12 de noviembre de 2014

El mismo destino: el cementerio

Vuelven ser muy actuales aquellas palabras de José Ramón Ayllón, añadiré otras pocas: 

“Nietzsche se pasó media vida predicando la muerte de Dios, hasta que se volvió loco. Comte soñó con predicar el positivismo ateo en Notre Dame, y profetizó que la estatua de la Humanidad tendría un día por pedestal el altar de Dios. También murió sin ver su sueño cumplido. Voltaire estaba convencido de que podría acabar con la Iglesia Católica: si doce hombres hicieron falta para extenderla por el mundo, uno solo bastaría para echarla abajo”. Chávez se pasó instultando a los Obispo venezolanos, maldijo desde sus entrañas a Israel, también murió.


Desde Nerón, dice Ayllón, “la lista de adversarios mortales del Dios cristiano es larga, y el fin de todos ellos es común: EL CEMENTERIO. Mientras tanto, la Iglesia acumula veinte siglos de vida, y desafía todas las leyes que rigen la supervivencia histórica de las instituciones. Este sencillo y asombroso dato sería una buena lección para ciertos gobernantes atacados por cierta furia iconoclasta. Una buena lección si fueran capaces de superar SUS OBSESIONES IDEOLÓGICAS con una actitud respetuosa hacia la gente que no piensa como ellos. Si pudieran entender que los demás también tienen derecho a pensar lo que quieran”.

Por eso concluye Ayllón: “A esos gobernantes que gustan del diálogo y la humildad, les vendría muy bien el recuerdo de Nietzsche, Comte, Voltaire (o Chávez), porque está claro que la historia se repite”.

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