberación.
Hay una temporalización de
la existencia, todo se reduce al momento (Esto es actual en el presente)
En todo este contexto: las
virtudes teologales quedan sólo enmarcadas en el momento histórico, con todo un
sentido revolucionario.
La fe es reducida a una
actitud de la historia; las personas desaparecen, porque lo que importa es el
mundo, los grupos.
VI. CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA (1814-1816.
1832)
Es una expresión que lleva
consigo el concilio:
-
Creer en Dios, es inseparable creer en aquel a quien Dios
ha enviado en incorporarse a su misión salvadora. Creer es vivir.
-
Todo lo que en nosotros tiene fruto, es obra en nosotros,
de la acción del Espíritu Santo.
VI. Otras
realidades nacientes en el mundo moderno contemporáneo
-
Relativismo:
“El
relativismo se ha convertido así en el problema central de la fe en la hora
actual. Sin duda, ya no se presenta tan sólo con su vestido de resignación ante
la inmensidad de la verdad, sino también como una posición definida
positivamente por los conceptos de tolerancia, conocimiento dialógico y
libertad, conceptos que quedarían limitados si se afirmara la existencia de una
verdad válida para todos”. (Card. Ratzinger, Encuentro de
presidentes de las comisiones episcopales de América Latina, México 1996).
•
Un peligroso enemigo de la fe es el fideísmo.
•
El fideísmo: ¿es un exceso de fe?
– A Dios no se le
puede llegar por la razón sino sólo por la fe.
– La razón es
irrelevante o enemiga de la fe.
– La razón es la
antítesis de la fe.
•
La fe es sentimientos y cae en lo no racional.
•
La filosofía que necesitamos debe responder y superar:
- Eclepticismo: tomar de aquí y allá ideas racionalmente
irreconciliables.
- Historicismo: exagerar tanto el contexto histórico que se niega la
validez perenne de la verdad.
– Modernismo:
Sustituir la actualidad por la verdad.
- Cientifismo: sólo acepto las ciencias positivas.
– Positivismo y neo
positivismo.
- Pragmatismo: renunciar a lo teórico y quedarse con lo que da
resultados: la acción política, económica.
- Nihilismo: actitud
postmoderna de quien ha tirado la toalla acerca de la verdad, el bien, la
vida y la muerte.
PROPIEDADES
DE LA FE
Mediante el acto de fe, que
es asentimiento y adhesión a Dios que se revela en Cristo, se acude a la fe que
supone para la existencia una situación y un estado que conforma una vida. La
fe, como acto y como vida, se caracteriza por algunas propiedades
fundamentales:
1. – La fe, como disposición
habitual, es sobrenatural. El carácter sobrenatural de la fe se puede
mostrar de distintas formas. “El hecho de que la virtud de la fe sea
sobrenatural, se debe a su objeto formal, su contenido…”
¿Cuál es la argumentación
tradicional? La fe surge de un principio, que es la gracia. La gracia es una
participación de la gracia divina.
¿Cuál es el fin (lo que
consigue) de la virtud de la fe? La Visión Beatifica.
Eso es conocer a Dios (Sto. Tomás). Como dice la Escritura : “Le veremos tal cual es…” ¿Qué pasa? Que
seremos igual a él porque le veremos tal cual es. Ver a Dios es un modo de
vivir. Aquello que alcanzamos por la fe es un vivir, conocer. Somos sujetos de
una realidad que nos supera ampliamente; es un regalo (la fe) que nos viene de
Dios (La vida eterna). Es un don.
La realidad del carácter
sobrenatural de la fe obtenido desde la Sagrada Escritura.
El hecho de que la fe sea virtud sobrenatural, aparece en la Sagrada Escritura :
·
Ef. 2, 8: “pues habéis sidos salvados por la gracia
mediante la fe; y esto no viene de vosotros, sino que es un don de Dios…”
·
Mt. 16. 16 – 19: “…Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios
vivo…Esto no te lo ha revelado la carne sino mi Padre que está en el cielo…”
La fe procede de la gracia.
Sin la gracia no hay fe. Sin ello, no hay visión de Dios. La fe y la gracia
conducen al hombre.
Lo que lleva a Dios, es de
donde surge la fe, es la gracia. Los sacramentos del Bautismo – Confirmación –
Eucaristía son medios eficaces de salvación, sin ellos, no hay fe verdadera (es
superficial). Sin gracia no hay fe ni vida de fe (Cf. Conc. Trento).
2. – La virtud de la fe es verdadero
conocimiento, es decir, que aporta al conocimiento verdades. “El que
cree, conoce…” (Cf. 1Cor. 12).
¿Qué diferencia hay entre
hablar de conocer y saber? Conocer puede no comprometer la vida. Saber si
compromete la vida.
Jn. 17, 8: “…Porque las palabras que tú me diste se las
he dado a ellos, y ellos la han aceptado y han reconocido verdaderamente que
vengo de ti y han creído que tú me has enviado…”.
La fe como verdadero
conocimiento. Santo Tomás dice que la potencia de la fe es el conocimiento
(Prima Secundae. q, 62). “Solo se puede creer, si se quiere creer…”.
La virtud me enseña afirmar
lo que es verdadero, si la voluntad quiere. Cuando la voluntad quiere ¿Qué
significa? Que busca un bien. Toda la voluntad moral del hombre viene de la fe:
“la prueba de la fe son las obras”.
3. – No Evidente.
La fe es cualquier cosa,
pero no es evidente. Nosotros afirmamos que es verdadero; pero no lo afirmamos
por lo que significa[27].
Nadie conoce a Dios, nadie conoce al hombre, nadie conoce al mundo como el
cristianismo.
La teología clásica, de Sto.
Tomás[28],
“la fe no es evidente ni en sí misma ni en sus principios” lo que se quiere
afirmar es: para creer hay que conocer. Hasta que no hay fe, no hay milagro:
“…Señor, creo, pero aumenta mi fe…”.
4. – La certeza de la Fe
La certeza corresponde más a
un sentimiento del sujeto que conoce que a la realidad. La certeza es seguridad
que tiene el sujeto de aquello que afirma. Porque tengo una razón, que permite
decir que aquello es verdadero que afirmamos es cierto.
Eso es compatible con unas
verdades de fe con otras verdades. Puede haber mayor certeza en una fe que en
otra. ¿Qué se opone a la certeza? La duda ¿Qué ocurre? Dudar de Dios que es una
verdad de Fe (duda de fe o duda de tentación)
¿De dónde procede la
certeza? De aquello que yo profeso y viene de Dios. “La certeza que da la luz
divina es mayor que la que da la luz de la razón natural” (Sto. Tomás).
5. – Fe Oscura
Acompaña necesariamente a
todo conocimiento de otro: tanto al creer que, como al creer a y al creer en.
En último término como se trata de aceptar el testimonio de alguien que merece
respeto, la fe es oscura porque el que cree no ha visto. En este sentido, todo
acto de fe es oscuro (Ver: Heb. 11, 1: Argumentum non apparentium).
6. – La
Firmeza
Se puede poner fuera de la
certeza: cuando significa la adhesión a las verdades reveladas y forma de vida
que esas verdades exigen.
Cf. Ef. 4, 14ss: No ser
niños fluctuantes a cualquier tipo de doctrina. Esta cita se refiere al proceso
habitual de la fe (firma fiat). Una vez se recibe, por su propia naturaleza, no
se pierde. Olvidarse de una verdad de fe no es perder la fe.
7. – Poder y Eficacia de la Fe o la Fe es Poderosa y Eficaz
Este modo procede de la Revelación en el NT: “Si tuviéramos fe como un granito de
mostaza…” ¿Qué quiere decir el Señor? A tener una fe pequeñísima, que de
ella procede la eficacia.
Jn. 5: “Esta es la victoria
que vence al mundo: nuestra fe”. Al final lo que vence es la fe.
El grado de ese poder que
alcanza en la Virgen. Los
Padres llegan a decir: “tal es la fe de la Virgen cuando recibe la
anunciación del arcángel, que produce la Encarnación del Verbo…”.
En las bodas de Caná: “…Haced lo que él os diga…” es una total
seguridad de la virgen, ante lo imposible. Todo el poder de su fe.
La formación de Cristo en
nosotros se irá realizando de acuerdo a nuestra fe. “Tantos alcanzas, cuando esperas…” (Sto. Tomás). Ese esperar tiene
mucho que ver con la fe: Tantum potes
quantum audes. Audes es audacia.
8. - Libre
La libertad de la fe ¿Qué
quiere decir? Varias cosas:
-
Si la tomo como virtud, Dios me la da.
-
Libertad de la fe, referida, al acto, es decir, ejercicio
de la virtud: “YO CREO, es libre. “Solo
es posible creer por la gracia y los auxilios interiores del Espíritu Santo.
Pero no es menos cierto que creer es un acto auténticamente humano. No es
contrario ni a libertad ni a la inteligencia del hombre depositar la confianza
en Dios y adherirse a las verdades por Él reveladas” (CEC 154).
-
La evidencia no es libre, se impone. Si es libre, en
cambio, lo que puede proceder de la evidencia.
-
La fe es libre[29]:
YO CREO, SI QUIERO CREER. Su ejercicio depende de mí, siempre con la ayuda del
Espíritu Santo sin darnos cuenta.
9. – La
Universalidad y Unidad de la fe
La fe es universal, se
extiende a todas las verdades reveladas por Dios. Todas se afirman, se asientan
con la fe.
Todas las verdades de la fe
guardan entre sí una unidad. Negar una de ellas, implica rechazar las demás, es
negar a Dios mismo. ¿Por qué la fe es universal? Por todo lo que Dios revela.
10. – La Fe
Por Su Propia Naturaleza es Social
La fe no es algo privado. Trasciende
al sujeto. “La fe no es un acto aislado.
Nadie puede creer solo, como nadie puede vivir solo. Nadie se ha dado la fe a
sí mismo, como nadie se ha dado la vida a sí mismo. El creyente ha recibido la
fe de otro, debe transmitirla a otro. Nuestro amor a Jesús y a los hombres nos
impulsa a hablar a otros de nuestra fe” (CEC 166).
La fe se adquiere en la Iglesia y se vive en la Iglesia. Una fe que
no es evangélica no es fe.
¿Quién puede tener la fe?
Todos los hombres en estado viador, las almas del purgatorio (porque están en
la visión de Dios). En cambio, no pueden tener fe ni los ángeles, ni los
bienaventurados, ni el demonio y los condenados (porque no tiene ningún acceso a la gracia)
LA VIDA CRISTIANA – LA VIDA DE FE
Tres cosas a estudiar:
1.
Los actos de la fe.
2.
La necesidad de la fe.
3.
Las relaciones entre la fe y la caridad
1. – LOS ACTOS DE LA FE
Es de naturaleza compleja
por los diversos aspectos de las personas que se ven directamente implicados en
él. Al mismo tiempo se puede decir que es un acto simple. Cuando él responde a
Dios con su CREO no es posible confusión.
Las virtudes son para
actuar. La fe del cristiano se debe notar en las obras de la fe: “…Una fe sin obra no salva…” (Santiago.
2, 14 ss). Una fe que no se manifiesta en las obras, es puro cuento: “no vivir como se cree, es no creer”
¿Cómo afrontar las diversas
circunstancias: trabajo, dolor, sufrimiento, etc.? A través de la vida como
manifestación de la fe. La cruz, la contrariedad, nos hace seguir y ver a
Cristo. Por supuesto, hay luchar contra esos momentos de contrariedades,
sufrimiento, etc., pero no apartarla. De ser así, falta fe. “Los problemas de conducta son problemas de
fe”[30]
El acto de fe es siempre
libre: creemos porque queremos creer (Don de Dios). Sino es libre, no sería
meritoria.
2. – LA NECESIDAD DE LA FE
¿Es necesaria? ¿Con qué tipo
de necesidad es necesaria la fe? ¿Cómo se manifiesta esa necesidad?
-
Decimos que es necesidad de medio la fe cuando por su
propia naturaleza es necesaria para salvarse (Cf. CEC 161). Sin la fe es
imposible agradar a Dios (Cf. Heb. 11, 6); “el
que cree se salva y el que no, se condena” (Mt. 16, 16).
-
Decimos que es necesidad de precepto: para conseguir un
fin; porque existe un precepto que manda. Puede ser un precepto divino o un
precepto eclesiástico.
En Cáp. III de Veritatis
Spléndor se pone el martirio como la suprema importancia de la fe. Hay en él
(el mártir) una convicción profunda que no puede negar la fe y por ello da su
vida. Negar la fe, verdad revelada, es negar a Dios.
a) La Necesidad de Medio de la Fe
Que es una verdad de fe
definida que la fe, como necesidad de medio, es necesaria para la justificación
y la salvación. La fe habitual (para todos) y la fe actual (los actos)
+ La fe habitual:
Es necesaria con necesidad
de medio.
-
Las expresiones del Señor. Mc. 13; Mc 16, 15 s (Ioh 3, 18): "El que crea y
se bautice, se salvará..."; Heb 11, 6: "sin la fe es imposible
agradar a Dios"; Heb 11, 1: "fundamento firme de las cosas que se
deben esperar"; cfr. Rom 3, 24.
-
Trento. DZ. 801 : "humanæ
salutis initium, fundamentum et radix omnis iustificationis, sine quo est
impossibile placere Deo et ad filiorum eius consortium pervenire"
-
CVI: para nadie es posible la fe sin la justificación, y no
hay fe sin perseverancia hasta el final de la fe.
Sólo se puede alcanzar la
comunión de vida y visión con Dios por la fe. El hombre es capaz, ha sido
elevado en el orden de la fe, por eso, puede ir a Dios (es su fin). Si su fin
no es Dios, no tiene fe.
+ La fe Actual:
Es necesaria con necesidad
de medio ¿Por qué se dice que es necesaria con necesidad de medio? Nuestros
actos nos hacen de un modo. Es necesario ejercitar la fe.
Aquí era donde se planteaba LA SALVACIÓN DE LOS
INFIELES: se planteaba (y planteó) ¿Si es suficiente un conocimiento natural
para alcanzar a Dios? El Papa Inocencio XI definió: “No basta un conocimiento natural de Dios… debe tener la virtud de la
gracia…”. También se planteó que fuera de la Iglesia no hay salvación.
Deben tener la virtud de la
fe, creyendo explícitamente en la existencia de Dios y en que es Remunerador,
por lo menos. Esto es consecuencia, en particular, de que Jesucristo es el
único Mediador, de la necesidad de la Iglesia ("extra Ecclesia, nulla salus")
y de los sacramentos, etc.
Por tanto, para la salvación
son necesarios: fe, Bautismo, Iglesia; conversión a Cristo, por la Iglesia. Es decir,
conociendo la Iglesia
como instituida por Dios, hay que entrar en ella. Si no se conoce la Iglesia , es necesaria la
búsqueda sincera de Dios, bajo el influjo de la gracia (deseo implícito de
recibir el Bautismo): pero esto no es fácil (lógicamente, más difícil
para un "pagano de buena fe", que para los que tenemos todos los
medios... ¡y aún así nos cuesta!).
"Todos los hombres
están obligados a buscar la verdad en aquello que se refiere a Dios y a su
Iglesia y, una vez conocida, tienen, por ley divina, el deber y el derecho de
abrazarla y observarla"[31]
La fe es necesaria como
virtud. El contenido de la fe ¿Qué
debemos creer?
-
Que Dios existe y es remunerador de los que le buscan.
-
Para bautizarse, es explícitamente necesario, creer en los
misterios de la Trinidad
y de la Encarnación.
-
Implícitamente todo lo que Dios ha revelado, ha expuesto
como verdad de fe.
-
Algunos por su oficio, tiene la obligación de Creer todo lo
que el Magisterio enseña y nos enseña.
b) La Necesidad De Precepto
De La Fe
Porque hay un mandato
divino: de vivir la fe para poder salvarse.
Principio
general:
existe un precepto divino y precepto eclesiástico que concretan esa necesidad
de precepto de la fe.
-
Precepto divino:
Mc. 16, 16: “El que
no crea se condenará…”
1Jn. 3, 23: “Este es un mandamiento que creamos en el
nombre de su Hijo…” Quiere decir: creer en Jesucristo y vivir según esa
afirmación. Cristo pide un acto de fe para salvarnos.
-
Precepto Eclesiástico: lo que el Magisterio de la Iglesia y la Legislación canónica
han expresado sobre el precepto:
* Inocencio XI: “Condena
la posición según la cual que la fe no cae sobre ningún precepto…”
* En el Código de Derecho Canónico, c. 750: “Se ha de creer con fe divina y católica
todo aquello transmitido por la fe…todos están obligados…”
¿Qué extensión tiene ese
precepto? Según la
Tradición Católica Clásica:
-
Para los cristianos con uso de razón hay necesidad grave de
observar y conocer: el Credo, Decálogo, Padre Nuestro y los Sacramentos (estos
la necesidad de recibirlos)
-
Análogamente es necesario que en cualquier cristiano haya
una disposición de conocer, no sólo el Magisterio y la Tradición de siempre,
sino todo aquello de lo que es responsable (Ej., ¿Qué lleva consigo el
trabajo?)
-
Existe en la
Iglesia una obligación grave, por parte de los Pastores, de
enseñar esas verdades
Grados de asentimiento de
recibir las enseñanzas del Magisterio: Cánones:
-
c. 752: “Legislación positiva de la Iglesia ” Lo que Dios ha
previsto, para que nosotros profundicemos. Es el Religioso asentimiento.
-
c. 753: “Los obispos…son doctores y maestros auténticos de
los fieles…y los fieles ha de adherirse a sus obispos…” Obispos
individualmente, no son infalibles, pero no son cualquiera. Están unidos a los
demás obispos y el colegio apostólico y con ellos a su cabeza…
-
c. 754: “Todos los fieles están obligados a observar
(obedecer)…las enseñanzas solemnes del Papa y el Magisterio.
Al hablar de los Actos de la
fe, hay un doble paso, de la extensión de ese precepto:
-
Existe el deber: la fe necesita por precepto
ejercitarse de forma interna, habitualmente; un modo de vivir, no sólo
creo, con relativa frecuencia.
Ese deber, aparece por sí
mismo, al menos en tres tipos de núcleos concretos:
+ Al comienzo de la vida
moral (un momento, cuando conocemos).
Este primer acto supone en
el hombre Gloria o Desastre: es una Respuesta Libre (importante) en el primer
acto del hombre.
+ Hay el deber de ejercitar
la fe antes las nuevas definiciones Magisteriales[32]
+ Ejercitar la fe: antes
necesidades concretas (Ej.; Tentaciones contra la fe; La muerte) sea con la
conducta, sea internamente.
-
Existe el deber de ejercitar la fe frecuentemente, con ocasión, per
accidens, de otras obligaciones de fe. Ej.: Cuando se reza, hay que hacer actos
de fe.
El ejercicio de la vida
cristiana es una constante necesidad de vida, de actos de fe en orden de
concretar la fe.
¿Con qué frecuencia hay que
hacer actos de fe? Si hay peligros de fe, tentaciones, hay que hacer actos de
fe.
También se concreta de hacer
actos internos de fe y también se tiene la obligación de hacer actos de fe
externos, de confesar la fe. Es la fe que se manifiesta en las obras. “AL que me confiese delante de los hombres,
yo lo confesaré delante de mi Padre…Al que me niegue delante de los hombres, yo
no negaré delante de mi Padre…”
Nuestra comunidad de vida es
donde se manifiesta nuestros actos de fe. La fe obedece (Cuando se tiene) a la
dimensión de la verdad: por su misma naturaleza es difundida.
La fe es la verdad,
pertenecemos a su propia naturaleza; todo lo que Dios nos ha revelado, debe ser
difundido. Por eso, que el Señor exija confesar la fe: los mártires, dando su
vida; los confesores, aunque no hayan dado su vida, confiesan la fe, que revela
esta misma realidad.
La misma naturaleza de la
fe, como Don de Dios, por nuestra condición humana, “exige ser compartida, confesada”. Eso es lo que nos hace grandes.
OBLIGACIÓN DE MANIFESTAR LA FE
¿Qué es confesar
públicamente la fe? Lleva consigo:
1.
– Hay una obligación positiva de Confesar la fe[33].
2.
– Nunca es lícito negar la fe[34].
3.
– La ocultación o simulación de la fe puede ser lícita en
determinadas ocasiones[35].
1. Obligación de Confesar la Fe :
En sentido amplio, se quiere
decir, que la propia vida debe manifestar la fe.
Explícitamente, hacer un
acto de fe público, no tiene que ser de manera continua. De no hacerla pública
se puede interpretar que se niega.
Explícitamente, sin embargo,
no tiene por qué ser una confesión continua ("obligat semper, sed non pro
sempre"). El acto de fe deberá ser externo, claro y explícito cuando no
hacerlo pueda significar una auténtica negación, un desprecio de la religión o
un escándalo. Todo ello, incluso con peligro de la propia vida, ya que el bien
de la fe es muy superior.
Esta obligación se puede
considerar un precepto divino cuando lo exige el honor de Dios
(así, por ejemplo, en un interrogatorio realizado con autoridad, cuando
someterse es negar, etc.) o el bien espiritual del prójimo (fue el caso
de los "libelatici", p. ej., que escandalizaban a los demás
cristianos)
Hay, además, una ley
eclesiástica que exige otros actos públicos de fe: en las conversiones; al
recibir el bautismo, la confirmación, el orden sagrado, etc.; en la promoción a
grados académicos o eclesiásticos; y siempre que lo pida la legítima autoridad
expresamente y con justa causa (en general o "ad casum").
"Tienen obligación de emitir personalmente la
profesión de fe, según la fórmula aprobada por la Sede Apostólica :
1º ante el presidente o su delegado, todos los que toman
parte, con voto deliberativo o consultivo, en un Concilio Ecuménico o
particular, sínodo de Obispos y sínodo diocesano; y el presidente, ante el
Concilio o sínodo;
2º los que han sido promovidos a la dignidad
cardenalicia, según los estatutos del sacro Colegio;
3º ante el delegado por la Sede Apostólica ,
todos los que han sido promovidos al episcopado, y asimismo los que se
equiparan al Obispo diocesano;
4º el Administrador diocesano, ante el colegio de
consultores;
5º los Vicarios generales, Vicarios episcopales y
Vicarios judiciales, ante el Obispo diocesano o un delegado suyo;
6º los párrocos, el rector y los profesores de teología y
filosofía en los seminarios, cuando comienzan a ejercer su cargo, ante el
Ordinario del lugar o un delegado suyo; también los que van a recibir el orden
del diaconado;
7º el rector de una universidad eclesiástica o católica,
cuando comienza a ejercer su cargo, ante el Gran Canciller o, en su defecto,
ante el Ordinario del lugar o ante los delegados de los mismos; los profesores
que dan clases sobre materias relacionadas con la fe o las costumbres en
cualesquiera universidades, cuando comienzan a ejercer el cargo, ante el
rector, si es sacerdote, ante el Ordinario del lugar o ante sus delegados;
8º los Superiores en los institutos religiosos y
sociedades de vida apostólica clericales, según la norma de las
constituciones" (CIC, c. 833).
Legítimamente se ha establecido también en nuestra
Facultad para los bachilleres, licenciados y doctores, al realizar la prueba
correspondiente; etc.
2. Nunca es lícito negar
la fe:
- ni directamente: de
palabra, por escrito, con acciones o signos que supongan claramente la negación
de la fe o la aceptación de creencias falsas;
- ni indirectamente:
cuando lo que se dice o se hace no significa claramente una negación, pero ese
significado se deduce de las circunstancias (aquí se pueden considerar
incluidos la mayoría de los peligros contra la fe de que hablaremos luego).
La negación de la fe es un
grave desprecio a Dios y supone además escándalo (no sólo mentira). Es te
precepto obliga semper et pro sempre, aunque cueste la propia vida.
Por
supuesto, con esa actitud, no se trata sólo de no escandalizar, sino de ayudar
positivamente: dar ejemplo, enseñar, etc..
3. La ocultación o
simulación de la fe puede ser lícita, si no equivale a una negación y
existe una causa justa.
Se deduce del principio
general de que un precepto positivo obliga salvo grave incómodo, a no ser que
se transforme en negativo (que es lo que ocurre en el punto 1).
Por tanto, se puede huir de
la persecución, disimilar la condición de cristiano ante un ambiente social
hostil, etc.; pero sin que nunca equivalga a negar, ni sirva de excusa para
inhibirse del apostolado u otras obligaciones que brotan de la fe.
Incluso, en algunas
ocasiones, habrá obligación de huir ante una persecución contra la fe, por
motivos de caridad hacia uno mismo y los demás, por el bien de la propia
religión y de la Iglesia ,
o incluso de la sociedad: en efecto, en muchos casos, manteniendo la vida o la
libertad, se podrá hacer mucho más bien a la fe y a los demás que estando
muerto, en la cárcel, etc.
Así lo indicó claramente el
Señor: "Cuando os persigan en una
ciudad, huid a otra. Y, si también en ésta os persiguen, huid a otra"
(Mt 10, 23). El mismo y los Apóstoles se ocultaron en ocasiones, huyeron, etc.,
sin rehuir la muerte cuando llegó su hora.
Entre los primeros cristianos, es especialmente conocido
el caso de San Cipriano, que él mismo explica[36], y que, por
lo demás, también murió mártir, cuando el Señor ya lo quiso.
RELACIONES
ENTRE FE Y CARIDAD; FE FORMADA Y FE INFORME
Afirma el Concilio de
Trento: "la fe, si no va acompañada de la esperanza y la caridad, no une
perfectamente al hombre con Cristo, ni lo convierte en miembro vivo de su
cuerpo"[38].
(...) "El justo vivirá por la fe" (Rom 1,17). La
fe viva "actúa por la caridad" (Gál 5,6).
El don de la fe permanece en
el que no ha pecado contra ella (cf Cc Trento: DS 1545). Pero, "la fe sin
obras está muerta" (St 2,26): Privada de la esperanza y de la caridad, la
fe no une plenamente el fiel a Cristo ni hace de él un miembro vivo de su
Cuerpo.
Recordemos las principales citas de la Escritura al respecto:
1 Cor 13, 2: "Aunque tuviese tanta fe que trasladase las
montañas, si no tuviera caridad, nada soy";
Gal 4, 6: "Porque en Cristo... no vale... sino la fe que
obra por medio de la caridad" ("fides quæ per caritatem
operatur") (cfr. 1 Cor 7, 19);
Eph 3, 17: "que Cristo habite por la fe en vuestros
corazones, enraizados y fundamentados en el amor";
Eph 4, 15: "Veritatem facientes in caritate".
Iac 2, 17: "Sic et fides, si non habeat opera, mortua est in
semetipsa".
San Agustín lo explica con
su habitual claridad y precisión: "'Esta es la obra de Dios, que creáis en
aquel que El ha enviado' (Ioh 6, 9). Fijáos que dice 'que creáis en él', in eum; no que creáis ei, a él. Por supuesto, si creéis en él, también le creéis a él. Pero no se da siempre a la
inversa: no todo el que le cree a él cree en
él. Ahí tenéis a los demonios, que le creían a él, pero no creían en él...
¿qué es, pues, este credere in eum?
Amar con fe, creer con amor, caminar hacia El por la fe, incorporarse a sus
miembros... Esta es la fe que nos exige el Señor... No una fe cualquiera sino
'la fe que obra por la caridad'"[39].
Santo Tomás, por su parte,
lo expresa diciendo: "La fe informe no es suficiente para salvarse, ni es
fundamento de la vida cristiana, sino la sola fe formada que obra por la
caridad"[40].
Observación: las relaciones
entre fe y esperanza, las veremos con más detalle al tratar de la esperanza.
También volveremos sobre todo esto al tratar de la caridad.
Todas estas afirmaciones se
justifican teniendo en cuenta la necesidad de la voluntad para imperar el acto
de fe. En efecto, para que la voluntad realice ese acto imperante sobre la fe,
al ser el objeto del mismo sobrenatural, necesita ella a su vez un hábito
sobrenatural que le capacite y le mueva a obrar; en concreto que le adhiera
personalmente a Dios, objeto formal de la fe; y ese hábito no es otro que la
caridad.
Esta
realidad se puede expresar diciendo que la caridad es forma de la fe, ya que es
el agente "superior" de la fe:
"Quandocumque enim duo sunt principia moventia vel
agentia ad invicem ordinata, id quod in effectu est ab agente superiori est
sicut formale; quod vero est ab inferiori agente, est sicut materiale (...) Cum
igitur fides sit in intellectu secundum quod est motus et imperatus a
voluntate; id quod est ex parte cognitionis, est quasi materiale in ipsa; sed
ex parte voluntatis accipienda est ipsius formatio. Et ideo cum caritas sit perfectio
voluntatis, a caritate fides informatur"[41].
Obsérvese que Santo Tomás no
dice que la fe misma es lo material, sino el aspecto cognoscitivo de la fe: la
fe es un todo formado por ese aspecto cognoscitivo más la forma que proporciona
la caridad; por eso, la fe informe no es
verdadera fe, no es una fe completa.
Por tanto, "Fe
informe" o "fe muerta" quiere decir que, aunque se pierdan la
gracia y la caridad por un pecado mortal, puede permanecer, en cierto sentido,
la virtud de la fe en su materialidad o, lo que es lo mismo, como mero
conocimiento, fruto de la anterior adhesión a Dios, pero sin que ahora
permanezca esa unión con El.
Visto de otra forma, la fe
como conocimiento se puede mantener en estos casos, ya que no se tienen por qué
dudar necesariamente de la veracidad de Dios al cometer un pecado contra otra
virtud que no sea la misma fe.
Sin embargo, propiamente,
como aclara Santo Tomás[42],
no se puede decir que la fe informe sea
una virtud, ya que no puede realizar sus actos propios de modo perfecto, al
faltar el elemento volitivo, la caridad, que es esencial en el acto de fe.
La fe informe no es
propiamente virtud, pero sí un hábito, que no es diverso del de la fe formada[43]:
es el mismo hábito, pero como muerto, inactivo, incapaz de merecer; el objeto
es el mismo, pero cambia el "modus agendi": imperfecto en un caso,
perfecto en el otro.
Por tanto, un hombre en esa
situación -con fe informe- puede hacer actos de fe, aunque no perfectos, movido
por gracias actuales y por el hábito de la fe informe; en particular, debido a
que conserva ese hábito, tiene el camino abierto hacia la contrición y el
perdón, hacia la recuperación de la vida sobrenatural; mientras que para
alguien que no tiene ni siquiera la fe informe, todo ello es mucho más difícil[44].
"Qué error tan grande el que cometen las personas
que, al verse en pecado mortal y sin tener todavía fuerzas para confesarse,
abandonan la oración, la asistencia a Misa los domingos y dejan de hacer actos
de fe y de esperanza, porque -dicen-, «estando en pecado mortal, ya nada vale».
Eso es erróneo: no son actos meritorios, es cierto, pero son de algún modo
dispositivos, son como un clamor, fruto de gracias actuales que Dios nos da
para que lleguemos a la contrición y al sacramento. Sobre todo, no dejemos
nunca de hacer actos de fe y de confesar nuestra fe, porque de ahí arranca todo
el proceso de la justificación del pecador"[45].
"Ahora estamos en condiciones de comprender la
grandeza de la caridad. Ella nos relaciona con Dios, no en cuanto que de El
provienen la verdad y la bondad, sino en Sí mismo, mentem hominis uniens Deo per affectum amoris: por la caridad el
hombre se une realmente a Dios por el afecto del amor[46]. De ahí que
la fe y la esperanza estén verdaderamente vivas y operantes, cuando están
informadas por la caridad. Sólo el hombre realmente unido a Dios -y esto es lo
propio de la caridad- cree y espera en sentido propio: el acto pleno de la fe,
como dice Santo Tomás, se manifiesta en el acto de la esperanza[47] y, sobre
todo, en los actos de amor teologal[48]"[49].
De acuerdo con esto se
pueden dar diversas situaciones del hombre ante la Verdad revelada:
- Persona con fe, esperanza
y caridad: tiene certeza de la
Verdad , confianza en alcanzar el fin, y obra en consecuencia,
por amor sobrenatural a Dios, por caridad.
- Persona con fe y esperanza
informes: tiene certeza de la
Verdad y obra por un cierto deseo de Dios, pero sin un amor
propiamente sobrenatural.
- Persona sólo con fe
informe: admite la Verdad ,
pero no le lleva a obrar en consecuencia, y mucho menos a amar de verdad a
Dios.
- Persona sin fe: no admite la Verdad ; o puede admitirla
en parte, pero sólo por ciencia "técnica", sin "lumen
fidei", obrando entonces por una mera confianza natural en Dios, en sí
mismo, etc.
EL
CRECIMIENTO DE LA FE :
Para ser cristianos, primero ser
humanos
Dios quiere que lleguemos a ser buenos
cristianos, santos de verdad.
Pero para eso, hay que ser, primero, hombres de verdad. Si alguno
pretende llegar a ser cristiano sin esforzarse antes por ser un hombre
de verdad, pronto fracasaría.
Los demás
hombres deben ver, a través de las cualidades humanas de los cristianos, la
fuerza de la gracia de Dios que tienen en el alma. Las virtudes humanas del
cristiano han de manifestarse audazmente, sin miedo a lo que puedan decir (sean
alabanzas o críticas). Y hay que vivirlas con sencillez, sin querer aparentar
nada. No se trata de ir de buenos por la vida. Sino de procurar ser
verdaderamente buenos, como hombres y como cristianos.
Sólo Dios puede aumentar la
fe ¿qué significa? Varios aspectos:
-
La fe aumenta cuando el cristiano se hace capaz de
comprender un poco mejor los misterios de la tradición de la fe. (los
revelados) "Cuando los fieles las
contemplan y estudian repasándolas en su corazón" (DV 8); es en
particular la investigación teológica quien debe " profundizar en el
conocimiento de la verdad revelada" (GS 62,7; cfr. 44,2; DV 23; 24; UR 4)
-
Supone una práctica más firme del modo de vida que lleva
consigo la fe. Cuando los fieles "comprenden internamente los misterios
que viven" (DV 8); "Divina eloquia cum legente crescunt"
(S.Gregorio Magno, Homilía sobre Ez 1,7,8: PL 76, 843 D)
-
"Cuando las
proclaman los obispos, sucesores de los apóstoles en el carisma de la
verdad"
(DV 8).
La fe, como todas las
virtudes, puede y debe crecer en el cristiano, como consecuencia de su continua
aspiración a la santidad.
La fe se puede contemplar
desde una perspectiva teniendo la dimensión:
+
Objetiva o material de la Fe : La fe no crece.
Puede haber una explicitación, pero no es que se añada; la fe se está revelando
hasta la muerte del último apóstol.
+
Subjetividad de la fe (Imp): Todo lo subjetivo (intensidad) aumenta, sobre todo,
cuando aumenta la virtud de la fe. Es el asentimiento de la persona. Nosotros
no lo podemos causar eficientemente; sí como causa meritoria a través de actos;
o también dispositivamente, mediante la formación y el estudio de las verdades
de fe.
Por eso, un teólogo no tiene necesariamente más fe que un
niño sin uso de razón; aunque "sepa" más: ese más no es un saber
sobrenatural, sino un saber natural apoyado en el mismo saber sobrenatural, en
la misma fe que el niño.
La causa eficiente
instrumental son los sacramentos; la causa eficiente principal, sólo
Dios.
La
perseverancia en la fe
La fe es un don gratuito que
Dios hace al hombre. Este don inestimable podemos perderlo; S. Pablo advierte
de ello a Timoteo: "Combate el buen combate, conservando la fe y la
conciencia recta; algunos, por haberla rechazado, naufragaron en la fe" (1
Tm 1,18-19). Para vivir, crecer y perseverar hasta el fin en la fe debemos
alimentarla con la Palabra
de Dios; debemos pedir al Señor que la aumente (cf. Mc 9,24; Lc 17,5; 22,32);
debe "actuar por la caridad" (Ga 5,6; cf. St 2,14-26), ser sostenida
por la esperanza (cf. Rom 15,13) y estar enraizada en la fe de la Iglesia.
La fe,
comienzo de la vida eterna
La fe nos hace gustar de
antemano el gozo y la luz de la visión beatífica, fin de nuestro caminar aquí
abajo. Entonces veremos a Dios "cara a cara" (1 Cor 13,12), "tal
cual es" (1 Jn 3,2). La fe es pues ya el comienzo de la vida eterna:
Mientras que ahora
contemplamos las bendiciones de la fe como el reflejo en un espejo, es como si
poseyéramos ya las cosas maravillosas de que nuestra fe nos asegura que
gozaremos un día ( S. Basilio, Spir. 15,36; cf. S. Tomás de A., s.th. 2-2,4,1).
Ahora, sin embargo,
"caminamos en la fe y no en la visión" (2 Cor 5,7), y conocemos a
Dios "como en un espejo, de una manera confusa,...imperfecta" (1 Cor
13,12). Luminosa por aquel en quien cree, la fe es vivida con frecuencia en la
oscuridad. La fe puede ser puesta a prueba. El mundo en que vivimos parece con
frecuencia muy lejos de lo que la fe nos asegura; las experiencias del mal y del
sufrimiento, de las injusticias y de la muerte parecen contradecir la buena
nueva, pueden estremecer la fe y llegar a ser para ella una tentación.
Entonces es cuando debemos volvernos hacia los testigos de la fe: Abraham, que creyó,
"esperando contra toda esperanza" (Rom 4,18); la Virgen María que, en
"la peregrinación de la fe" (LG 58), llegó hasta la "noche de la
fe" (Juan Pablo II, R Mat 18) participando en el sufrimiento de su Hijo y
en la noche de su sepulcro; y tantos otros testigos de la fe: "También
nosotros, teniendo en torno nuestro tan gran nube de testigos, sacudamos todo
lastre y el pecado que nos asedia, y corramos con fortaleza la prueba que se
nos propone, fijos los ojos en Jesús, el que inicia y consuma la fe" (Hb
12,1-2).
FORMACION EN LA FE
Necesidad
y contenido de esa formación
Hemos
visto como la fe, implícitamente, es la misma para todos, abarcando todas las
verdades en una unidad: en ese sentido, la fe no puede crecer; pero en cuanto
se hace explícita en una persona concreta, sí que la fe puede y debe crecer,
mediante el estudio y la formación, que es más o menos necesaria según el uso
de razón, nivel intelectual, vocación específica de la persona, etc.
Además,
forma parte de la fe viva, de la necesidad de que a la fe acompañen las obras,
el deseo de conocer cada vez más y mejor el depósito de la fe, y por tanto, el
deseo de aprender, estudiar y formarse.
"No cesamos de
rogar y pedir por vosotros para que os llenéis del conocimiento de su voluntad,
con toda sabiduría e inteligencia espiritual... creciendo en el conocimiento de
Dios"[50].
La
obligación de difundir la fe a todos los hombres de todas las culturas, niveles
intelectuales, etc., exige también la oportuna formación en la fe, en las
formas de expresarla, etc.
Además, la
situación actual hace quizá todavía más necesaria, importante y urgente esa
formación en la fe, cuanto más amplia y profunda mejor.
Algunos casos concretos:
1. Niños o
adultos sin uso de razón: deben aprender las verdades más esenciales ya
señaladas, en la medida de sus posibilidades; además, para poder recibir la Sagrada Comunión ,
distinguir claramente entre el pan común y el Pan eucarístico (es decir,
conocer lo mínimo sobre la
Presencia Real de Jesús en la Eucaristía ).
2.
Formación básica para la
Primera Comunión : catequesis elemental pero completa basada
en el Credo, los Mandamientos, la
Oración y los Sacramentos.
3.
Formación para la
Confirmación (antes era la misma que para la Primera Comunión ;
ahora se distingue en muchos lugares, para suplir así lo que no se da en los
colegios): más o menos el mismo esquema, con mayor desarrollo y profundidad.
4.
Formación básica para el Bautismo de adultos (y por tanto, Confirmación y
Comunión también, en su caso): idem, con una mayor hondura propia de la edad.
5.
Programas de religión de los centros educativos, a todos los niveles (incluso
teología en la universidad, cuando se puede: está claro que un universitario
católico debe tener una cultura religiosa acorde con su condición; es decir,
similar al resto de su formación cultural básica; aunque no, desde luego, al
nivel de su especialidad concreta).
6.
Catequesis de adultos, en general: conviene mucho que exista de una forma u
otra, aunque no se llame así (ciclos de conferencias, reuniones formativas,...;
lecturas oportunas; aprovechar también las homilías y otros medios ordinarios;
etc.).
7.
Preparación previa al Matrimonio: además de ser ocasión para repasar y
profundizar en las verdades básicas de la fe, debe incluir sobre todo la
formación doctrinal, moral y sacramental específica sobre el Matrimonio y la Familia , con la suficiente
hondura.
8. Para
los laicos en general, formación en las obligaciones y responsabilidades del
propio estado, condición y profesión, de acuerdo con la vocación de cada uno
(en particular, doctrina social de la Iglesia , deontología profesional, obligaciones
morales cívicas, etc.).
9.
Estudios filosófico-teológico establecidos para la ordenación diaconal y
sacerdotal.
10.
Estudios necesarios para el diaconado permanente.
11.
Licenciatura y doctorado en una ciencia eclesiástica, para obispos, profesores,
etc., de acuerdo con las normas establecidas.
12. Planes
de estudios propios de las órdenes y congregaciones religiosas, institutos
seculares, asociaciones de fieles, apostolados específicos, etc. En definitiva,
saber lo necesario para desempeñar la propia misión en la Iglesia que da cada
vocación particular.
"La fe trata de comprender" (S. Anselmo,
prosl. proem.): es inherente a la fe que el creyente desee conocer mejor a
aquel en quien ha puesto su fe, y comprender mejor lo que le ha sido revelado;
un conocimiento más penetrante suscitará a su vez una fe mayor, cada vez más
encendida de amor. La gracia de la fe abre "los ojos del corazón" (Ef
1,18) para una inteligencia viva de los contenidos de la Revelación , es decir,
del conjunto del designio de Dios y de los misterios de la fe, de su conexión
entre sí y con Cristo, centro del Misterio revelado. Ahora bien, "para que
la inteligencia de la
Revelación sea más profunda, el mismo Espíritu Santo
perfecciona constantemente la fe por medio de sus dones" (DV 5). Así,
según el adagio de S. Agustín (serm. 43,7,9), "creo para comprender y
comprendo para creer mejor".
PECADOS
CONTRA LA FE
Clasificación general de los
pecados directos contra la fe:
a) Omisión: de
acuerdo con lo visto al hablar de la necesidad de la fe, hay pecado de omisión
contra la fe cuando se omite culpablemente un acto de fe interno o externo que
hay obligación de hacer.
b) Comisión:
+ Por exceso.
+ Por defecto.
* Comisión Por Exceso: Se habla de pecados
"por exceso" en sentido relativo o "secundum quid", ya que
propiamente no se puede hablar de exceso de fe, como de ninguna virtud
teologal; son pecados más bien "præter fidem" y no "contra
fidem":
- credulidad temeraria:
admitir como reveladas cosas que no lo están, verdades que no pertenecen
propiamente al objeto de la fe;
- superstición (también
afecta a la virtud de la religión, aquí entra la santería);
- falsas devociones (idem);
- lugares u objetos
pseudomilagrosos, etc.
En la práctica estos pecados
suelen ser veniales, ya que suelen ser debidos a ignorancia y falta de
formación.
* Comisión por defecto =
infidelidad = ausencia de fe debida. Puede revestir varias formas:
- Infidelidad negativa:
consecuencia de que nunca se ha recibido noticia de la fe (no culpable): no es
pecado; es el puro paganismo[52],
lo que se suele entender en el lenguaje corriente por "infieles"[53].
- Infidelidad privativa:
fruto de una negligencia consciente en la instrucción de la fe. Es grave. Es el
caso del "infiel" que sospecha estar equivocado, pero no busca la
verdadera fe; o del cristiano que no conoce o no acepta una verdad de fe porque
culpablemente no se ha formado bien; etc..
- Infidelidad positiva:
es la oposición culpable a la fe; es la infidelidad propiamente dicha.
Es un pecado gravísimo.
Santo Tomás llega a decir: "infidelitas
est contra naturam"[54],
ya que el hombre está, por naturaleza abierto a la verdad, y negarse a admitir
la revelación divina, va contra esa tendencia natural.
Esta última es también lo
que propiamente se puede entender por "incredulidad": “La incredulidad es la menosprecio de la
verdad revelada o el rechazo voluntario de prestarle asentimiento” (Cat., n.
2089). “No seas incrédulo sino creyente…” (Jn. 21) [55].
“Incredulidad, en sentido
preciso, es sólo el acto espiritual mediante el cual alguien niega
reflexivamente el asentimiento a una verdad que se ha presentado ante sus ojos
con suficiente claridad como palabra de Dios"[56]
Existen Dos Formas
Principales De Infidelidad Positiva:
a)
Herejía:
Este término procede del
griego “hairesis” = "selectio": la herejía es hacer
una "selección" dentro del objeto material de la fe: aceptar una
parte y rechazar otra[57].
Así la define el código de
derecho canónico: "Se llama herejía
a la negación pertinaz después de recibido el bautismo, de una verdad que ha de
creerse con fe divina y católica, o la duda pertinaz sobre la misma"[58].
Para que haya herejía se
requiere, por tanto: Error o duda en el intelecto y pertinacia en la voluntad.
Los distintos tipos de herejías se pueden clasificar
en:
1. Objetiva: es una
doctrina contraria a la fe (su estudio pertenece más bien a la dogmática;
ejemplos: protestantismo; comunismo; modernismo; etc.).
2. Subjetiva: error
del sujeto (es lo que estudia propiamente la moral)
3. Material: cuando el error
es involuntario; no es pecado mientras
no se descuida conscientemente salir de ese error: en caso contrario, se
hace de hecho voluntaria (es el caso, por ejemplo, de los hijos de herejes,
hasta que conocen la verdadera doctrina, o empiezan a dudar si les han enseñado
bien la doctrina cristiana)
4. Formal: error
voluntario y pertinaz; es decir, se requiere: negación de una (o varias)
verdades reveladas, enseñada por el Magisterio solemne u ordinario universal, y
con desprecio y oposición consciente y voluntaria a esa verdad (Ej.: Lutero)
5. Interna: sólo de
la mente: ya es herejía.
6. Externa: sea
"oculta" (ante pocos) o pública; es una condición necesaria para
incurrir en las penas eclesiásticas que indicaremos enseguida.
La herejía (pecado
mortal-grave) es pecado "ex toto genere suo" (no admite parvedad de
materia). Está clara su gravedad, ya que supone un desprecio directo a Dios, a
su autoridad, a su infalibilidad y a su veracidad. Además, atenta contra la
unidad de la Iglesia ,
y pone en peligro la fe de otros.
Si se niega una verdad
enseñada por el Magisterio, pero no declarada como de fe divina y católica, se
comete un pecado contra la fe, más o menos grave según el valor de la verdad o
verdades que se niegan y el peligro que esa negación suponga para las verdades
estrictamente de fe, pero no es necesariamente herejía. Clásicamente se solía
distinguir, según su mayor o menor proximidad a la herejía propiamente dicha,
entre: sentencia próxima a la herejía, errónea, temeraria, malsonante, etc.
Está castigado con penas.
Cuando se niega una fe
enseñada por el Magisterio pero no definida, se convierte en un pecado contra
la entidad y no la fe. Ej.: La
Ordenación de Mujeres (Doctrina irreformable); el aborto:
pecados contra la fe pero no una herejía.
b) Apostasía:
Etimológicamente significa
"secessio": es el completo abandono de la fe cristiana para pasarse a
otra religión o quedarse sin ninguna. Así la define el código: "apostasía es el rechazo total de la fe
cristiana"[59].
Es pecado mortal "ex
toto genere suo"; más aún, es el pecado más grave contra la fe, ya que
supone despreciar totalmente la verdad divina, y rechazar por tanto totalmente
a Dios, o al menos su veracidad y su Verdad. Además, atenta, mucho más que la
herejía, contra la unidad de la
Iglesia , y pone en peligro la fe de otros.
No cabe propiamente una
apostasía material. Es siempre pecado formal: acto voluntario y libre.
c) El cisma
"Rechazo de la sujeción al Sumo Pontífice o de la comunión con los
miembros de la Iglesia
a él sometidos"[60].
No va propiamente contra la fe, pero suele incluir, al menos, la herejía de
negar la infalibilidad y la autoridad papal.
En el fondo, "herejía y
apostasía en realidad son lo mismo: su raíz está en erigir la propia razón como
criterio único de verdad y rechazar la autoridad de Dios. Mi yo, mi razón, mi
subjetividad como único criterio: esto me convence, esto no me convence. Esta y
no otra es la diferencia entre el hereje y el creyente: el hereje acepta la
palabra de Dios en aquello que le convence y, por tanto, no como palabra de
Dios sino como razonamiento humano[61].
El creyente, en cambio, acepta la palabra de Dios como palabra de Dios; por
tanto, en su totalidad, llegue o no llegue mi razón"[62].
PENAS:
- En
el caso de que sean públicos, debido a la gravedad de estos pecados, al daño que causan
a los demás y al peligro en que ponen la fe de todos, la Iglesia ha establecido
unas penas que afectan tanto a herejes como a apóstatas[63]:
excomunión "latæ sententiæ" (Sin proceso judicial: el aborto) e
irregularidad "ex delicto" (Para la Ord. Sacerdotal )
- Para los clérigos, además, posibilidad de privación de beneficios y
honores eclesiásticos, etc., hasta llegar, si es necesario, a la expulsión del
estado clerical.
Antes la excomunión era
reservada "speciali modo" a la Santa Sede ; y había
también "infamia iuris" y privación de sepultura eclesiástica.
Ya en la Sagrada Escritura
se habla de la no comunión con los herejes: "Del hombre hereje, después de
una y otra amonestación, sepárate" (Tit 3, 10-11); "Si alguno va a
vosotros y no lleva esta doctrina, no le recibáis en casa y no lo
saludéis" (2 Ioh 1, 10). Aunque, desde luego, siempre han estado abiertas
las puertas al arrepentimiento y la reconciliación, y es lo que se debe buscar
siempre, salvaguardando la fe.
Estas medidas no son
fundamentalmente castigos, sino que suponen una defensa de la fe de los que
pueden verse influidos por el hereje o apóstata.
+ Comunismo: de
acuerdo con la doctrina repetido con frecuencia desde Pío XI[64]
(incluidos Pablo VI y el Vaticano II):
- Son apóstatas los
católicos que profesan la doctrina comunista.
- Es ilícito inscribirse en
un partido comunista o darle apoyo, propagar o leer libros comunistas, votar a
gente aliada o que apoya a los comunistas, etc.
Por tanto, los que se
adhieren al comunismo incurren en las penas que conlleva la apostasía, y se les
deben negar los sacramentos a los que hacen esto consciente y libremente.
La actual crisis del
comunismo todavía no ha supuesto su extinción; y de hecho es precisamente en
los países de mayor tradición católica y entre católicos, donde con más
frecuencia se apoyan todavía, o se profesan incluso, las doctrinas comunistas:
es el caso, en particular, de algunas teologías de la liberación[65].
Es importante recordar, al
respecto, que el marxismo es en sí mismo un sistema ateo, y que no es posible
separar su aspecto "científico", de análisis económico, social y
político, de su ideología esencialmente atea.
+ Masonería:
entendemos aquí por masonería un conjunto de sociedades secretas o, al menos,
cerradas, de carácter filantrópico, cuyos miembdecir, un pecadotrinas
naturalistas, racionalistas, indiferentistas, deístas, etc., mezcladas con
presupuestos humanitarios o moralizantes. De su indiferentismo surge un ataque
expreso a la fe católica: este anticlericalismo se da, sobre todo, en las ramas
de tipo "francmasónico" menos virulentas, pero no por ello poco
peligrosas, son las masonerías de tipo inglés o escocés.
Su primera condena expresa
se remonta a Clemente XII (1738). El documento más importante al respecto es la Humanus genus de León XIII. El código de
derecho canónico del 17 prohibía expresamente a los católicos dar el nombre a
esas sectas secretas (c. 684), bajo pena de excomunión (c. 2335). En 1974 la Santa Sede recordó que
todo ello seguía en vigor.
El nuevo código ha
actualizado esta doctrina: no habla expresamente de "masonería"
porque tiene en cuenta la proliferación de otros grupos sectarios, no
necesariamente masónicos, y la evolución de algunas ramas masónicas; por eso
prescribe más en general (c. 1374): "Quien se inscribe en una asociación
que maquina contra la Iglesia
debe ser castigado con una pena justa; quien promueve o dirige esa asociación,
ha de ser castigado con entredicho".
No dejaría necesariamente de
ser apostasía, aunque la masonería dejase de conspirar contra la Iglesia (de hecho, no ha
dejado); pues apostasía es el apartamiento de la fe de la Iglesia , que no supone
necesariamente ir contra ella.
Pérdida
De La Fe :
La
virtud sobrenatural de la fe se pierde por
- un acto de infidelidad,
apostasía o de herejía formal (es decir, un pecado mortal formal contra
la fe), con el que se destruye el objeto formal "quo" (aceptación de
la autoridad de Dios), y con él, el hábito de la fe.
- Aunque, en el caso de la
herejía, se puedan seguir aceptando otras verdades, no se haría ya propiamente
por la veracidad de Dios: se está negando su autoridad y rechazando por tanto
el objeto formal de la fe, la razón por la que se debe cree.
"Es
difícil pensar en una situación más dramática y grave, porque la fe, conservar
la fe, es el punto de partida para todo arrepentimiento y perdón de los
pecados, es el «initium salutis», el que ya no tiene fe se ha maniatado a sí
mismo y no tiene recursos para levantar su ánimo hacia Dios. Aquí ya no hay
sólo naufragio de la fe, sino hundimiento"[66].
Sin
embargo, no toda apariencia de pérdida de fe supone una tal pérdida: puede haber gente
con la fe simplemente "oculta" por muchos otros pecados, porque no
han llegado a hacer actos formales contra la fe; o también pueden tener fe,
pero que les falte formación (este puede ser el caso también de muchos
ortodoxos, protestantes, etc.).
- En todo caso, la fe siempre se pierde por culpa
propia, ya que "el Señor... los confirma con su gracia para que
perseveren en esa misma luz (de la fe), no abandonándolos, si no es
abandonado"[67].
No se pierde por
"ignorancia inculpable" (ambiente, le engañan, etc.), pues la gracia
actúa sola: al menos hay culpabilidad en no poner los medios
OTROS
ATENTADOS CONTRA LA FE
Los
peligros contra la fe: principios generales
Conviene recordar los
criterios generales respecto al peligro de pecar, y que se aplican por tanto al
peligro de pecar contra la fe: nunca es lícito ponerse en ocasión de pecar ¿Qué
se está diciendo? Que no es lo mismo el acto que el riesgo, pero hay una
intención.
Tipos de ocasión:
- Próxima o remota: según la
cercanía al pecado mismo.
- Voluntaria o necesaria:
según se busque libremente o se presente sin buscarla.
- Objetiva o subjetiva: según
sea un peligro para cualquiera o para el sujeto concreto por sus
circunstancias.
- Externa o interna.
Principios básicos:
1. Nadie se puede poner
voluntariamente en ocasión próxima de pecado; si se hace, se comete un pecado
de la misma gravedad que la materia del pecado buscado.
2. Si la ocasión es próxima,
pero necesaria (no depende de la propia voluntad), al menos hay que poner todos
los medios posibles para transformarla en ocasión remota. Con la fe, todo esto
cobra mayor importancia y obligación, al ser la puerta de la salvación, y un
gran tesoro.
De todas formas, no se trata
tampoco de inhibirse, huir del mundo, no relacionarse, no leer nada, etc., con
la excusa de que está todo muy paganizado, doctrinalmente confuso, etc. Hay que
saber encontrar el justo medio entre la salvaguarda de la fe y su propagación,
para la que es necesario, según la vocación de la mayoría de los cristianos,
"estar en el ajo".
La
incoherencia vital con la fe y su gravedad moral
Como consecuencia de la
íntima unión entre fe y vida, fe y obras, fe y caridad, que ya hemos estudiado,
la incoherencia vital con la fe, el indiferentismo práctico, o la negligencia
en demostrar con las obras la propia fe, son ocasión próxima de atentar contra
la misma fe, y por tanto pecados contra ella, que pueden ser graves, si suponen
un claro desprecio de lo divino: puede ser una actitud práctica equivalente a
negar públicamente la fe.
Se incluyen aquí, por
ejemplo: el desinterés por la gloria de Dios, el bienestar de la Iglesia o la salvación de
las almas; la negligencia en las obligaciones religiosas, en la defensa de
aspectos concretos de la fe y de la moral en la vida social, política, etc.; la
incoherencia entre hechos y palabras, etc.
Detrás de ello puede haber
ignorancia (culpable o inculpable), prejuicios contra temas de fe o contra la Iglesia o los
eclesiásticos, tibieza, excesiva preocupación por lo material y mundano, amor
propio, etc. Por otra parte aunque no todos los pecados contra una virtud sean
propiamente pecados contra la fe, sí que en todos ellos hay un cierto
debilitamiento de la fe, ya que suponen una "aversio a Deo et conversio a
creaturas", y por tanto un fiarse menos de Dios y más de uno mismo o de
otras personas[68].
En definitiva, cualquier
actitud inmoral, aunque no incluya explícitos atentados contra la fe, es
siempre un claro peligro de perderla.
Dos Tipos de peligro contra
la fe:
a. Las
dudas de fe
En general, debido a la
certeza propia de la fe, dudar es claramente poner en peligro la fe: los
cristianos "nunca pueden tener motivos justificados para cambiar o poner
en duda su fe"[69].
Es el que ni afirma ni niega (precisa)
Técnicamente,
conviene distinguir entre:
“+
La duda voluntaria respecto a la fe descuida o rechaza tener por
verdadero lo que Dios ha revelado y la Iglesia propone creer.
+
La duda involuntaria designa la vacilación en creer, la dificultad de
superar las objeciones con respecto a la fe o también la ansiedad suscitada por
la oscuridad de ésta. Si la duda se fomenta deliberadamente, la duda puede conducir
a la ceguera del espíritu”
-
Duda negativa o involuntaria: suspensión del juicio por dificultades ante
alguna verdad: “La duda involuntaria designa la vacilación en creer, la dificultad de
superar las objeciones con respecto a la fe o también la ansiedad suscitada por
la oscuridad de ésta. Si la duda se fomenta deliberadamente, la duda puede conducir
a la ceguera del espíritu” (Cat., n. 2088: la duda voluntaria respecto a la fe es
siempre inmoral, mala; no es lícita. Es siempre culpable). Puede ser meritoria,
si se rechaza con un acto de fe (en principio es una tentación, simplemente); lleva
a una duda ya pecaminosa si se concede la posibilidad de que puede no ser así...
- Duda positiva y
voluntaria: “La duda voluntaria respecto a la fe descuida o rechaza tener por
verdadero lo que Dios ha revelado y la Iglesia propone creer” (Cat., n. 2088: La duda
involuntaria depende de las disposiciones subjetiva de la persona); es decir,
es la ausencia de asentimiento firme a las verdades reveladas, aunque no se
nieguen explícitamente. Si no se sale de ella con prontitud, puede llegar a ser
equivalente a la herejía, como afirma el código: "Se llama herejía a la
negación pertinaz (...) o la duda pertinaz sobre la misma"[70].
IMP: “lo que no es lícito poner en duda”
La llamada duda
cartesiana o metódica es antinatural, pues hay evidencias que no son
demostrables, y verdades de fe, que tampoco lo son. Podría ser lícita, en
teoría, una duda metódica científica, si no se toma como duda real; pero es
peligrosa: en teología, las verdades de fe son puntos de partida
incuestionables y que deben estar presentes en todo el razonamiento teológico.
Por tanto, no es legítimo
nunca dudar metódicamente con la supuesta intención de fundamentar
"mejor" la fe: el error no posee el mismo fundamento que la verdad
(que es inmutable: Dios). Además, no se puede dejar de lado el influjo de la
gracia: una duda positiva supone un frenazo, un esfuerzo contrario a ella, y
por tanto, es propiamente pecado. Por supuesto, es bueno y conveniente buscar
una fundamentación racional de la fe, pero esto no requiere la duda, ni
siquiera como simple método.
Un error muy común en la actualidad es buscar una
supuesta "objetividad", que no siempre coincide con la verdad: esta
actitud puede llevar al escepticismo, a un llamado "respeto" a todas
las opiniones, que, de hecho, va en contra del respeto a la verdad misma. Se
confunde verdad con opinión, relativizándola; se afirma que la
"objetividad" está en los datos; etc. Pero se olvida que en la verdad
de fe está siempre en juego lo personal: los datos no "comprometen"
(p. ej., 2 + 2 = 4); en cambio, la
Verdad completa, sí.
"La intención del cristiano que quiere llevar
adelante una discusión sobre la fe debe orientarse no a demostrar la fe, sino a
defenderla"[71]; ya que las
verdades de fe no pueden ser demostradas por ningún argumento racional. Entrar
en la dialéctica racional en los temas de fe, es traicionar la misma naturaleza
de la fe, es autoderrotarse de antemano, porque no hay salida posible; o por lo
menos, es una ingenuidad...
b.
Tentaciones Contra la Fe
No son nada. El problema no
es tener tentaciones, sino aceptarlas. Por eso, poner los medios para
superarla.
Una cosa es tentación contra
la pureza y otra tentación contra la fe.
En cada ámbito, poner los
medios para superar la tentación para no pecar.
Existen una serie de conducta que lleva consigo un riesgo
particular contra la fe
Actualmente, en la mayoría
de los países, se da una situación de pluralismo religioso, más o menos
respetuoso con todas las religiones y creencias. Esto tiene la gran ventaja de
la libertad religiosa, que la
Iglesia católica es la primera en defender, de forma que
nadie pueda imponer por la fuerza a otros sus propias creencias. Pero, por
contra, frente a los antiguos estados confesionales, supone un cierto peligro
para la fe, al entrar el católico en contacto continuamente con personas,
grupos, publicaciones, etc., de otras confesiones cristianas, de otras
religiones, incluso ateas, etc.
Estudiaremos a continuación algunos
problemas concretos más significativos que se presentan en esa situación, y que
pueden suponer un peligro contra la fe.
Normalmente se han agrupado
en bloques:
a.
La
Comunión In Sacris.
b.
Los centros de enseñanzas.
c.
Publicaciones y medios de comunicación.
d.
Matrimonio mixto.
a. La
"Communicatio" in Sacris
El punto de partida general
puede ser la clara afirmación de San Pablo: "No os mezcléis con los
paganos, pues... ¿qué de común tienen la luz y las tinieblas?" (2 Cor 6,
14); y las advertencias del Señor: "Guardaos de los falsos profetas, los
cuales se acercan a vosotros vestidos con piel de oveja, pero por dentro son
lobos rapaces" (Mt 7, 15; cfr. 2
Cor 11, 14; Act 20, 29).
Para estudiar ese peligro
conviene distinguir:
a) "Communicatio in sacris" = participación
conjunta en actos públicos de culto, sea católicos en actos no católicos, o no
católicos en actos católicos.
Puede ser:
+ Activa: tomar propiamente
parte en el acto de culto.
+ Pasiva (mera presencia).
La única Iglesia fundada por
Cristo es la Católica :
hay que defender esta verdad. Por eso, una participación indiscriminada de
católicos en actos religiosos no católicos, o viceversa, puede representar
peligro de herejía, más o menos próximo y grave, o también puede suponer un
pecado de escándalo.
Por tanto,
"Communicatio in sacris, quæ unitatem Ecclesiæ offendit aut formalem
errori adhæsionem vel periculum aberrationis in fide, scandali et
indifferentismi includit, lege divina prohibetur"[72].
En particular, están
prohibidas:
- la participación activa
de un católico en ceremonias no católicas (p.ej., celebración del matrimonio de
un católico en un rito religioso no católico; puede haber excepciones o
dispensas -caso reyes de España...-);
- la participación activa
de un no católico en ceremonias católicas (p. ej., protestante que comulga de
manos de un sacerdote católico).
La participación pasiva,
en ambos casos, si se evita cuidadosamente el escándalo y se procura alejar el
peligro contra la fe, puede ser lícita: por ejemplo, la simple asistencia
física al matrimonio o al entierro de personas de otras religiones, por ocupar
cargos públicos, por amistad o compañerismo, etc. Más aún, puede ser incluso
conveniente, en algunos casos: por ejemplo, invitar a no católicos en camino de
conversión, a asistir a los templos y ceremonias católicas, pero sin recibir
los sacramentos; o por motivos ecuménicos más generales, siempre con la debida
prudencia, permiso de la autoridad eclesiástica, etc.
La communicatio in
sacramentis es, lógicamente, el caso más importante de "communicatio
in sacris", por el especial valor de los sacramentos. El criterio general
es que no se puede realizar, pues atenta contra la unidad de la Iglesia y siempre es una
participación activa.
IMP: donde la fe y los
sacramentos no es común, no se puede participar en ningún caso. Salvo en
excepciones.
Pero la Iglesia ha contemplado
como excepción un caso especial, que es el de las Iglesias orientales
separadas, debido a la fe que mantienen respecto a los sacramentos, igual a la
nuestra:
"Pero, por lo que se
refiere a los hermanos orientales, la práctica pastoral demuestra que se pueden
y se deben considerar diversas circunstancias individuales en las que la unidad
de la Iglesia
no sufre detrimento ni hay peligros que se hayan de evitar; en cambio, apremian
la necesidad de la salvación y el bien espiritual de las almas. Por ello, la Iglesia católica, según
las diversas circunstancias de tiempo, lugar y personas, usó y usa con
frecuencia una manera de obrar más suave, ofreciendo a todos medios de salvación
y testimonio de caridad entre los cristianos, mediante la participación en los
sacramentos y en las otras funciones y cosas sagradas. En consecuencia, «para
no convertirnos en obstáculo con la rigidez de nuestras condiciones a los que
se salvan»[73] y
para fomentar más y más la unión con las Iglesias orientales separadas de
nosotros, el santo Sínodo determina la siguiente manera de actuar:
»Teniendo en cuenta los
principios ya dichos, pueden administrarse los sacramentos de la Penitencia , Eucaristía
y Unción de enfermos a los orientales que de buena fe viven separados de la Iglesia católica, con tal
que los pidan espontáneamente y tengan buena disposición. Más aún: pueden
también los católicos pedir esos mismos sacramentos a ministros acatólicos de
Iglesias que tienen sacramentos válidos, siempre que lo aconseje la necesidad o
un verdadero provecho espiritual y sea física o moralmente imposible acudir a
un sacerdote católico.
»Supuestos esos mismos
principios, se permite la comunicación en las funciones, cosas y lugares
sagrados entre los católicos y los hermanos separados orientales, cuando exista
alguna causa justa.
»Esta manera más suave de
comunicación en las cosas sagradas con los hermanos de las Iglesias orientales
separadas se confía a la vigilancia y dirección de los jerarcas de cada lugar;
éstos deben deliberar entre sí y, si hay lugar, oír también a los jerarcas de
las Iglesias separadas; y así encauzar el trato entre los cristianos con
preceptos y normas oportunas y eficaces"[74].
Casos: Penitencia – Eucaristía
– Unción de los enfermos: participación de ortodoxos en la Iglesia Católica ;
y de Católicos en Iglesias Orientales. La fe es común, se puede administrar a
los Orientales que de buena fe separados de Roma se les puede dar y viceversa.
Se permite la comunión en
algunas cosas, lugares entre hermanos separados orientales, de participar en
una misma celebración: siempre con las dispensas necesarias.
Comunicación a nivel privado = rezar juntos
católicos y no católicos, privadamente; etc.: el peligro contra la fe es
claramente menor, en general; pero puede existir, sobre todo si esas oraciones
o prácticas tienen un contenido doctrinal no católico; también se mantiene el
peligro de escándalo. Por eso, hay que actuar siempre con prudencia, sopesando
bien los inconvenientes (peligro para la propia fe o la de otros católicos) y
las ventajas (acercamiento de esas personas a la verdadera fe).
b) "Communicatio
in civilis"
Tareas políticas, sociales,
profesionales, económicas, etc., con intervención de personas o grupos de
distintas confesiones o religiones.
En general, sólo está
prohibido si hay verdadero peligro.
Hay que distinguir el tipo
de personas, y el tipo de colaboración (personal o en grupos; estable u
ocasional; etc.). Algunos criterios orientativos pueden ser:
En asuntos de orden temporal
es lícito y bueno cooperar con cualquier tipo de persona individualmente,
si no supone ocasión próxima de pecado; más aún, habitualmente, será una
magnífica ocasión de "apostolado ad fidem".
En grupos asociados,
pueden presentarse más problemas, según su actitud ante la fe y la Iglesia :
Si son grupos
"neutros" en temas religiosos: es lícito colaborar, en principio,
salvo que haya decisiones inmorales habituales, etc. Muchas veces será muy
conveniente participar en esas asociaciones, sobre todo los laicos (es su
ambiente propio: sindicatos, partidos, comunidad de vecinos, asociaciones
profesionales o lúdicas, etc.), precisamente para darles un sentido cristiano,
hacer apostolado personal y social con ocasión de esa colaboración, etc.
Con frecuencia, algunas
decisiones inmorales aisladas no tienen por qué exigir el abandono de esos
grupos, siempre que quede clara la negativa personal a esos asuntos, ya que se
puede seguir haciendo el bien muchas otras veces. Cuando esa situación se
repite mucho, o el fin o la orientación general mismos empiezan a ser de dudosa
moralidad, hay que abandonar la asociación o grupo que sea.
Hay que tener en cuenta
también que el hecho de que "todo el mundo pertenezca a...", no es
motivo para que uno se sienta obligado a ello, si no es lugar propio de un
cristiano (por ejemplo, en muchos países casi todos los sindicatos son
socialistas o comunistas; se puede entonces promover sindicatos o candidaturas
independientes, etc.)
Si se trata de grupos antirreligiosos,
anticristianos, que promueven un marcado indiferentismo religioso, o una
marcada inmoralidad social y/o personal, es claramente peligroso y reprochable
colaborar con ellos.
En particular, con las
ideologías materialistas y ateas, como tales, no cabe diálogo ni cooperación;
otra cosa es el trato con las personas singularmente.
En todo esto, hay que tener
en cuenta además las reglas generales del escándalo y la cooperación al mal,
que se estudiarán al hablar de la caridad.
No olvidar que, a pesar de
todo lo dicho, se mantiene el principio general de que nadie se puede poner
voluntariamente en ocasión de pecado: por tanto, si cualquiera de estas
"comunicaciones" se busca directamente por el peligro a la fe que
suponen, aunque se saque cualquier otra excusa, la valoración moral es clara:
la mala intención las hace siempre pecaminosas.
B. Los centros de
enseñanza
Cada vez es más frecuente en
numerosos países la proliferación de centros de enseñanza, a todos los niveles
(aunque el problema es más delicado para la enseñanza primaria y secundaria),
que no tienen en cuenta en la formación que imparten una concepción cristiana
de la vida; y también empieza a ser común que muchos católicos no tengan apenas
opciones a la hora de elegir el lugar de sus estudios o el de sus hijos.
Criterios:
Está claro que no es lícito
frecuentar centros de enseñanza (ni profesores ni alumnos católicos) donde hay
peligro próximo de perder la fe, porque se enseñan con profusión doctrinas
claramente contrarias a ella. En particular, en el caso de los niños, los
responsables (y por tanto, los que pecan) son sus padres.
Aunque existen escuelas que
teóricamente no imparten ninguna enseñanza de tipo religioso, y procuran evitar
toda orientación religiosa de cualquier signo en las demás materias, de hecho
es utópico hablar de escuelas "neutras", pues ninguna enseñanza, en
cuanto transmisión de ideas entre seres humanos, es neutra, en la medida en que
todo lo humano es espiritual y religioso por naturaleza.
En la medida de lo posible, se
debe evitar acudir a esos centros de enseñanza, por el indiferentismo que
producen; aunque podrían acudir los alumnos, si no hay otra posibilidad
factible, tomando las medidas oportunas: completar la formación religiosa en la
familia, la parroquia, etc.; contrarrestar las posibles malas influencias de la
escuela (vigilar los programas, libros, etc.; dar "antídotos). Para los
profesores el peligro es menor, e incluso pueden hacer un gran bien procurando
orientar mejor la enseñanza que se imparte en esos centros, siempre que no haya
peligro de escándalo.
En el caso de menores de
edad, los responsables de cubrir esas deficiencias son la familia, el obispo,
el párroco, etc.
Todo esto acentúa la
importancia del derecho y el deber de los padres de promover escuelas de
inspiración cristiana: de no actuar sólo a la defensiva, etc. Análogamente, las
obligaciones de los obispos, párrocos, etc. (son temas de otras asignaturas
propiamente; pero no está de más insistir aquí en ello). Conviene recordar que
la escuela es subsidiaria de la familia, y no al revés.
C. Las
publicaciones y los medios de comunicación
Los libros y los medios de
comunicación y esparcimiento (prensa, radio, TV, teatro, cine, etc.) son un
medio cada vez más influyente en la transmisión de ideas y de formas de
comportamiento. Bien utilizados son un magnífico medio apostólico, y en
particular, de difusión de la fe. Pero también muchas personas, consciente o
inconscientemente, los utilizan para propagar ideas contrarias a la fe,
comportamientos inmorales, etc. Por eso, su uso indiscriminado por parte de un
católico puede ser un peligro próximo para la fe y la moral.
En concreto, respecto a la
fe, el mayor peligro puede venir del material escrito, que penetra más
profundamente en la inteligencia; aunque también las ideas machaconamente
repetidas por radio, televisión, etc., pueden afectar gravemente a la fe (en
cambio, para la pureza, por ejemplo, son más peligrosas las imágenes que un
texto escrito).
Por tanto, en particular, de
acuerdo con los criterios generales sobre ocasiones de pecado, no se puede leer
nada que ponga directamente en peligro la fe.
Ya San Pablo hizo que se
quemaran públicamente libros contrarios a la fe cristiana en Efeso (Act 19,
19).
Es obligación grave no leer
un libro o interrumpir su lectura, cuando la conciencia nos advierte de ese
peligro.
Sólo se puede leer un libro,
artículo, etc., peligroso si hay necesidad (por ejemplo, por motivos
profesionales justos), y se ponen todos los medios para convertir la ocasión
próxima en remota:
- prudencia y moderación al
leerlos;
- en particular, procurar
permanecer un periodo largo sin leer nada peligroso;
- buscar obras buenas que
sirvan de antídotos;
- consultar siempre a
personas competentes en la materia, de buen criterio cristiano y de confianza.
Para ayudar a evitar estos
peligros, la Iglesia
ha dado unos criterios claros al respecto, estableciendo responsabilidades:
"Para
preservar la integridad de las verdades de fe y costumbres, los pastores de la Iglesia tienen el deber y
el derecho de velar para que ni los escritos ni la utilización de los medios de
comunicación social dañen la fe y las costumbres de los fieles cristianos;
asimismo, de exigir que los fieles sometan a su juicio los escritos que vayan a
publicar y tengan relación con la fe o costumbres; y también de reprobar los
escritos nocivos para la rectitud de la fe o para las buenas costumbres"[75].
En particular, la Iglesia presta una
atención especial a las ediciones de la Sagrada Escritura
(por el peligro de interpretaciones heterodoxas, subjetivas, etc.):
"Los libros de la Sagrada Escritura
sólo pueden publicarse si han sido aprobados por la Sede Apostólica o
por la
Conferencia Episcopal ; asimismo, para que se puedan editar
las traducciones a la lengua vernácula, se requiere que hayan sido aprobadas
por la misma autoridad y que vayan acompañadas de las notas aclaratorias
necesarias y suficientes"[76].
Y a los libros de teología,
filosofía y otras materias más relacionadas con la religión:
"1. Sin perjuicio de lo que prescribe el c. 775, 2,
es necesaria la aprobación del Ordinario del lugar para editar catecismos y
otros escritos relacionados con la formación catequética, así como sus
traducciones.
2. En las
escuelas, tanto elementales como medias o superiores, no pueden emplearse como
libros de texto para la enseñanza aquellos libros en los que se trate de
cuestiones referentes a la
Sagrada Escritura , la teología, el derecho canónico, la
historia eclesiástica y materias religiosas o morales, que no hayan sido
publicados con aprobación de la autoridad eclesiástica competente, o la hayan
obtenido posteriormente.
3. Se recomienda
que se sometan al juicio del Ordinario del lugar los libros sobre materias a
que se refiere el parágrafo 2, aunque no se empleen como libros de texto en la
enseñanza, e igualmente aquellos escritos en los que se contenga algo que
afecta de manera peculiar a la religión o a la integridad de las
costumbres"[77].
Puede haber además penas
eclesiásticas, si la autoridad local o universal, en su obligación de velar por
la integridad de la fe y las buenas costumbres, lo considera oportuno (como
ocurría hasta hace pocos años con el famoso "Indice").
Ojo con las posibles excusas
de "soberbia intelectual": yo ya estoy bien formado; soy bachiller,
licenciado, doctor,...; soy especialista en esto; hay que conocer un poco de
todo..., para combatirlo luego...[78]
"Mutatis
mutandis", todo esto se aplica también a la hora de oír un debate de
actualidad por la radio, ver un reportaje televisivo, etc.; especialmente
cuando se hace de forma habitual.
D. El
matrimonio mixto
En cierto modo, es un caso
tanto de "communicatio in sacris" como de "communicatio
civilis": el más serio y trascendental, ya que es una cooperación total y
por toda la vida.
En general, el matrimonio de
un católico con una no católica, o de una católica con un no católico, es
lícito, si se ponen todos los medios para evitar los peligros contra la fe que
se derivan; lo cual no es nada fácil. De hecho, la Iglesia lo desaconseja
vivamente, y exige una dispensa expresa, para la licitud (si el otro cónyuge
está bautizado en otra confesión cristiana; impedimento llamado de "mixta
religión"[79]) o
para la validez (si el otro cónyuge no está bautizado: "disparidad de
cultos"[80]).
Con frecuencia se añaden
otros peligros: contra la castidad conyugal (ya que la forma de vivir la moral
matrimonial entre los católicos no es habitual en otras religiones); y en
contra del deber de educar cristianamente a los hijos. Por eso, la Iglesia exige, para
conceder la correspondiente dispensa, una manifestación expresa del cónyuge no
católico de que permitirá bautizar y educar cristianamente a la prole[81].
En numerosos países, la
situación del matrimonio mixto (entre
católico y bautizado no católico) se presenta con bastante frecuencia. Exige
una atención particular de los cónyuges y de los pastores. El caso de
matrimonios con disparidad de culto
(entre católico y no bautizado) exige una aún mayor autención.
La diferencia de confesión
entre los cónyuges no constituye un obstáculo insuperable para el matrimonio,
cuando llegan a poner en común lo que cada uno de ellos ha recibido en su
comunidad, y a aprender el uno del otro el modo como cada uno vive su fidelidad
a Cristo. Pero las dificultades de los matrimonios mixtos no deben tampoco ser
subestimadas. Se deben al hecho de que la separación de los cristianos no se ha
superado todavía. Los esposos corren el peligro de vivir en el seno de su hogar
el drama de la desunión de los cristianos. La disparidad de culto puede agravar
aún más estas dificultades. Divergencias en la fe, en la concepción misma del
matrimonio, pero también mentalidades religiosas distintas pueden constituir
una fuente de tensiones en el matrimonio, principalmente a propósito de la
educación de los hijos. Una tentación que puede presentarse entonces es la
indiferencia religiosa.
Según el derecho vigente en la Iglesia latina, un
matrimonio mixto necesita, para su licitud, el permiso expreso de la autoridad eclesiástica (cf CIC, can. 1124).
En caso de disparidad de culto se requiere una dispensa expresa del impedimento para la validez del matrimonio (cf
CIC, can. 1086). Este permiso o esta dispensa supone que las dos partes conocen
y no excluyen los fines y las propiedades esenciales del matrimonio así como
las obligaciones que contrae la parte católica en lo que se refiere al bautismo
y a la educación de los hijos en la
Iglesia católica (cf CIC, can. 1125).
En muchas regiones, gracias
al diálogo ecuménico, las comunidades cristianas interesadas han podido llevar
a cabo una pastoral común para los
matrimonios mixtos. Su objetivo es ayudar a estas parejas a vivir su
situación particular a la luz de la fe. Debe también ayudarles a superar las
tensiones entre las obligaciones de los cónyuges, el uno con el otro, y con sus
comunidades eclesiales. Debe alentar el desarrollo de lo que les es común en la
fe, y el respeto de lo que los separa.
En los matrimonios con
disparidad de culto, el esposo católico tiene una tarea particular: "Pues
el marido no creyente queda santificado por su mujer, y la mujer no creyente
queda santificada por el marido creyente" ( 1 Co 7,14). Es un gran gozo
para el cónyuge cristiano y para la
Iglesia el que esta "santificación" conduzca a la
conversión libre del otro cónyuge a la fe cristiana (cf. 1 Co 7,16). El amor
conyugal sincero, la práctica humilde y paciente de las virtudes familiares, y
la oración perseverante pueden preparar al cónyuge no creyente a recibir la
gracia de la conversión.
[1] Cf. CARLOS CAFFARRA, “Vida
En Cristo”. Eunsa. Cáp. 1.
[3] Por el simple hecho de ser hombre no se tiene fe, esperanza y caridad.
En el caso de las VIRTUDES MORALES sucede lo contrario, no dan nueva capacidad
sino que FACILITAN
[4] El término griego areté, que designa excelencia, bondad,
fuerza, aparece pocas veces en la Sagrada Escritura. En el Nuevo Testamento se
encuentra en Flp 4,8; 1 P 2,9 y 2 P 1,5.
[5] Sobre la transformación de las virtudes paganas en el organismo de la
moral cristiana, cfr. S. PINCKAERS, Las fuentes de la moral cristiana, EUNSA, Pamplona 32007, 151ss.
[8] Rm. 1, 17
[10] El nominalismo afirma sin motivos (Ockham)
[14] Esta definición –que corresponde propiamente sólo a las virtudes
sobrenaturales- fue formulada por Pedro Lombardo y completada por Pedro de
Poitiers, pero procede de las reflexiones de S. Agustín en De libero
arbitrio, II, c. 19
[19] Aunque la reforma no propuso inicialmente un nuevo concepto de
Revelación, pero sus postulados teológicos acabaran afectando la noción
[20] Kant: Establece una separación entre la razón pura y la razón
práctica, colocando la fe en el ámbito de la moralidad. Con esto se oponen fe y conocimiento. La
revelación no es otra cosa que una forma de fe moral, ley moral formulada en
mandatos divinos que ayudan a ser honrados. La función esencial de la
revelación es que lleva a la ley moral, la cual tiene como postulado la
existencia de Dios. Si la revelación es un fenómeno interior, la fe se agota en
su carácter moral. De esta manera la fe ya no es asentimiento a una verdad
revelada (Cf. CÉSAR IZQUIERDO.
“Teología Fundamental”, Eunsa.).
[21] Cf. Veritatis Spléndor.
[22] La fe es considerada – cultura post - moderna – como un sentimiento religioso ciego, oscuro,
presente en el subconsciente del ser humano, movido por la voluntad, pero sin
fundamento objetivo de la realidad. Niega, en el fondo, el carácter religioso
de la fe, aunque intenta salvar alguna justificación para explicar su
existencia. La Revelación
pasa a ser algo subjetivo, no existiría la Revelación objetiva.
[23] Vaticano I no quiso
recoger una enseñanza completa sobre la fe sino resaltar sólo algunos aspectos
importantes puestos en peligro por los errores modernos:
Estamos obligados a prestar
a la fe un pleno obsequio de nuestro intelecto y voluntad (obsequium fide
praestare tenemur). Sobre la fe dice el concilio: es humanae salutis initium (citando a Trento). D1789: es “una virtud
sobrenatural mediante la cual, impulsados y ayudados por la gracia de Dios,
creemos que son verdaderas las cosas divinamente reveladas por Él, no
por la verdad intrínseca de las cosas conocidas con la luz de la razón, sino por
la autoridad del mismo Dios que se revela, que no puede ni engañarse ni
engañarnos”.
Presenta la
fe como afirmación de la verdad de “los credenda”: «crédimus vera esse». A
la revelación divina que da a conocer verdades sobrenaturales, responde una fe
que cree esas verdades, no por la sola dinámica del conocer humano, sino por la
autoridad de Dios que se revela.
Presenta la
relación de la fe con la razón en el mismo acto de fe: la fe es “obsequium
rationi consentaneum”D1790, y no un “movimiento ciego del espíritu”. La fe
va preparada por signos externos (milagros y profecías) que acompañan a los
auxilios de la gracia y hacen a la fe razonable. Por otra parte la fe es don
de Dios y no sólo decisión humana, que el hombre debe aceptar libremente.
El objeto de la fe son los credenda, lo que se contiene
en la palabra de Dios escrita o de tradición y que es propuesto a los fieles
por el magisterio ordinario y universal como revelación que se debe creer.
[24] Definición de Fe: “Es aquella virtud sobrenatural, por la que, con
inspiración divina y ayuda de la gracia de Dios, creemos son verdaderos lo que por él ha sido revelado; no por la
intrínseca verdad de las cosas percibidas por la razón, sino por la autoridad de Dios que revela el
cual no puede engañar ni engañarse”.
[25] Cf. César
Izquierdo. TEOLOGÍA FUNDAMENTAL. EL Vaticano II señala el carácter
personal de la revelación (DV2 y 4) y de la fe (DV5).
Enseñanzas
explícitas del Concilio sobre el acto de fe en sí mismo:
(1) Dignitate
Humanae (n. 10): La Libertad del acto de fe: se afirma el carácter
voluntario de la respuesta de fe enseñado en la palabra de Dios y los
padres: el acto de fe es voluntario por su propia naturaleza, ya que el hombre,
no puede adherirse a Dios que se revela a sí mismo, si, atraído por el padre,
no rinde a Dios el obsequio racional y libre de la fe. No se puede imponer nada
en materia religiosa.
(2) Dei
Verbum (n. 5): Luego de presentar la revelación en Israel (3), en Cristo
(4), se ocupa de la fe (5): A Dios que se revela, se le otorga la obediencia
de la fe mediante la cual el hombre presta un asentimiento voluntario
a la Revelación
dada por Él; el hombre se confía entera y libremente. Para llegar a la
fe es necesaria la Gracia
de Dios y los auxilios internos del Espíritu Santo.
Carácter
personal de la Fe : La fe afecta no
sólo a la inteligencia sino a la entera existencia del creyente. La fe es,
ante todo una entrega total de la persona al Dios que se dirige a ella en su
revelación. La fe adquiere la misma propiedad que la revelación (2-4), la
personalización. El necesario asentimiento de la inteligencia en el acto de fe,
forma parte de la misma entrega de la persona en su totalidad. Esto no
supone cerrar el paso a la actividad de la inteligencia fuera del ámbito de la
fe (6).
[26] Intenta una cristianización de la filosofía marxista; se identifica a
Dios con la historia, identificándose así la fe con la fidelidad a la historia.
El buen cristiano sería el que no rompe con la marcha de la historia sino que
la sigue (temporalización de la existencia. Reduccionismo). La Esperanza torna a
identificarse con la confianza en el futuro, y la caridad con la opción por los
pobres.
La fe pasa a ser la fidelidad económico
= política, fidelidad política a la lucha de clases. Detrás de todo este
argumento se esconde un erróneo mesianismo temporal.
[28] La fe lleva siempre consigo una cierta oscuridad, cognitio enigmática
(Sto. Tomás)
[29] San JOSEMARÍA ESCRIVA DE BALAGUER, “Amigos de Dios”, cit. 32: “Nadie
en la tierra debe permitirse imponer al prójimo la práctica de la fe de la que
carece”
[30] Cf. Conferencia del cardenal Joseph Ratzinger, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe , 16 de febrero de
2000, Madrid, dentro de los actos del Primer Congreso Teológico Internacional,
organizado por la Facultad
de Teología «San Dámaso», sobre la encíclica «Fides et ratio»
que Juan Pablo II dedicó las relaciones entre fe y razón; Entrevista concedida a Jaime Antúnez,
director de «Humanitas» , publicada en el año 2001 en el libro «Crónica de las
ideas - En busca del rumbo perdido»;
[31] CIC, c. 748, & 1.
[32] Cf. Evangelium Nuntianti, 72 73
[33] Rezar el Credo durante los domingos y solemnidades; profesiones de fe
ad casum, etc.
[34] No admite excepciones, principio absoluto.
[35] Cf. Mt. 10, 23: Por persecución, por algún motivo pastoral evidente,
etc.
[36] Cfr. San Cipriano, Epístola
7. Idem, San Atanasio. Cf. Oficio del 16 de septiembre: “De las actas
proconsulares del Martirio de San Cripriano,”
[37] S.
Tomás, S.Th. II-II, q. 185, a . 5: "Si...
subditorum saluti possit sufficienter in absentia pastoris per alium provideri,
tunc licet pastori vel propter aliquod commodum ecclesiæ vel propter periculum
corporaliter gregem deserere".
[38] Dz 838, 800.
[39] San Agustín, Tr. In Ioh 29, 6.
[40] III, q. 68, a .
4, ad 3. Cfr. II-II, q. 4, a .
3.
[41] Cfr. De Veritate , q. 14, a . 5 .
[42] Cfr. De
Veritate , q. 14, a .
6.
[43] Cfr. De
Veritate , q. 14, a .
7
[44] IMP: no es lo mismo hacer obrar buenas que hacer obras meritorias. Las
obras meritorias alcanzan a dios; las obras buenas pueden hacerla hasta los
pecadores.
[45] P. Rodríguez, o.c. , p. 135.
[46] II-II, q. 17, a . 6.
[47] II-II, q. 17, a . 6, ad 2.
[48] II-II, q. 4, a . 7, ad 4.
[51] Cf. P.
Rodríguez, o.c. , pp. 147-148.
[52] Vid. Dz 1068.
[53] Cfr. Sap 13, 1 ss.; Rom 1, 18 ss.
[55] Merkelbach, Summa Theologiæ
Moralis I, 571 ss: "Voluntas
non inquirendi de fide non est voluntas non credendi".
[56] Pieper, Las virtudes fundamentales , cit., pp.
352-353.
[57] Cfr. II-II, q. 11, a .
1
[58] CIC, c. 751. El antiguo código la definía así (c. 1325, § 2):
"pertinaciter aliquam ex veritatibus fide divina et catholica credendis
denegat".
[59] CIC, c. 751. CIC del 17, c. 1325: "a fide christiana totaliter
recedit".
[60] CIC, c. 751.
[61] Cfr. II-II, q. 11, a .
1.
[63] CIC, c. 1041, 1364
[64] Enc. Divini Redemptoris. Resolución
del Santo Oficio del 1 de julio de 1949, del 11 de agosto de 1949 y del 28 de
julio de 1950; Pío XII, discurso del 24 de diciembre de 1955.
[65] Cfr. Congregación para la Doctrina de la Fe , Libertatis nuntius.
[66] P. Rodríguez, o.c., p. 130.
[68] Cfr. P.
Rodríguez, o.c., p. 129.
[69] C. Vaticano I, Dz 1794, 1815.
[70] CIC, c. 751. El
antiguo código la definía así (c. 1325, § 2): "pertinaciter aliquam ex
veritatibus fide divina et catholica credendis denegat".
[71] S. Tomas de Aquino, De rationibus fidei , cap. 2.
[74] Concilio Vaticano II, Decr. Orientalium
Ecclesiarum, nn. 26-29. Sobre el ecumenismo, puede ser
interesante repasar también el decreto Unitatis
redintegratio del Vaticano II.
[75] CIC, c. 823. En los cánones siguientes se dan normas más precisas al
respecto.
[76] CIC, c. 825.
[77] CIC, c. 827.
[78] Cfr. P. Rodríguez, o.c. ,
pp. 153-154 y 162-163.
[80] CIC, c. 1086.
[81] CIC, c. 1125.
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