4 de octubre de 2006

OEDENACIÓN SACERDOTAL. HOMILIA DE MONS. VILORIA


HOMILÍA EN LA ORDENACIÓN SACERDOTAL DE
WILLIAMS ROBERTH CAMPOS


9 DE SEPTIEMBRE DE 2006

“EL BUEN PASTOR DA LA VIDA POR SUS OVEJAS”


Queridos hijos en el Señor:

Hoy estamos asistiendo a un gesto extraordinario de amor de un hombre por sus hermanos. Nuestro Diácono, Williams Roberth Campos, después de haber culminado su ciclo de formación en el Seminario y de haber sido ordenado Diácono hace unos meses, da el paso definitivo de su entrega por amor al servicio de Dios y de sus hermanos. Hoy, en unos minutos, Williams será ordenado Sacerdote de Jesucristo, para el servicio de amor a la Iglesia.

El Sacerdocio, junto con la Eucaristía, es el Sacramento que surge en la última noche de vida del Redentor. En la Última Cena, remembranza de la cena que recordaba y celebraba la liberación del pueblo de Israel de la esclavitud en Egipto, Jesús, transido de amor por la humanidad, instituye los dos sacramentos que surgen más claramente de la fuente inagotable de vida, que es su Corazón amoroso. Claramente lo expresa san Juan cuando inicia el relato de esta cena: “Sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo”. El amor extremo de Jesús, que es la locura del amor, lo hace dejar a los hombres sus dos regalos más valiosos: la Eucaristía y el Sacerdocio.

En la Eucaristía tenemos al mismísimo Jesús presente sacramentalmente en las especies del pan y del vino, que se queda para ser alimento de vida para la humanidad. Y en el Sacerdocio, igualmente Jesús deja su corazón, quedándose detrás de cada hombre que es asumido por Él para ser su Sacerdote. Ambos son realmente su locura de amor más grande, antes de entregar su vida definitivamente por la salvación de la humanidad pecadora y necesitada de Redención.

El Sacerdote es la presencia continuada de Jesús en medio de ese pueblo que sigue clamando por la liberación, que sigue implorando la salvación y el perdón de sus pecados. Es la presencia que Jesús asegura en el mundo para continuar llevando adelante su obra salvadora de amor a cada hombre y a cada mujer del mundo.

Cristo corre un gran riesgo. Es el riesgo que debe correr quien confía plenamente en aquél que elige para llevar adelante su propia obra. Jesús, en quien todos los tiempos, el pasado, el presente y el futuro, son un continuo presente, sabe muy bien que algunos de esos hombres serán indignos de llevar adelante esa misión que Cristo les confía. Pero, simultáneamente, están también presentes ante Él, la inmensa pléyade de hombres que honrarán plenamente la elección de la que han sido objetos, y cumplirán con la máxima dignidad el ejercicio de su ministerio sacerdotal, entregando su vida entera por la salvación de sus hermanos, por la predicación del Reino, por el anuncio de la persona, el mensaje y la obra de Jesús. Son esos Sacerdotes los que hacen que valga la pena el riesgo que corre Jesús. Son los Sacerdotes que están día a día en sus labores pastorales, atendiendo a los más necesitados, tendiendo la mano a los que sufren, llevando el consuelo a aquellos que se sienten desplazados. Son aquellos que llevan a la vida nueva en el Bautismo, que realizan y entregan el Cuerpo y la Sangre de Cristo como alimento para la Vida Eterna en la Eucaristía, que confieren el perdón de los pecados a los penitentes en la Confesión, que fortalecen y confortan a los débiles y enfermos en la Unción de los Enfermos, que presencian la glorificación del amor humano en el Matrimonio. Son los que anuncian el mensaje de amor que trajo Jesús al mundo y presentan a ese Jesús como el único camino para la felicidad plena y la realización personal. Y lo hacen sin miramientos de las propias comodidades o de los beneficios personales.

Esos son los Sacerdotes que se hacen según el Corazón del Buen Pastor, Jesucristo Salvador.

Hoy, en la Ordenación Sacerdotal de Williams Campos, Nuestro Señor Jesucristo asume de nuevo el riesgo. Un riesgo que, estamos seguros, valdrá la pena. Williams está muy consciente del paso que está dando. De eso se han encargado sus formadores en todo el periodo formativo que ha transcurrido. Y por eso este paso adelante, respondiendo positiva y definitivamente a esta llamada, lo está dando con la asunción plena de todos los compromisos y responsabilidades.

La Iglesia de Puerto Cabello, necesitada infinitamente de clero bueno y santo, se alegra de que Jesús quiera correr ese riesgo, pues ella sabe quién es Williams Campos y confía en su futuro ejercicio sacerdotal desde la santidad y la entrega radical. Ella sabe de la calidad humana de Williams y valora el que sea el primer sacerdote en ser formado completamente desde la Diócesis y para la Diócesis de Puerto Cabello.

Querido Williams: Jesús está convocándote a ser su aliado en la obra de la salvación de los hombres, sus hermanos. Él quiere que tú lo ayudes a anunciar su Reino. Él quiere que tú seas su voz para anunciar a los hombres cuánto los ama. Él quiere que tú prestes todo tu ser como instrumento de la instauración de la Civilización del amor entre los hombres. Él quiere que tú seas sembrador de comunión, de paz y de amor en medio de las comunidades a las que serás enviado. Él quiere que logres llevarle a su cercanía a todas las personas que sean destinadas a tu cuidado.

Y todo esto, Williams, lo realizarás siendo presencia del mismo Jesús en medio de los hombres. Él estará presente en cada una de las actividades que desarrollarás. En los sacramentos, actuarás, como lo dice la teología, in persona Christi capitis, es decir, siendo tú la mismísima persona de Jesús. Pero estará también presente en todas y cada una de las labores pastorales que llevarás adelante, pues, desde tu Ordenación Sacerdotal, serás otro Cristo en medio de los hombres. Así lo comprendió perfectamente el P. Teófilo Ayuso y lo reflejó en la poesía que dedicó a su ahijado en la ordenación sacerdotal: Lo que ha sucedido aquí,/ requiere el poder de Dios:/ Jesús y yo, siendo dos,/ somos uno, y uno en mí./ Existo como existí,/ y, no obstante, ya no existo./ Cuán transformado me he visto,/ tan grande he venido a ser,/ que siendo el mismo de ayer,/ ya no soy yo, ¡que soy Cristo! Eres Cristo en medio de los hombres, en medio de las comunidades a las que Él mismo te envía. No eres un simple embajador, sino que eres el mismo Jesús.

Tu estilo debe ser el del Buen Pastor, como lo hemos escuchado en el Evangelio proclamado. El Buen Pastor da la vida por sus ovejas, hemos escuchado decir a Jesús en el texto. Tú, como el Buen Pastor, Jesús de Nazaret, debes dar tu vida por las ovejas que serán colocadas en tus manos.

Sé buen pastor tú también, Williams. Y sólo lo serás siendo aquello que Cristo espera de ti en el ejercicio de tu Sacerdocio.

Sé buen pastor, haciéndote presente con el amor de Jesús en medio de todas las realidades humanas. Sé cercano a los hombres. Que ninguno de ellos te vea lejano o despreocupado por su situación. Que te vean como alguien con el que siempre podrán contar y que nunca los dejará sin atender.

Sé buen pastor con los que más sufren, con los más necesitados, con los que son más rechazados y desplazados. Que ninguno de ellos se quede sin sentir el amor de Jesús, siendo tú la causa de esa desatención. Procúrales los bienes que necesiten, atendiéndolos con la mayor de las delicadezas, descubriendo en ellos la presencia casi sacramental de Jesús, pues Él mismo nos dijo: “Todo cuanto hicieron por uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí mismo me lo hicieron”. Hazle sentir no sólo la atención material de la Iglesia, sino su cercanía espiritual, procurando para ellos los máximos bienes de amor y de salvación.

Sé buen pastor anunciando la llegada del Reino de Dios al mundo y de todos sus valores, instaurando ese Reino y su plena realidad en medio de las comunidades a las que te envíe el Señor.

Sé buen pastor llevando a todos el mensaje de amor de Jesús que no se guardó nada para sí y lo entregó todo por amor a cada hombre y a cada mujer que el Padre puso en sus manos.

Sé buen pastor, copiando el modelo de amor de Jesús. Atiende a todos con el mismo amor con el que Jesús atendió a los jóvenes esposos de Caná, a la viuda de Naím, a la anciana hemorroísa, al ciego de nacimiento, a los leprosos del camino, al Centurión romano al que había muerto su hijita, a los miles de hombres que alimentó en la montaña con cinco panes y dos peces, a María Magdalena, a la mujer adúltera, a Zaqueo… Que ninguno de los hombres quede fuera de tu atención amorosa.

Querido Williams: Desde hoy eres Sacerdote de Cristo. Ya no te perteneces. Ya no eres tuyo. Eres de Dios y de los hermanos. Has sido expropiado para beneficio del Reino de Dios y de la humanidad en el servicio de amor de Dios a los hombres. Ese es tu gozo. Tu entrega debe hacerte sentir la máxima de las felicidades, pues, como dice Jesús: No hay amor más grande que el de dar la vida por los hermanos. Y tú has decidido vivir en ese amor. Y esa es la máxima felicidad que puede sentir hombre alguno: Saber que se está viviendo en el máximo de los amores.

Quiero dirigirme ahora a tu mamá, la señora Ascensión.

Ascensión: Gracias por tu desprendimiento y gracias a toda tu familia. Ustedes se han desprendido de un hijo para donárselo a Dios y a su Iglesia. Es el gesto más grande de amor que una madre puede realizar.

Pero este desprendimiento no significa una pérdida. Al contrario, significa una gran ganancia. Cuando una madre regala un hijo a Dios, para que éste sea Sacerdote, inmediatamente se hace madre de todos los Sacerdotes del mundo. Así que hoy nos has ganado a todos los Sacerdotes como hijos tuyos.

Además, por si esto fuera poco, puedes estar santamente orgullosa, pues en cada acción sacerdotal que realice Williams, misteriosamente estarás también tú presente. Y con eso ganarás gracia tras gracia. Todo el bien que haga Williams en el ejercicio de su Sacerdocio, de alguna manera lo estarás haciendo tú también. Y eso, por supuesto, se te apuntará a tu cuenta de ganancias espirituales. Williams es estela tuya. Y todo lo que haga tu estela se te anota a ti, y lo haces tú también.

De nuevo gracias por tu desprendimiento y el de toda tu familia. El Señor, que nunca se deja ganar en generosidad, sabrá compensarles este regalo de amor que están ustedes haciendo.

Queridos hermanos todos: Seamos testigos de este paso que va a dar Williams Roberth Campos. Seamos testigos de su expropiación para beneficio de la Iglesia. Contemplemos este misterio de amor que se va a verificar entre nosotros y este milagro de amor en el que este hombre será transformado en otro Cristo para traernos a todo la salvación del Redentor.