3 de febrero de 2015

“ALEGRAOS”: EXHORTACIÓN PASTORAL CON OCASIÓN DE LA CELEBRACIÓN DEL AÑO DE LA VIDA CONSAGRADA EN LA DIÓCESIS DE PUERTO CABELLO

“ALEGRAOS”
EXHORTACIÓN PASTORAL CON OCASIÓN DE LA CELEBRACIÓN DEL AÑO DE LA VIDA CONSAGRADA EN LA DIÓCESIS DE PUERTO CABELLO


A los Sacerdotes, Consagrados y Consagradas y Fieles Laicos:
1.- El Santo Padre Francisco ha convocado el  Año de la Vida Consagrada con motivo del 50 aniversario de la Constitución dogmática Lumen gentium,  en cuyo  el capítulo sexto trata sobre  los religiosos, así como el Decreto Perfectae caritatis sobre la renovación de la vida religiosa y por el V centenario del nacimiento de Santa Teresa de Jesús. Este Año comenzó el pasado 30 de noviembre,  y terminará con la fiesta de la Presentación del Señor, el 2 de febrero de 2016.
2.- Los objetivos para este Año son  los mismos que Juan Pablo II propuso   en la Exhortación apostólica postsinodal Vita consecrata: «Vosotros no solamente tenéis una historia gloriosa para recordar y contar, sino una gran historia que construir. Poned los ojos en el futuro, hacia el que el Espíritu os impulsa para seguir haciendo con vosotros grandes cosas» (Juan Pablo II V.C.110).
3.- Para nuestra Diócesis, el Año de  la Vida Consagrada  no es un   elemento ajeno  a  nuestro plan diocesano de pastoral,  al contrario,  es  una oportunidad para el  enriquecimiento y motivación del mismo. Tengamos presente su objetivo general: REALIZAR UNA INTENSA ACCION PASTORAL QUE PERMITA A CADA UNO DE LOS HABITANTES DE PUERTO CABELLO,   CONOCER LOS DONES DEL SEÑOR  PARA CONSEGUIR  UNA DIÓCESIS  MAS UNIDA A CRISTO, TOMANDO EN CUENTA PARTICULARMENTE LAS   PRIORIDADES DE LA PRIMACÍA DE LA GRACIA, LA MISIÓN, LA PASTORAL VOCACIÓNAL, LA COMUNIÓN DE BIENES Y LA SOLIDARIDAD, VISTAS DESDE LAS DIMENSIONES DE LA FORMACIÓN, LA ESPIRITUALIDAD Y la  COMUNIÓN.
4.- En lo que atañe a la Primacía de la gracia,  la Vida consagrada tiene como objetivo primario ser una manera concreta de vivir la santidad. En efecto, los consagrados buscan dar gracias a Dios según sus carismas.  Abrazar el futuro con esperanza, confiados en el Señor, al cual  ofrecen toda su vida. Y vivir el presente con pasión, evangelizando la propia vocación y testimoniando al mundo la belleza del seguimiento de Cristo. La vida consagrada es una manifestación del seguimiento de los consejos evangélicos y un preludio de los bienes futuros. (Cf. Francisco, Carta Apostólica, I 1-3)
Por otra parte,  los consagrados también buscan  vivir la santidad en el contexto de una espiritualidad de comunión. Como decía Juan Pablo II «el gran desafío que tenemos ante nosotros» en este nuevo milenio es  «Hacer de la Iglesia la casa y la escuela de la comunión».
La comunión se practica ante todo en las respectivas comunidades del Instituto. Se trata de buscar la acogida y la atención recíproca, de practicar la comunión de bienes materiales y espirituales, la corrección fraterna, el respeto para con los más débiles. Es «la mística de vivir juntos» que hace de nuestra vida «una santa peregrinación». 
Al mismo tiempo, la vida consagrada está llamada a buscar una sincera sinergia entre todas las vocaciones en la Iglesia, comenzando por los presbíteros y los laicos, (Cf. Francisco II 3). También las personas consagradas tienen también un papel significativo dentro de las Iglesias particulares para el desarrollo armonioso de la pastoral diocesana. Los carismas de la vida consagrada pueden contribuir poderosamente a la edificación de la caridad en la Iglesia particular. (Cf. Juan Pablo II, VC 48).
5.- Respecto a la Misión, les exhorto como  dice el Santo Padre, a salir de sí mismos para ir a las periferias existenciales. «Id al mundo entero», fue la última palabra que Jesús dirigió a los suyos, y que sigue dirigiéndonos hoy a todos nosotros (cf. Mc 16,15).  Acompañar a personas que han perdido toda esperanza, familias en dificultad, niños abandonados, jóvenes sin futuro alguno, enfermos y ancianos abandonados, ricos hartos de bienes y con el corazón vacío, hombres y mujeres en busca del sentido de la vida, sedientos de lo divino, (Cf. Exhortación Apostólica II, 4). Por ello les invito con fuerza a participar en la Misión Continental, tomando para sí la evangelización de algunos sectores de nuestras parroquias que están desatendidos.
6.- También espero de ustedes, como  dice el Santo Padre,  gestos de solidaridad. De acogida a los refugiados, de  cercanía a los pobres, de creatividad en la catequesis, en el anuncio del Evangelio, en la iniciación a la vida de oración. Por tanto, espero que se aligeren las estructuras, se reutilicen las grandes casas en favor de obras más acordes a las necesidades actuales de evangelización y de caridad, se adapten las obras a las nuevas necesidades. (Cf. Francisco II, 4). Que bueno sería que se impusieran  este año ayudar a fundar, junto  con los párrocos, las   Caritas parroquiales.
7.- También, siguiendo al santo Padre,  les exhorto a que  este Año  sea un tiempo de Alegría, “Alegraos”. «Donde hay religiosos hay alegría». Estamos llamados a experimentar y demostrar que Dios es capaz de colmar nuestros corazones y hacernos felices, sin necesidad de buscar nuestra felicidad en otro lado. Que entre nosotros no se vean caras tristes, personas descontentas e insatisfechas, porque «un seguimiento triste es un triste seguimiento». (Cf. Francisco, II 1).
8.- Por último, por instrucciones del Santo Padre, este  año,  será un año jubilar donde como consagrados gozaremos del beneficio de las INDULGENCIAS. La Iglesia en virtud del poder que le ha conferido Cristo ofrece a todos aquellos que, con las debidas disposiciones, cumplan las prescripciones para lucrarlas (Cf. Penitenciaria Apostólica, decreto “para poder conseguir el don de las Indulgencias con ocasión del Año de la vida consagrada” Roma 23 de noviembre de 2014).
Por tanto, durante este Año TODOS LOS FIELES  arrepentidos, que se hayan confesado y  comulgado sacramentalmente y  recen  por las intenciones del Sumo Pontífice, podrán lucrar la indulgencia plenaria de la pena temporal de sus propios pecados y  también como sufragio por las almas de los fieles difuntos, tal como lo señalamos a continuación:
a)   Cada vez que participen en los encuentros y celebraciones Diocesanas: La Fiesta de la Presentación del Señor, San José, Corpus Christi, Santo Cristo de la Salud, Inicio del Año pastoral y el V Centenario del nacimiento de Santa Teresa de Jesús.
b)   En las fiestas patronales de las Parroquias de  Santa Rosa de Lima y Santa Ana.
c)   En las fiestas de las Comunidades Religiosas, entre otras: San José, San Agustín,   Beata María de San José, Beata Candelaria de San José, Venerable P. Juan León Dehón, Venerable Madre Emilia.
d)   En las visitas piadosas al  Santuario Diocesano Santo Cristo de la Salud de Borburata, la Parroquia Santa Rosa de Lima de la  Sorpresa y  la Parroquia Santa Ana de Morón. Las mismas deben incluir la confesión  y la  comunión sacramental  y el rezo de la Liturgia de las Horas o dedicar un período de tiempo para meditar con piedad, concluyendo con el Padrenuestro, la Profesión de fe e  invocaciones a la bienaventurada Virgen María.
e)   Los miembros de los Institutos de vida consagrada y aquellos fieles laicos, que por enfermedad no puedan visitar los lugares sagrados, antes mencionados,  podrán  lucrar la indulgencia plenaria,  si con total desapego al pecado  y con la  promesa intención de  cumplir, tan pronto como sea posible,  las tres condiciones habituales, efectúen una visita espiritual a dichos lugares santos  y ofrezcan las enfermedades y los sufrimientos de su vida a Dios  a través de la Santísima virgen María.
f)    Se exhorta vivamente a los sacerdotes para que se dispongan a celebrar el sacramento de la Penitencia con buen ánimo y celeridad  y administren con frecuencia la sagrada Comunión a los enfermos.
 9.- Queridos hermanos, les invito a celebrar con intensidad este año de la Vida Consagrada  para que renovemos nuestra propia vida de consagrados por el Bautismo, transitando por las sendas de la santidad y perfección cristiana. Se lo encomendamos  a María, la Virgen. A ella, hija predilecta del Padre, nos dirigimos como modelo incomparable de seguimiento en el amor a Dios y en el servicio al prójimo.


En Puerto Cabello, a los dos días del mes de febrero de dos mil quince.


† Mons. Saúl Figueroa Albornoz

Obispo de Puerto Cabello