21 de julio de 2020

“SI QUIERES PUEDES CURARME”

*Monseñor Felipe González, respecto al padre Numa Molina*


*“SI QUIERES PUEDES CURARME”*

Jesús se encuentra con un leproso, con todo lo que esto implicaba en aquella época. “Si quieres puedes curarme”, dice el enfermo. Y Jesús le contesta: “Quiero, queda limpio”.
Hay expresiones que una vez lanzadas quedan como frases de uso común. En estos días estoy viendo una, que quedará por un tiempo en el lenguaje de muchos. P. Numa si Usted fue el inventor, ya entró en libro de autores anónimos de frases lamentablemente célebres. Si no lo ha sido, será uno más, de la bandada de loros que repiten sin saber, o querer saber el contenido profundo de lo que dicen.
Hace más de un año le escribí, invitándole a “patear” por alguna de las fronteras de Venezuela, (Colombia o Brasil), acompañara a las riadas de emigrantes que huían y les explicara las “lindezas”, que hacía el gobierno, y que usted estaba “vendiendo” a los argentinos. Le invitaba a acompañar a los indígenas guaraos y a los criollos que pasaban por esta frontera de Brasil, se integrara en alguno de esos grupos y escuchara, la razón de la emigración de estos conciudadanos. Sería interesante contrastar “las bondades” del  discurso de usted, con las zapatillas desgastadas y agujereadas de los verdaderos pateadores de muchas calles y carreteras venezolanas.  
Fueron varios millones de venezolanos los que salieron. A todos no les fue tan bien como esperaban. Sería también importante entrar en el corazón y en los sentimientos de esas personas que eran marginadas aquí y lamentablemente siguieron en la misma tónica por allá. ¿Alguna vez ha intentado entrar en la vida de estos “hermanos indígenas” y “compatriotas criollos”? En los países donde llegaron “no se amarraban los perros con longanizas”. Aquellos países también tenían sus problemas sociales, laborales, poblacionales… Por ello, algunos de los emigrantes que no pudieron realizar su sueño, decidieron regresar a su casa y ahora son recibidos como “trocheros infectados y bioterroristas”, enviados por no sé qué gobierno para contagiar a los venezolanos. 
Hace unos meses el señor Maduro decía, muy risueño y con una gran sonrisa, de punta a punta de sus floridos bigotes, que eran bienvenidos porque otros países y otros gobiernos los trataban mal, pero “el buen corazón” del Sr. Maduro los acogía proporcionándoles aviones para repatriarlos a todos. Hoy, ya no hay aviones ni acogidas gloriosas. Hoy los que llegan son trocheros infectados y bioterroristas. Si Venezuela tuviera de todo, antes y ahora, “hasta para ayudar a la ONU”, como decía hace pocos días un alto funcionario venezolano a delegados de organizaciones internacionales de ayuda, los que se fueron no hubieran marchado, y ahora no habría problemas de regreso, ni en las fronteras oficiales ni por las trochas.  
Está muy mal que voceros que se dicen del gobierno propalen consignas de amor, de paz, de misiones solidarias, de preocupación por los pobres… y luego hagan todo lo contrario, calumniando, insultando, amenazando, persiguiendo a los que no piensan como ellos.  Pero, que esto lo diga y defienda un sacerdote, me parece el mayor absurdo. ¿Vivimos el mensaje de Cristo o el de Castro? ¿Qué es más importante la ideología de un partido o la persona? “No es el hombre para el sábado, sino el sábado para el hombre”. ¿Los que vuelven por las fronteras oficiales o por las trochas son ricos? ¡Son “bioterroristas”! Es posible que alguno venga contagiado. Por eso mismo, deberían ser recibidos y acogidos con mayor cariño y respeto. Por supuesto, con las medidas sanitarias adecuadas. ¿Las hay? ¿Dónde están?  
El viejo padre del evangelio, medio cegato, sube todos los días al cerro para otear la vuelta del hijo que emigró, cargado los bolsillos de dinero y la mente de ilusiones. Un día aparece, escondiéndose por las trochas, con los bolsillos rotos y vacíos, con el cuerpo enfermo y el corazón arrepentido. El viejo, al atisbarlo, corre cerro abajo para abrazarlo… y mandar a preparar la fiesta de bienvenida. Éste es el ejemplo de Cristo. Que todos hagamos realidad este mensaje en nuestra vida. 

Mons. Felipe González, 
Vicario Apostólico  del Caroní.

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