Homilía en la celebración de los 25 años de erección de la Diócesis de Puerto Cabello,por Su Eminencia Cardenal Jorge Urosa Savino, Arzobispo Emérito de Caracas.
¡Qué alegría tan grande! queridos hermanos, estar congregados en esta Santa Iglesia Catedral para celebrar, festejar y dar gracias a Dios por los dones recibidos por la Iglesia y por Venezuela en días como hoy, 5 de julio. Expreso mi gratitud a mi querido hermano, S.E. Mons. Saúl Figueroa Albornoz, 3er Obispo de Puerto Cabello, por la gratísima invitación para acompañarlos a ustedes en esta solemnidad tan significativa y presidir esta festiva y solemne Eucaristía. Está con nosotros, participando también en esta gozosa solemnidad, el Primer Obispo de esta querida Iglesia de Puerto Cabello y Morón, S.E. Mons. Ramón Linares Sandoval, a quien saludo con gran afecto. Los invito a darle un caluroso aplauso.
Como venezolanos festejamos hoy la firma del acta de nuestra Independencia, la creación de Venezuela como Nación independiente, en 1811. Por este motivo damos gracias a Dios y oramos con fervor por nuestra patria, para que podamos resolver nuestros problemas pacíficamente. Y como católicos, especialmente los del norte de Carabobo, conmemoramos llenos de alegría la creación de esta querida Iglesia diocesana de Puerto Cabello hace 25 años. Para mí, en particular, es un día de fiesta grande pues me correspondió, como Arzobispo de Valencia, la hermosa misión y tarea de promover e impulsar y luego preparar y concretar la erección de esta nueva Diócesis, para que así, nuestra Iglesia en Venezuela y Carabobo se fortaleciera con una nueva Diócesis, la del norte carabobeño, con los Municipios Puerto Cabello y Morón.
En efecto. Por gracia de Dios, tuve el honor y el privilegio de comenzar mi ministerio como Arzobispo de Valencia, que entonces abarcaba todo el territorio de Carabobo, el 25 de mayo de 1990. Al poco tiempo, en 1992, una vez conocida la realidad de la Iglesia en Carabobo, y la peculiaridad socio cultural, económica, geográfica y religiosa de la costa, me pareció necesario dar una mayor fuerza y vitalidad a la Iglesia en esta región. Y por eso, luego de oración y reflexión, comencé a dar los pasos necesarios para la creación de la nueva Diócesis. En primer lugar, hice las necesarias consultas con algunos Obispos, entre ellos el porteño Cardenal José Alí Lebrún, y el también porteño Obispo Auxiliar de Valencia en aquel entonces, y luego Obispo de San Felipe, mi querido hermano Mons. Nelson Martínez Rust, quien había sido Vicario Episcopal y responsable de la dirección pastoral de esta zona de la Arquidiócesis de Valencia durante varios años. También consulté a los sacerdotes del norte carabobeño, al Consejo presbiteral y al Colegio de Consultores de la Arquidiócesis valenciana. Con ilusión y afecto, y buscando el bien espiritual de los fieles de la costa carabobeña, presenté a las instancias correspondientes, la Conferencia Episcopal Venezolana, y la Nunciatura Apostólica, en ese entonces encabezada por SE. Mons. Oriano Quillici, el proyecto de erección de esa nueva y necesaria Diócesis.
Gracias a Dios, tanto los obispos venezolanos, como la Santa Sede y el gran Papa San Juan Pablo II, acogieron con beneplácito esa propuesta, y el 5 de Julio del año 1994, el Santo Padre emitió la Bula “Sollicitus de spirituali” para erigir esta Diócesis de Puerto Cabello. Ese 5 de julio de 1994, y el 15 de octubre siguiente, cuando se ejecutó la creación de la Diócesis y Mons. Linares recibió la ordenación episcopal, fueron días de gran alegría espiritual para mí, pues vi realizado el sueño de darle más vida a la Iglesia en esta querida región de Carabobo. Por esa razón estamos aquí reunidos hoy, con profunda júbilo y entusiasmo, para dar gracias a Dios. Los invito a todos a exclamar en voz alta: ¡!!Gracias, Señor, Gracias!!!
QUÉ ESTAMOS CELEBRANDO.
Para vivir más intensamente esta sagrada liturgia conviene reflexionar brevemente sobre lo que estamos celebrando. Hoy, aquí, celebramos la vida y acción de la Iglesia en Carabobo y en Venezuela. Celebramos nuestra fe viva en Jesucristo y nuestra unión a él como miembros de su pueblo santo; estamos festejando nuestra pertenencia a la Iglesia, en concreto, la existencia y vida de esta gran comunidad eclesial, la Diócesis de Puerto Cabello y Morón, pueblo de Dios y Cuerpo de Cristo. Como miembros de esta Iglesia diocesana, de la Iglesia católica, reconocemos, confesamos, proclamamos a Jesús, Nuestro Dios y Señor, con fe viva e intensa, como el Mesías, como “el Cristo, el Hijo del Dios vivo” ( Mt 16) : “el camino la verdad y la vida· , “el pan vivo bajado del Cielo” (Jn 6 ) , “ el Rey de reyes y Señor de los señores” ( Ap. ).
El Concilio Vaticano II en el Decreto sobre el Ministerio de los Obispos, define la Diócesis.- también llamada Iglesia local o Iglesia particular – como “ una porción del pueblo de Dios que se confía aun Obispo para que la apaciente con la cooperación del presbiterio, de forma que , unida a su pastor y reunida por él en el Espíritu Santo por el Evangelio y la Eucaristía, constituye una Iglesia particular, en que verdaderamente está y obra la Iglesia de Cristo, que es una, santa, católica y apostólica” ( CV II, Decreto sobre el Ministerio pastoral de los Obispos,11).
Al conmemorar la creación de esta joven diócesis, celebramos y festejamos nuestra existencia como comunidad eclesial, como Iglesia local, que es parte de la Iglesia Universal, el pueblo de Dios y el Cuerpo de Cristo. Es una fiesta del pueblo católico de la costa carabobeña, y de toda Venezuela.
Queridas hermanas y hermanos: La Diócesis de Puerto Cabello son ustedes, los fieles de estas ciudades, pueblos, playas y campos del norte de Carabobo, de todas las Parroquias. Son ustedes, los laicos agrupados en movimientos y asociaciones y cofradías, son los sacerdotes que colaboran con el Obispo diocesano en la atención de las comunidades, son los religiosos y religiosas que aquí anuncian a Jesucristo y lo hacen presente con su labor pastoral. Todos Ustedes, junto con los sacerdotes, religiosos y Obispos estamos felices por celebrar la existencia de esta Iglesia diocesana viva y activa.
En esta solemne y festiva Santa Misa hemos escuchado unas lecturas que indican el espíritu, la actitud que debe movernos ahora y siempre: la proclamación de fe que Pedro hace de Jesucristo: “Tú eres el Cristo, el hijo del Dios vivo”. Y antes, el relato de los Hechos de los Apóstoles describiendo la hermosa vida de las primeras comunidades cristianas: los fieles unidos en torno al Señor, en la escucha y proclamación de la Palabra de Dios, en la celebración de la Eucaristía y con estrecha unión solidaridad fraterna. Ese es el modelo que nosotros hoy, en toda la Iglesia, aquí en la costa carabobeña y en toda Venezuela, hemos de seguir.
Los fieles católicos tenemos que sentir vivamente y proclamar con gozo y valentía nuestra fe, ese don maravilloso de la verdad revelada por Jesucristo, de que Dios nos ama y está con nosotros, que estamos llamados a vivir para siempre, que tenemos como madre amorosa a la Virgen María, madre de Dio, que recibimos la ayuda de Dios en los sacramentos. Y como San Pedro, estamos llamados a tener, vivir y proclamar nuestra fe. Y a participar activamente en la vida de nuestras comunidades cristianas, en las parroquias, como hermanos, practicando nuestra santa y positiva, benéfica y luminosa Religión, participando activamente en la Eucaristía todos los domingos y fiestas de guardar, y viviendo unidos y solidarios fraternalmente.
LA IGLESIA VIVE, SE RENUEVA Y CRECE
Hoy, mis queridos hermanos, estamos aquí congregados fraternalmente para dar gracias a Dios por los beneficios recibidos. Dios ha sido generoso con nuestra Iglesia en Venezuela y en Carabobo. Por eso podemos decir que la Iglesia en Venezuela, a pesar de muchas dificultades de todo orden, gracias a la acción del Espíritu Santo, vive, se renueva y crece.
Sí mis queridos hermanos. Desde 1950 la Iglesia venezolana ha experimentado un crecimiento maravilloso. En estos años se han creado 28 nuevas Diócesis o circunscripciones eclesiásticas en todo el país. Esto significa que Venezuela está bien atendida pastoral y religiosamente; que en cada Estado hay, al menos, una Diócesis y en varios estados, como Carabobo, dos, es decir, contamos con 28 comunidades agrupadas organizadas fraternalmente unidas y atendidas pastoral, espiritual y culturalmente por los Obispos, sucesores de los apóstoles, consagrados al servicio de Dios y al servicio del pueblo en cada entidad eclesial.
La Iglesia en la costa carabobeña también ha experimentado un crecimiento estupendo: ha aumentado el número de parroquias, y el número de sacerdotes; se han creado el centro de Pastoral Mons. William Guerra, el Centro de formación Cardenal José Alí Lebrún, y el Centro de diagnóstico Mons. Ramón A. Linares Se han ordenado 11 sacerdotes, y muchísimos fieles han recibido los dones del Señor a través de los sacramentos, y han podido recibir y escuchar la Palabra de Dios anunciada por los sacerdotes y los Obispos de esta iglesia local. Por todos estos beneficios espirituales, queridos hermanos, demos gracias a Dios, pues nuestra Iglesia vive, se renueva y crece. Por esa razón digamos de nuevo: Gracias, Señor, gracias!
CELEBRACION Y COMPROMISO: EL LEMA DE LAS BODAS DE PLATA
Su Excelencia Mons. Saúl Figueroa, digno Obispo de esta querida Iglesia porteña, ha sugerido acertadamente un hermoso lema para estas fiestas de las bodas de plata diocesana y el correspondiente Año Jubilar: “Hacia una Diócesis más unida a Cristo en la Comunión, en la Misión, la solidaridad y la vida”. Nuestra celebración no es solamente para tener una hermosa Misa, sino para agradecer a Dios los dones recibidos, y para recordar a quienes han trabajado durante estos años por nuestra Iglesia: S.E. Mons. Ramón Linares, aquí con nosotros; Mons. Ramón Viloria, fuera del país en actividades pastorales, Mons. Nelson Martínez, Obispo Emérito de San Felipe, gran promotor de esta Iglesia de la costa; y todos los sacerdotes, religiosos y religiosas que aquí han dado gloria a Dios con sus vidas, al servicio del pueblo costeño. Pero sobre todo, estas Bodas de Plata de la Iglesia diocesana deben imprimir nuevo impulso a la vida eclesial en estas tierras y en estas comunidades.
Como propone Mons. Figueroa: Una Iglesia más unida a Cristo. Nuestro Señor Jesucristo es el centro, la fuente, la gloria y el gozo de la vida de la iglesia, de nuestra fe, de nuestra existencia cristiana. Estar cada vez más unidos a Jesús, nuestro divino Salvador, el pan de vida, la luz del mundo. Recordemos lo que nos dice el Señor: “El que me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (8,12).
“Unidos a Cristo en la comunión”: es decir en la unión con Dios, viviendo de acuerdo a su Palabra, que es palabra de vida y de felicidad. Recordemos lo que nos dice el Señor en otra ocasión: “Felices serán los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen” ( Lc 11, 28). La comunión fraterna, superando las barreras, las diferencias, viviendo fraternalmente como hermanos, participando activamente en la vida de las Parroquias y comunidades cristianas, en las asociaciones, cofradías y movimientos apostólicos. Es muy importante que se intensifique la unidad eclesial, el afecto al Obispo, el afecto a los sacerdotes, la unión entre fieles, sacerdotes, religiosos y el Obispo diocesano, que es el representante de Cristo en medio de ustedes.. No debe haber nunca discordia no conflicto. Y siempre hay que superar las diferencias que pueda haber, con espíritu de caridad, de comunión y de fraternidad.
Unidos todos en la Misión, pide Mons. Figueroa: en la Misión de la Iglesia, que es la evangelización, el anuncio de Jesús, y el establecimiento de la comunidad cristiana en todas partes. El Señor Obispo los está invitando, queridos hermanos, a una actitud actividad y acción evangelizadora, misionera, de “Iglesia en salida”, que vaya a todas partes, a las periferias, como dice el Papa Francisco, para llevar nuestro gran tesoro a la gente: los dones de Cristo: su Palabra de salvación, la fe que ilumina, fortalece y consuela. Se trata de darle en esta querida tierra del norte de Carabobo, una mayor fuerza a la acción evangelizadora y pastoral de la Iglesia, respondiendo al desafío que nos presentan, entre otras cosas, las dificultades de enseñar nuestra religión en las Escuelas públicas. Hace algunos años, la Ley de Educación permitía enseñar nuestra fe en esas escuelas. Ahora no es posible. Entonces hay que buscar la manera de llegar a esos niños de nuestras escuelas que no están siendo evangelizados, para que conozcan a Jesús, nuestro Salvador, la luz del mundo, el camino la verdad y la vida, y puedan llegar a unirse a El por la fe y los sacramentos. Fortalecer la acción misionera: Se trata de intensificar la acción apostólica y pastoral, los servicios religiosos en todas las parroquias y comunidades, haciendo llegar a los fieles los dones de Dios, con actividades religiosas, con la celebración de los sacramentos, con las actividades apostólicas.
Más unida a Cristo en la solidaridad fraterna. Estas Bodas de Plata diocesanas deben dar impulso a una Iglesia, prosigue Mons. Figueroa. Esto es muy importante, dadas las circunstancias de penuria social y económica que estamos viviendo en todas partes en el país. Tenemos que ser solidarios con nuestros hermanos, especialmente con los más débiles y necesitados, sobre todo los enfermos, los niños, los ancianos, los indigentes. Una solidaridad que nos lleve a ser generosos con lo poco que tengamos, para aliviar el dolor y la angustia de los más necesitados.
Y una Iglesia más unida a Cristo en la defensa de la vida, defendiendo el derecho a la vida, especialmente contra la criminalidad, que acaba con la vida de la gente para despojarlos de sus cosas, la violencia política, que ha causado tanto dolor. En esta línea, como Obispo de la Iglesia y como ciudadano venezolano, deploro y rechazo con fuerza el asesinato del Capitán de Corbeta Rafael Acosta Arévalo, ocurrido bajo custodia de un organismo del Estado, es decir, bajo la responsabilidad del Gobierno. Lamentablemente se escuchan insistentes denuncias de torturas crueles contra los presos políticos. Esa es responsabilidad de la autoridades nacionales, y debe cesar, y los responsables deben ser castigados. Y deploramos y rechazamos la agresión salvaje contra el joven tachírense Rufo que fue agredido y perdió los dos ojos en una represión a una manifestación pacífica. Esos crímenes deben ser castigados y no se deben repetir. Tenemos también que defender la vida ante la arremetida de los movimientos abortistas y anti-vida, que promueven el asesinato de las personas débiles e improductivas, como los niños no nacidos, o los ancianos y los enfermos incurables.
CONCLUSIÓN
Mis queridos hermanos: prosigamos nuestra sagrada celebración. En este 5 de Julio, día de nuestra Fiesta Nacional, demos gracias a Dios por los beneficios recibidos por Venezuela en nuestra vida independiente, y pidamos al Señor que nos de la fuerza y la luz para resolver pacíficamente nuestros graves conflictos actuales.
Agradezcamos a Dios el inmenso don de la fe cristiana y católica que hemos recibido, para tener la luz de la vida en nuestros ojos del alma, y para gozar de la participación de la divina naturaleza, por la gracia santificante que recibimos en el Bautismo y en los sacramentos.
Démosle gracias a Dios por habernos llamados a ser miembros de nuestra santa Iglesia católica, el pueblo de Dios, el pueblo de la vida y de la felicidad, el pueblo de la esperanza y de la alegría de estar con Dios, en las buenas y en las malas. Démosle gracias a Dios por estar unidos a Cristo, y pidamos al Señor que todos, especialmente los fieles de esta Iglesia particular de Puerto Cabello, de la costa carabobeña, estemos cada vez más unidos a Jesús, nuestro Salvador, en la comunión, en la misión, en la solidaridad y en la defensa y promoción de la vida.
Que Dios bendiga a todos los fieles de esta Iglesia diocesana, a su Obispo, a los religiosos y religiosas, a sus laicos catequistas y a quienes participan en las asociaciones, cofradías y movimientos apostólicos. Que Dios nos conceda a toda la alegría de la felicidad y la salvación eterna. Invoquemos siempre para esto la protección y patrocinio amoroso de nuestra madre celestial, la Santísima Virgen María. Que Dios nos bendiga! Amen
Viva Jesucristo, Viva la Virgen de Coromoto, Viva la Iglesia, Viva Venezuela!
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