Entre la surtida variedad de
temáticas que Papa Francisco ha tocado en la Exhortación Apostólica Evangelii
Gaudium («La alegría del Evangelio») se encuentra la que dirige de un modo
especial a los sacerdotes a propósito de «las homilías» (les
dedica la significativa cantidad de 24 números distribuidos en
dos grandes apartados del capítulo tercero de la exhortación, capítulo
concretamente dedicado al tema del «anuncio del Evangelio»).
Ya dice mucho el que se presente la
homilía como medio de evangelización, algo aparentemente obvio pero que no
se había subrayado suficientemente con antelación en un documento de este tipo.
Las quejas por una mala
homilía las refiere el mismo Papa cuando socarronamente comenta que «son muchos los reclamos que se dirigen en relación
con este gran ministerio», para luego rematar con que tanto los fieles
«como los mismos ministros ordenados, muchas veces sufren, unos al escuchar y
otros al predicar».
En palabras del Papa Francisco «la
homilía es la piedra de toque para evaluar la cercanía y la capacidad de
encuentro de un Pastor con su pueblo» y por eso les ofrece a los sacerdotes
lo que bien puede calificarse como 39 consejos prácticos, concretos, ágiles y
amenos.
Lo hace –y esta es percepción
personal– ya no sólo como Papa sino como un pastor con amplia experiencia en
este campo: experiencia confirmada por el éxito mundial que sus
mini-homilías diarias han tenido en lo que va de su pontificado, un
respaldo incontestable:
II. La homilía
El contexto litúrgico
1. Qué no es la homilía
«[…] la proclamación litúrgica de
la Palabra de Dios, sobre todo en el contexto de la asamblea eucarística, no es
tanto un momento de meditación y de catequesis, sino que es el diálogo de Dios
con su pueblo, en el cual son proclamadas las maravillas de la salvación y
propuestas siempre de nuevo las exigencias de la alianza».
2. Qué es la homilía
«La homilía es un retomar ese
diálogo que ya está entablado entre el Señor y su pueblo».
3. La homilía no es un
espectáculo prolongado
«La homilía no puede ser un
espectáculo entretenido, no responde a la lógica de los recursos mediáticos,
pero debe darle el fervor y el sentido a la celebración. Es un género peculiar,
ya que se trata de una predicación dentro del marco de una celebración litúrgica;
por consiguiente, debe ser breve y evitar parecerse a una charla o una clase.
El predicador puede ser capaz de mantener el interés de la gente durante una
hora, pero así su palabra se vuelve más importante que la celebración de la fe.
Si la homilía se prolongara demasiado, afectaría dos características de la
celebración litúrgica: la armonía entre sus partes y el ritmo».
4. Que el Señor brille más que el
ministro
«[…] que la palabra del
predicador no ocupe un lugar excesivo, de manera que el Señor brille más que el
ministro».
La conversación de la madre
5. Predicar como una mamá
«[…] la Iglesia es madre y
predica al pueblo como una madre que le habla a su hijo, sabiendo que el hijo
confía que todo lo que se le enseñe será para bien porque se sabe amado».
6. Predicar en clave de cultura
materna
«Así como a todos nos gusta que
se nos hable en nuestra lengua materna, así también en la fe nos gusta que se
nos hable en clave de «cultura materna», en clave de dialecto materno (cf. 2 M
7,21.27), y el corazón se dispone a escuchar mejor. Esta lengua es un tono que
transmite ánimo, aliento, fuerza, impulso».
7. Cordialidad, calidez,
mansedumbre y alegría
« […] la cercanía cordial del
predicador, la calidez de su tono de voz, la mansedumbre del estilo de sus
frases, la alegría de sus gestos».
Palabras que hacen arder los
corazones
8. No a una predicación
exclusivamente moralista
«La predicación puramente
moralista o adoctrinadora, y también la que se convierte en una clase de
exégesis, reducen esta comunicación entre corazones que se da en la homilía y
que tiene que tener un carácter cuasi sacramental».
9. Verdad, belleza y bien van de
la mano
«En la homilía, la verdad va de
la mano de la belleza y del bien. No se trata de verdades abstractas o de fríos
silogismos, porque se comunica también la belleza de las imágenes que el Señor
utilizaba para estimular a la práctica del bien».
10. Prédica sintética no de ideas
sueltas
«El desafío de una prédica
inculturada está en evangelizar la síntesis, no ideas o valores sueltos. Donde
está tu síntesis, allí está tu corazón. La diferencia entre iluminar el lugar
de síntesis e iluminar ideas sueltas es la misma que hay entre el aburrimiento
y el ardor del corazón».
11. Tiempo para que hable Dios
«Durante el tiempo que dura la
homilía, los corazones de los creyentes hacen silencio y lo dejan hablar a Él.
El Señor y su pueblo se hablan de mil maneras directamente, sin
intermediarios».
12. La homilía es mediación
«[…] en la homilía quieren que
alguien haga de instrumento y exprese los sentimientos, de manera tal que
después cada uno elija por dónde sigue su conversación. La palabra es
esencialmente mediadora y requiere no sólo de los dos que dialogan sino de un
predicador que la represente como tal, convencido de que «no nos predicamos a
nosotros mismos, sino a Cristo Jesús como Señor, y a nosotros como siervos
vuestros por Jesús» (2 Co 4,5)»
III. La preparación de la
predicación
13. Preparar la predicación
«La preparación de la predicación
es una tarea tan importante que conviene dedicarle un tiempo prolongado de
estudio, oración, reflexión y creatividad pastoral […] recordar la necesidad de
dedicar un tiempo de calidad a este precioso ministerio».
14. Dedicar tiempo para preparar
la homilía
«[…] me atrevo a pedir que todas
las semanas se dedique a esta tarea un tiempo personal y comunitario suficientemente
prolongado, aunque deba darse menos tiempo a otras tareas también importantes».
15. Confianza activa y creativa
en el Espíritu Santo
«La confianza en el Espíritu
Santo que actúa en la predicación no es meramente pasiva, sino activa y
creativa […] Un predicador que no se prepara no es «espiritual»; es deshonesto
e irresponsable con los dones que ha recibido».
El culto a la verdad
16. Atención al texto bíblico
«El primer paso, después de
invocar al Espíritu Santo, es prestar toda la atención al texto bíblico, que
debe ser el fundamento de la predicación».
17. Paciencia, interés y
dedicación gratuita
«Para poder interpretar un texto
bíblico hace falta paciencia, abandonar toda ansiedad y darle tiempo, interés y
dedicación gratuita. Hay que dejar de lado cualquier preocupación que nos
domine para entrar en otro ámbito de serena atención».
18. Amor para preparar la
predicación
«[…] la preparación de la
predicación requiere amor. Uno sólo le dedica un tiempo gratuito y sin prisa a
las cosas o a las personas que ama; y aquí se trata de amar a Dios que ha
querido hablar. A partir de ese amor, uno puede detenerse todo el tiempo que
sea necesario, con una actitud de discípulo: «Habla, Señor, que tu siervo
escucha» (1 S 3,9)».
19. Entender al escritor sagrado
«Quiero insistir en algo que
parece evidente pero que no siempre es tenido en cuenta: el texto bíblico que
estudiamos tiene dos mil o tres mil años, su lenguaje es muy distinto del que
utilizamos ahora. Por más que nos parezca entender las palabras, que están
traducidas a nuestra lengua, eso no significa que comprendemos correctamente
cuanto quería expresar el escritor sagrado».
20. Cuál es el mensaje principal
«[…] la tarea no apunta a
entender todos los pequeños detalles de un texto, lo más importante es
descubrir cuál es el mensaje principal, el que estructura el texto y le da
unidad. Si el predicador no realiza este esfuerzo, es posible que su
predicación tampoco tenga unidad ni orden».
21. El mensaje central del texto
sagrado
«El mensaje central es aquello
que el autor en primer lugar ha querido transmitir, lo cual implica no sólo
reconocer una idea, sino también el efecto que ese autor ha querido producir.
Si un texto fue escrito para consolar, no debería ser utilizado para corregir
errores; si fue escrito para exhortar, no debería ser utilizado para
adoctrinar; si fue escrito para enseñar algo sobre Dios, no debería ser
utilizado para explicar diversas opiniones teológicas; si fue escrito para
motivar la alabanza o la tarea misionera, no lo utilicemos para informar acerca
de las últimas noticias».
22. Transmitir la fuerza propia
del texto proclamado
«Uno de los defectos de una
predicación tediosa e ineficaz es precisamente no poder transmitir la fuerza
propia del texto que se ha proclamado».
La personalización de la Palabra
23. Renovar el fervor al preparar
la homilía
«Nos hace bien renovar cada día,
cada domingo, nuestro fervor al preparar la homilía, y verificar si en nosotros
mismos crece el amor por la Palabra que predicamos. No es bueno olvidar que “en
particular, la mayor o menor santidad del ministro influye realmente en el
anuncio de la Palabra”».
24. Escuchar vivamente la Palabra
«Si está vivo este deseo de
escuchar primero nosotros la Palabra que tenemos que predicar, ésta se transmitirá
de una manera u otra al Pueblo fiel de Dios».
25. Disponibilidad para dejarse
conmover
«Quien quiera predicar, primero
debe estar dispuesto a dejarse conmover por la Palabra y a hacerla carne en su
existencia concreta. De esta manera, la predicación consistirá en esa actividad
tan intensa y fecunda que es “comunicar a otros lo que uno ha contemplado”».
26. Dejarse herir por la Palabra
«[…] antes de preparar
concretamente lo que uno va a decir en la predicación, primero tiene que
aceptar ser herido por esa Palabra que herirá a los demás, porque es una
Palabra viva y eficaz».
27. Testigos de un Dios que
conocemos
«[…] en esta época la gente
prefiere escuchar a los testigos: “tiene sed de autenticidad [...] Exige a los
evangelizadores que le hablen de un Dios a quien ellos conocen y tratan
familiarmente como si lo estuvieran viendo”».
28. Seguridad de que Dios ama al
predicador
«Lo indispensable es que el
predicador tenga la seguridad de que Dios lo ama, de que Jesucristo lo ha
salvado, de que su amor tiene siempre la última palabra».
29. Instrumentos del Señor
«El Señor quiere usarnos como
seres vivos, libres y creativos, que se dejan penetrar por su Palabra antes de
transmitirla; su mensaje debe pasar realmente a través del predicador, pero no
sólo por su razón, sino tomando posesión de todo su ser».
La lectura espiritual
30. La lectio divina
«Hay una forma concreta de
escuchar lo que el Señor nos quiere decir en su Palabra y de dejarnos
transformar por el Espíritu. Es lo que llamamos «lectio divina». Consiste en la
lectura de la Palabra de Dios en un momento de oración para permitirle que nos ilumine
y nos renueve».
31. Preguntar a Dios
«En la presencia de Dios, en una
lectura reposada del texto, es bueno preguntar, por ejemplo: «Señor, ¿qué me
dice a mí este texto? ¿Qué quieres cambiar de mi vida con este mensaje? ¿Qué me
molesta en este texto? ¿Por qué esto no me interesa?», o bien: «¿Qué me agrada?
¿Qué me estimula de esta Palabra? ¿Qué me atrae? ¿Por qué me atrae?».».
Un oído en el pueblo
32. Poner un oído en el pueblo
«El predicador necesita también
poner un oído en el pueblo, para descubrir lo que los fieles necesitan escuchar
[…] Un predicador es un contemplativo de la Palabra y también un contemplativo
del pueblo».
33. La predicación es un
ejercicio de discernimiento evangélico
«Lo que se procura descubrir es
«lo que el Señor desea decir en una determinada circunstancia». Entonces, la
preparación de la predicación se convierte en un ejercicio de discernimiento
evangélico, donde se intenta reconocer –a la luz del Espíritu– “una llamada que
Dios hace oír en una situación histórica determinada; en ella y por medio de
ella Dios llama al creyente”».
34. No a las crónicas de
actualidad
«[…] nunca hay que responder
preguntas que nadie se hace; tampoco conviene ofrecer crónicas de la actualidad
para despertar interés: para eso ya están los programas televisivos».
Recursos pedagógicos
35. Decir mucho en poco
«La preocupación por la forma de
predicar también es una actitud profundamente espiritual. Es responder al amor
de Dios, entregándonos con todas nuestras capacidades y nuestra creatividad a
la misión que Él nos confía; pero también es un ejercicio exquisito de amor al
prójimo, porque no queremos ofrecer a los demás algo de escasa calidad. […]
“Resume tu discurso. Di mucho en pocas palabras” (Si 32,8)».
36. Usar imágenes en la
predicación
«Sólo para ejemplificar,
recordemos algunos recursos prácticos, que pueden enriquecer una predicación y
volverla más atractiva. […] aprender a usar imágenes en la predicación, es
decir, a hablar con imágenes. […] Una buena homilía, como me decía un viejo
maestro, debe contener “una idea, un sentimiento, una imagen”».
37. Sencillez en el lenguaje
«La sencillez tiene que ver con
el lenguaje utilizado. Debe ser el lenguaje que comprenden los destinatarios para
no correr el riesgo de hablar al vacío […] Frecuentemente sucede que los
predicadores usan palabras que aprendieron en sus estudios y en determinados
ambientes, pero que no son parte del lenguaje común de las personas que los
escuchan […] El mayor riesgo para un predicador es acostumbrarse a su propio
lenguaje y pensar que todos los demás lo usan y lo comprenden espontáneamente».
38. Claridad en el lenguaje
«La sencillez y la claridad son
dos cosas diferentes. El lenguaje puede ser muy sencillo, pero la prédica puede
ser poco clara. Se puede volver incomprensible por el desorden, por su falta de
lógica, o porque trata varios temas al mismo tiempo. Por lo tanto, otra tarea
necesaria es procurar que la predicación tenga unidad temática, un orden claro
y una conexión entre las frases, de manera que las personas puedan seguir
fácilmente al predicador y captar la lógica de lo que les dice».
39. Lenguaje positivo
«Otra característica es el
lenguaje positivo. No dice tanto lo que no hay que hacer sino que propone lo
que podemos hacer mejor. En todo caso, si indica algo negativo, siempre intenta
mostrar también un valor positivo que atraiga, para no quedarse en la queja, el
lamento, la crítica o el remordimiento»
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